Como ya escribí en la Carta del Domingo en la Revista Digital del Vallès, ERC dirá que no a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. Algunos regidores del PP me dijeron que todo estaba ya pactado, y que era un paripé de los indepes: una traición a la nació urdida por la anti-España encarnada por los fascistas de Vox y Federico Jiménez Losantos...

España no necesita más enemigos que ellos, porque los separatistas aplauden con las orejas sus propuestas tan radicales. Todos los extremistas se retroalimentan de sus contrarios. Los polos negativos se repelen.

Nadie ama más a España que un servidor, pero hay amores que matan, porque es el abrazo del oso. El separatismo ha despertado al nacionalismo español, que estaba anestesiado por los 40 años del franquismo. El Caudillo también quería mucho a España, y daría la última gota de su sangre por ella.

Gracias a Dios que el expresidente del Gobierno español José María Aznar decidió no poner la región en las matrículas de los coches, porque si no, no podríamos salir de Cataluña desde Castellón a Huesca: nos pincharían las ruedas. Repito: hay amores que matan. Hoy, a ningún independentista se le ocurriría reclamar lo que los nacionalistas exigían entonces, porque el PP atacaba los símbolos catalanes...

El separatismo ha resucitado el nacionalismo español. Por eso la izquierda española, que siente tanto a España como la derecha, ahora saca a pasear la bandera nacional. No la tricolor, que ha quedado como la bandera nostálgica de la Segunda República Española.

Si viajan por el resto de España verán esta inflación de la bandera nacional, desconocida, a causa de los separatistas. A mí, que soy patriota, no me gusta ver tanta bandera. Yo tengo dos.