El Rey Pasmado fue el título de mi primer artículo en Crónica Global, a finales de septiembre de 2016. Felipe VI, de visita en la ONU, había pedido a los partidos políticos un poco de responsabilidad para superar una “coyuntura compleja”, debido a la investidura fallida de Mariano Rajoy. Según el monarca, aquel trance ponía en peligro la estabilidad institucional. Seis años más tarde y 200 artículos después, el Rey alertaba en su mensaje navideño de las consecuencias que podría tener el choque institucional del poder legislativo y el poder judicial. Pasan los años y la monarquía sigue igual de pasmada, prisionera de una interpretación minimalista de su papel constitucional y del desinterés manifiesto de las fuerzas políticas en aprobar una ley de la Corona que actualice la institución.

La pérdida del sentido de Estado del PP en estos últimos tiempos es tan contumaz como lo es la incapacidad del independentismo en asumir la realidad. Y nada hace prever que para el año nuevo ni una cosa ni la otra vaya a cambiar lo más mínimo. Hace seis años, la crisis de desgobierno se cerró en falso por una abstención de la mayoría del grupo socialista en el Congreso permitiendo la investidura de Rajoy. La decisión desató, a su vez, una crisis en el seno del PSOE que no se saldó hasta que Pedro Sánchez retomó el control del partido y consiguió sacar adelante una moción de censura contra el Gobierno del PP. Un poco tarde, pues Rajoy ya había exhibido toda su incompetencia ante el desafío soberanista, condicionando la política española hasta la fecha.

Ahora mismo, un movimiento de ajedrez de los miembros progresistas del CGPJ permitirá renovar el Tribunal Constitucional y se espera que también al propio órgano de gobierno de los jueces; a menos que el PP, que se ha visto burlado en su intento de paralizar las instituciones del Estado por interés electoral, lleve su propósito a la irresponsabilidad extrema. Los populares acusan a Pedro Sánchez de dinamitar al Estado para beneficiar a los independentistas catalanes y así poder seguir unos meses más en La Moncloa. Los independentistas siguen erre que erre en su discurso autodeterminista, más pensado en inflamar al PP y condicionar al PSOE que no en adecuar sus objetivos reales a sus limitadas fuerzas.

La contemplación del hámster recorriendo el bucle no es precisamente emocionante, sino todo lo contrario, más bien ayuda a entender la creciente decepción con la política y en última instancia viene a sumarse a los múltiples factores (ciertamente algo más complejos que el circulo vicioso de la política) que explican el malestar perceptible en la sociedad. Mi amigo Fèlix Riera describe espléndidamente en El retorn al bosc la necesidad de repensar nuestras vidas ante la emergencia de nuevos derechos, especialmente del derecho moral a evitar la catástrofe. Nuestro hámster local y estatal no es la más preocupante de las amenazas que tenemos como sociedad, pero no ayuda a creer, precisamente, en las posibilidades de enfrentarlas con éxito con el actual modelo.

Regresar al bosque es realmente una tentación. De momento, este analista cree llegada la hora de reducir un poco más su actividad literaria, una vez adquirida la condición de beneficiario del Estado de bienestar. No hay que tentar a la fortuna. Debo agradecer a la dirección y a la empresa de Crónica Global la oportunidad, y la libertad, de escribir tanto tiempo para su audiencia. Buenos días y buena suerte para el año nuevo.