Discrepo de Gabriel Rufián casi siempre, vaya eso por delante. Al tiempo también les digo que si no existiera Rufián habría que inventarlo y, con seguridad, a muchos partidos les gustaría tener un Rufián. No era nadie hace unos años. Solo un activista de Súmate. En aquellos años solo tenía desparpajo y Oriol Junqueras se fijó en él porque era independentista y castellanoparlante. No había tantos. Llegó de la mano de Joan Tardà al Congreso de los Diputados y se dedicó en cuerpo y alma a ejecutar la misión que se le recomendó: aguar la fiesta a los comunes en las redes sociales para disputarles un espacio político fronterizo en el que ERC tenía todas las de perder. Surgió así el ariete de los adversarios. Primero, el mundo morado, y luego Puigdemont y sus chicos. Quién no recuerda las 155 monedas de plata que le espetó al expresident y que provocaron la tormenta que acabó en el 1-O, las balas utilizadas en el asalto de la valla en Melilla o esgrimiendo la fotocopiadora más conocida de España.
Rufián es un provocador porque su partido le asignó este papel. No es un verso suelto. Es apparátchik puro y duro, pero tiene mano izquierda y sabe cómo hacer sangrar la herida del adversario. No lo hace de forma tontuna, lo hace cumpliendo un papel en la estrategia de su partido. Guste o no guste, ganó las elecciones en 2019 aunque se dejó pelos en la gatera en la repetición electoral de noviembre. Pero ganó.
Su papel cambió radicalmente cuando su mentor, Joan Tardà, se retiró de la política activa y tuvo que asumir nuevas responsabilidades. Dejó de ser el activista para ser político, pero no abandonó su papel de látigo de infieles, sea la derecha española, la catalana, el PSOE o el PSC. A pesar de su protagonismo ha sido súper celoso de su vida personal y ha tenido que soportar campañas personales basadas en una relación que se rompió. Le hacían mella en el ámbito personal, evidentemente, pero evitó que la cosa fuera a mayores porque siempre le puso sordina. Fue el negociador de ERC con Carmen Calvo y aquello acabó en repetición electoral porque todavía era bisoño y no supo ver quién manejaba los hilos de la cocina socialista. Han pasado los meses y Rufián afina el tiro aunque, a veces, cumplir con los deseos de Barcelona se le hace cuesta arriba porque su experiencia entre bambalinas es exponencialmente superior a la de sus colegas de Cataluña. Seguro que no le gustó que Aragonés fuera a implorar árnica a Sánchez para doblegar a Illa. Rufían, sabe y de sobras, que esto es un error de “l’alçada d’un campanar”.
Este papel protagonista en la política española le ha generado mucha animadversión. Desde sus oponentes políticos hasta los amigos y compañeros, que siempre son los peores. En ERC más de uno quisiera su cabeza en bandeja de plata. Su candidatura para las municipales, que aceptó porque se lo pidió Oriol Junqueras, ha desatado un sinfín de rumores sobre su fin como jefe de filas en el Congreso. Rumores que salen de la calle Calabria. Rufián acepta porque su papel no es ganar a Núria Parlón, la alcaldesa socialista de Santa Coloma de Gramanet, porque es mucha Núria, sino ampliar la representación de ERC en un municipio donde Junts no existe y ampliarla para aumentar las posibilidades de los republicanos de conquistar su anhelada Diputación de Barcelona. Seguro que el resultado, sea el que sea, será insuficiente para quienes lo quieren ver arrinconado en Santaco.
El propio Rufián es consciente de que es el oscuro objeto de deseo. Oponerse, y no solo una vez a los poderes fácticos del partido, tiene sus consecuencias. De momento, tiene el apoyo de Junqueras pero los equilibrios internos en la formación republicana son complejos. Este miércoles pasado actuó en un foro político madrileño y cometió herejía, desde el punto de vista de los independentistas irredentos, al reconocer que Salvador Illa ganó las elecciones. Seguro que algunos convocaron a los espíritus desde el Pati dels Tarongers. “Illa es un político muy hábil; tanto que ganó en Cataluña, repito ganó en Cataluña”, dijo así en duplicado. Ya dijo suficiente. No dijo lo que piensa de Junts porque volvería a abrir la caja de los truenos y ahora no toca.
Afronta con tranquilidad su reto municipal pero en este mismo foro dijo que “reviso mi currículum a menudo por si tuviera que usarlo; es bueno pensar que esta puede ser tu última intervención”. Le aplaudo. Desconozco cuál es su futuro pero su actitud le honra. Otros se aferran al sillón y tragan con todo y “empiezas a callarte. Todos conocemos a gente que se calla”. No sé en quien pensaba él, lo que está claro es que él no se calla ni debajo del agua.