A veces una escena de aparente escasa significación, un percance anecdótico, resulta significativo porque revela las grietas y los errores en nuestro sistema de convivencia.
Por ejemplo, anteayer, la escena en la sala de prensa del Congreso de los Diputados en la que el representante de ERC, el señor Rufián, se negó a responder a las preguntas de un periodista, alegando su adscripción (la del periodista) a la extrema derecha.
Ese enfrentamiento menor tuvo cierta resonancia en las redes sociales: “lo petó”, como suele decirse en estos casos. Estamos seguros de que el enfrentamiento dialéctico, y las reacciones que suscitó, han dejado muy satisfechos a sus dos protagonistas.
Al rufián, porque negándose a responder a quien sin duda considera un “fascista”, posaba de firme valladar, de dique civilizador contra la barbarie. Estuvo, efectivamente, intratable, y ha cosechado entre la parroquia izquierdosa extasiados parabienes y muchos likes.
Y el periodista también puede estar contento, porque lejos de amilanarse ante la actitud de superioridad moral y las palabras despectivas del rufián, supo expresarse con claridad y convicción y dejar en evidencia el cuando menos discutible sentido de la democracia que asiste al diputado de ERC. En consecuencia, también él ha sido muy felicitado.
Las preguntas que formuló, en un tono comedido y educado, Josué Cárdenas, representando a la cadena televisiva de reciente creación 7NN, hizo dos preguntas:
--¿Cuál es la posición de su partido en torno a la Ley de Seguridad Ciudadana? ¿Cuál sería la ideal para ERC?
El rufián respondió:
--No participamos de burbujas mediáticas de la ultraderecha.
Esto venía al caso porque la citada cadena televisiva es propiedad de dos señores que son miembros de la fundación Francisco Franco y cercanos al partido político Vox.
Ante el desplante, el periodista insistió:
--Señor Rufián, no es usted nadie para decirme si soy de extrema derecha o extrema izquierda, yo le pregunto y no digo si usted es de extrema izquierda o independentista o golpista. No utilizo ninguno de los términos que usted sí usa conmigo. Le pediría desde el rigor parlamentario que respondiera a la pregunta.
Efectivamente, tenía razón –tenía toda la razón democrática— el periodista, el tal Josué Cárdenas, pues si un diputado, en la sede de su partido, puede invitar y responder a quien le plazca y no atender a quien no le guste, en cambio cuando comparece en la sala de prensa del Congreso está política y moralmente obligado a responder a las preguntas que le formula la prensa allí acreditada, si son pertinentes y no insultantes, indistintamente de la simpatía o antipatía que sienta por la ideología del inquisidor.
Viendo la escena en la red, parece obvio que el mismo rufián era consciente de estar conculcando algún principio democrático sobre la libertad de expresión y de información, porque, lejos del habitual aire chulesco, altanero y agresivo con el que ha conquistado tantas tardes de gloria en el hemiciclo, rehuía la mirada al periodista y su lenguaje corporal delataba su incomodidad.
--Opino lo mismo que hace 20 segundos –volvió a contestar.
--Pues yo sigo opinando lo mismo –replicó Cárdenas-- y le pediría por favor que me respondiera, porque no hacerlo sería una falta al decoro de esta cámara. Usted cobra un sueldo, yo hago mi trabajo, por favor, si me puede responder, se lo agradezco.
Así, varios minutos. Entre tozudos iba el juego. El rufián no contestó, pero su negativa era más reveladora que lo que hubiera podido decir sobre Seguridad Ciudadana, en el caso de que sepa algo sobre el tema.
Quizá ahí estaba la cosa: al no tener ni idea sobre un tema, se puede recurrir a una variante posmoderna del tradicional “no comment”: “No contestamos a la burbuja mediática de la extrema derecha”.
Pero de esta manera se abre una línea de actuación potencialmente peligrosa. Pues no hay que olvidar que todo el mundo es el fascista del otro, todos somos la “extrema derecha” del otro.
Así, por ejemplo, por lo que yo sé, atendiendo a los datos públicos, la cadena televisiva 7NN no ha conculcado la Constitución y el Estatut ni ha pronunciado ningún golpe de estado, cosas que sí ha hecho el partido del señor rufián hace muy pocos años, con luz y taquígrafos, en complicidad con otros partidos nacionalistas, reforzados y autoengañados precisamente por lo que podríamos llamar una “burbuja mediática de extrema derecha”. Por muchos motivos que ahora sería largo de exponer, nos parece un partido fascista de manual, un partido fascista a la vez posmoderno y más antiguo que el baúl de la Piquer.
Claro que, como digo, cada uno es el facha del otro. Nos podemos pasar los siguientes años llamándonos así los unos a los otros, negándole la palabra al otro, lanzando sobre el otro sacros anatemas, y subiendo la temperatura ambiente hasta alcanzar el punto de ebullición.
El fascismo, dicen, crece en el silencio y el temor de los demócratas. En este sentido también fue revelador, y triste, que los demás periodistas presentes en la sala de prensa no arroparan al compañero ofendido por el diputado. Ya se ve que no todos tenían el temple del señor Cárdenas. Qué falta de pulso, qué taza de caldo tibio, casi ya del todo frío...
Digo yo si serían becarios que no querían problemas… “Total, por lo que pagan…”.