Todos criticamos con mayor o menor intensidad las actuaciones de nuestros gobernantes, ellos saben que les va en el sueldo. Pero en lo que hay un consenso es que la aparición de la figura de los ERTE, junto con los créditos ICO, han permitido suavizar el daño económico de las restricciones de actividad para contener la pandemia. Si los créditos ICO evitaron un shock de liquidez, los ERTE han anestesiado al mercado laboral suavizando la caída de empleo y haciendo posible que en los momentos donde las restricciones han sido menores muchas personas se hayan podido reenganchar en sus puestos de trabajo.

Pero las medidas de choque llegan a su fin y ahora entran en escena ayudas para dar un impulso a la economía tratando de recuperar el tiempo perdido. Y esta vez los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) son ayudas que no solo aspiran a impulsar la economía sino a hacerlo con proyectos que transformen sectores de actividad. No hay duda que nuestro modelo económico es tremendamente frágil y dependiente de terceros. Ya no haremos más rotondas, paseos marítimos, polideportivos o aeropuertos sino que el dinero servirá para apoyar proyectos de digitalización o de transición energética. En teoría el dineral que viene de Europa se deberá aprovechar para cambiar nuestro modelo económico.

En los próximos años llegará un maná de Europa superior a los 140.000 millones de euros, tanto en subvención como en financiación, una cantidad enorme de dinero, más que todo lo que vino de Europa en los primeros 25 años de nuestra permanencia en la Unión. Y la verdad es que con todos nuestros defectos patrios el dinero de Europa se puede tocar en nuestras infraestructuras y, en general, en nuestro paisaje urbano. Solo hay que compararse con Portugal, compañero de viaje en el acceso a la Unión, y vemos que aquí el dinero se ha aprovechado mejor.

Ya se ha aprobado el primer PERTE, el relacionado con el impulso al vehículo eléctrico y poco se puede decir en su contra. Se identifica clarísimamente al sector del automóvil como tractor de la industria, el empleo y la exportación, se evalúan sus retos y se hace una apuesta decidida por la transformación profunda del sector. España quiere seguir siendo un actor relevante en el nuevo paradigma y apuesta, conjuntamente con la iniciativa privada, no solo para mantener sino para incrementar la actividad.

La verdad es que no queda otra. El automóvil se encuentra en una transformación diría que existencial y o se apuesta al cambio o se muere de inanición. Puede que la apuesta por el coche eléctrico no sea segura, pero no hacer nada es mucho peor. Si el coche eléctrico enchufable no es la solución definitiva seguro que las baterías y todo lo que las rodea vale para el coche con pila de combustible alimentada por hidrógeno. Electricidad e hidrógeno es la apuesta, y es lo que hay que hacer.

El diablo estará en los detalles, sobre todo en saber cómo van a reaccionar los agentes del nuevo sector y los usuarios, pero en la puesta en escena del PERTE estaban fabricantes, proveedores, eléctricas y gestores de movilidad. No se puede pedir más. De momento parece que tendremos al menos una fábrica de baterías en España, probablemente dos, que se usará el litio de Extremadura y que tendremos enchufes por media España. Veremos si se logra correr tanto como dice el PERTE, pero la dirección es la correcta y los actores para que se lleve a cabo la transformación del sector más que adecuados. De momento el primer fabricante de coches mundial, Volkswagen, dueño de SEAT y con planta en Pamplona, ha confirmado su intención de impulsar una planta de baterías en España. Es importantísimo que toda la cadena de valor del coche eléctrico de SEAT y de la plataforma pequeña de VW se radique en España. Solo por eso ya merece la pena este PERTE aunque este plan no es, ni mucho menos, una ayuda a una empresa por importante que sea. Este plan va a ser el catalizador de todo un sector.

El PERTE VEC compromete unos 4.300 millones de euros públicos y 20.000 millones privados, un dineral que seguro se utiliza bien. Ya “solo” nos queda por conocer cómo se van a aplicar los 136.000 millones restantes, ojalá que igual de bien. Es importantísimo que el dinero de Europa se emplee como el de este PERTE, a través de empresas tractoras que garanticen un cambio real. Hay que huir de meros repartos territoriales y, sobre todo, de usar el dinero de Europa para tapar agujeros de gasto. Es un dinero para invertir y, sobre todo, para transformar. Ojalá el resto de PERTE estén tan bien diseñados como el de automoción.