Deberíamos estar hablando de muchos temas interesantes como, por ejemplo, de las inversiones. Dicen que el Estado tiene un déficit cuantioso en Cataluña, pero parte de este se debe a la inoperancia del Govern, mejor dicho, a la bronca interna en el Govern, al pulso incesante entre Junts per Catalunya y ERC, que ha evitado la ejecución de la inversión, por ejemplo, en los trenes porque el contrato no acaba de ser firmado por las diferencias internas. O de la ejecución por parte de la Generalitat de los Fondos Europeos. Según los últimos datos conocidos, el Govern de Pere Aragonès solo ha convocado el 22,7% de los 2.194 millones que le adjudicó el Gobierno central, es decir, 499 millones, y solo ha resuelto 199 millones, o sea del 9% de la convocatoria. Uno de los que más ponen el grito en el cielo, el vicepresidente Puigneró, queda retratado, ¡y de qué manera!, con los datos. Su departamento solo ha asignado 24,7 millones de los 256,9 presupuestados, el 8,4% del total.

En fin, tenemos un gran carajal en la gestión, pero el Govern se atrinchera tras el griterío del maltrato por parte del Ejecutivo central. Eso no impide que el Gobierno se aplique en los deberes y fuerce la ejecución de las inversiones previstas, pero, visto lo visto, no todo es culpa de Madrid, sino que aquí tenemos una asignatura pendiente que se llama gestión, se llama gobernar, se llama hincar codos y trabajar.

Pero no hablaremos de todo esto, sino que hablaremos de la señora Laura Borràs, presidenta del Parlament y a la sazón presidenta de Junts per Catalunya, y hablaremos, sobre todo, del estado de salud del Govern tras la última decisión del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya que la deja a un paso del juicio oral. La fiscalía tiene ahora 10 días para pedir la apertura del juicio o el archivo de la causa, aunque esto no parece que esté en los planes de los fiscales tras la contundencia del auto del TSJC que acusa a Borràs de delito continuado de prevaricación administrativa, fraude administrativo, falsedad en documento mercantil y delito continuado de malversación de caudales públicos cuando presidía la Institució de les Lletres Catalanes (ILC).

Borràs no tiene intención de dimitir y no hará caso del artículo 25.4 del reglamento del Parlament, que aprobaron los independentistas para interferir en el caso de un diputado socialista. El artículo en cuestión exige que el diputado procesado por corrupción deje su escaño de forma inmediata cuando se inicie el juicio oral, pero Borràs se atrinchera. Para ella, sus mensajes, sus e-mails y sus actuaciones no son corrupción, sino un ataque de “las cloacas del Estado por ser independentista”. Y así, vestida de zarina ofendida, no piensa dejar su escaño ni la presidencia del Parlament y, casi con seguridad, forzará las costuras del Govern. Junts ya ha advertido de que no reconoce a la justicia represora en su afán de doblegar a ERC y CUP. Estos partidos no quieren reformar el reglamento de la Cámara, pero no está claro si forzarán su dimisión –de momento se inclinan a señalarle la puerta de salida negándose a cambiar las normas— porque si Borràs se ve amenazada, Junts puede tensar la cuerda y romper el Govern, con el permiso siempre de Jordi Turull. O sea, volvemos a la interinidad, volvemos a la bronca, y mientras tanto nadie gobernará. Menos todavía que ahora. Sin embargo, aunque ERC se plegara a las exigencias de Junts, la CUP no parece estar en esta tesitura. Y sin la CUP, Borràs tiene los días contados porque los números no dan y los republicanos están hartos de la “teatralización” de la presidenta de Junts.

Borràs nos toma por tontos. Se pone de perfil a pesar de sus conversaciones y sus correos donde la evidencia de corrupción es más que un espejismo, pero la incertidumbre se va a instalar en el Govern. Por si fuera poco, el juicio contra Roger Torrent y tres miembros de la Mesa del Parlament, aunque se ha aplazado por la recusación de un magistrado, avanza peligrosamente hacia la tensión. ERC reaccionará seguramente con contundencia con lo que tendremos un panorama desolador y las fuerzas independentistas buscando un balón de oxígeno a su nefasta gestión. La excusa estará clara: el Estado no democrático persigue a los independentistas. A este clavo ardiendo se puede asir Borràs para convencer a ERC. Después de dos años de “calma chicha” volveremos a la gresca. Mientras, la casa sin barrer y los indepes dando consejos de democracia y de gobernanza que no se aplican ellos mismos. Ya saben, consejos doy, pero para mí no tengo.