Aún no sabemos cuál puede ser el desenlace del conflicto catalán pero, de momento, empiezan los primeros movimientos, que no es poco. Y no van en mala dirección, pues se trata de que la política sea capaz de conducir y dar salida a esas corrientes de fondo de una sociedad catalana que apuesta por la moderación.

La reciente aproximación entre los presidentes Sánchez y Aragonés, escenificada en Foment, así como las declaraciones de Oriol Junqueras, favoreciendo la vía del indulto, han sido las muestras más evidentes de este cambio de tendencia. Pero, junto a estas actuaciones orientadas a salir lo antes posible del callejón sin salida en que nos encontramos, se perciben atisbos de otras políticas que podrían resultar favorecedoras, con una perspectiva a largo plazo, de un mejor encaje de Cataluña en España. Me refiero a las diversas visitas, en las próximas semanas, de Felipe VI y Pedro Sánchez a Cataluña, para reconocer e impulsar iniciativas de especial relevancia.

Esta actitud del jefe del Estado y del presidente del Gobierno, vienen a responder a una de las carencias que, durante décadas, han ido alimentando el desencuentro: la práctica ausencia de España en Cataluña. Siempre pensé que Jordi Pujol alcanzó un pacto, más o menos manifiesto, con los diversos gobiernos de Madrid: ustedes no vengan demasiado que yo ya lo mantengo todo en orden. Así, fuimos aceptando, con toda naturalidad, la falta de presencia del Estado, de sus personas y sus instituciones, en una comunidad tan singular y fundamental como Cataluña. Y esa dejadez hay que atribuirla, principalmente, a los diversos gobiernos españoles, de uno u otro color.

De esta dinámica podríamos encontrar muchos ejemplos, desde la falta de sedes de instituciones españolas, no sólo públicas, a la incomodidad con que diversos gobiernos españoles se han movido por Cataluña, como si ésta no formará parte de España. Para no alargarme, la imagen más paradigmática de esta dinámica fue la que vimos tras los atentados terroristas de Barcelona. Mientras todo el protagonismo lo asumían desde el Palau de la Generalitat el presidente, Carles Puigdemont, y el mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero, descubrimos que en la Delegación del Gobierno se encontraba, medio agazapado, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. ¿Cómo es posible que, en tales circunstancias, un presidente del Gobierno no acudiera al Palau de la Generalitat y, desde allí, se dirigiera con toda naturalidad a la ciudadanía?

La salida al conflicto y, especialmente, una articulación sostenible de Cataluña en España pasa, entre otras actuaciones, por algo muy sencillo: más España en Cataluña. Depende de España.