No me gusta nada la situación política, ni la económica. Lo bueno es que ahora vemos la salida de la epidemia, con el anuncio de que este verano podremos pasear por la calle sin la antipática mascarilla. No tengamos, sin embargo, prisa en hacerlo. Tampoco el órdago de Marruecos, que se ha comparado con una invasión, me gusta. Ni la decisión de Pedro Sánchez sobre los indultos, porque no servirá de nada. Es un presidente que me recuerda a Rodríguez Zapatero.

Y es que Pere Aragonès pretende un imposible: la defensa de la amnistía y el derecho de autodeterminación, como si Cataluña fuera una colonia de España. Lo imposible se define, precisamente, porque no es posible. Y los separatistas lo saben. Pedir que Oriol Junqueras esté en la mesa de diálogo es ridículo. Es pretender la nada.

Como pienso mal, creo que, en realidad, los separatistas prefieren la vieja consigna de Lenin: ‘cuanto peor, mejor’. Y esperan que Vox obligue a Pedro Casado a ilegalizar a los partidos separatistas, con la idea de denunciar que en España ha vuelto el fascismo.

El presidente socialista no puede ceder. Iría, en ese caso, a prisión. Lo que señala el exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, no es exagerado. El indulto es legal, pero no lo es la amnistía, porque no salimos de una dictadura. Los separatistas, hay que repetirlo, lo saben. Esto haría feliz a quienes quieren cargarse la autonomía de Cataluña. El fenómeno de Vox es una reacción al separatismo.

Espero que la economía se recupere. Estoy seguro de que lo hará, como ocurre en todo Occidente. Pero la situación nacional no irá en la misma dirección. Estamos condenados a no entendernos en una generación. Es una desgracia en la que no hay salida.

El problema de Mariano Rajoy no fue dar alas al separatismo, sino su caída por la corrupción. Como defienden los juristas, los jueces no están equivocados, porque firman sentencias duras y también lo hacen contra los golpistas.

España es un país maravilloso para vivir, pero tenemos una joroba que se relaciona con nuestros políticos. Añoro a Angela Merkel, creo que como la mayoría de los españoles que no creemos en el lema de Lenin: contra peor, mejor para la revolución bolchevique de 1917.