Jordi Pujol ha vuelto al ruedo social tras pedir la libre absolución para todas las acusaciones vertidas sobre él y su familia: asociación ilícita, blanqueo de capitales, falsedad documental y siete delitos contra la Hacienda pública. Pretenden que, una vez más, la Justicia y los catalanes cierren los ojos. Se trata de seguir pasando un tupido velo sobre el 3%, el Palau de la Música, la quiebra de Banca Catalana, el dinero escondido en Suiza, México y Andorra... Durante una reciente salida, Pujol recuperó sus viejos modales, abroncó a los ponentes de un debate y aseguró, contra toda evidencia, que, durante la transición, España le negó a Cataluña un concierto económico como el vasco. Las muy honorables mentiras, las que alimentan el victimismo, siguen siendo la forma nacionalista de hacer política.
Pero aún quedan testigos. Pedro Luis Uriarte, consejero de Economía del primer Gobierno vasco, ha explicado que, en 1980 y en su presencia, el ministro de Economía español, Jaime García Añoveros, ofreció un concierto al consejero catalán Ramon Trias Fargas. Esa reunión a tres bandas está documentada en uno de los libros de Uriarte sobre el pacto con Euskadi.
Trias Fargas renunció a la gestión tributaria por decisión de su partido. Comenzar a gobernar recaudando no era el objetivo de Convergència. Jordi Pujol ya había conseguido el Estatut y tenía otras prioridades: el traspaso de la educación, convertir el catalán en lengua vehicular, abrir canales de radio y televisión públicos, tener un cuerpo policial propio. Que el Estado español ejerciera la ingrata labor de cobrar impuestos.
Cataluña era la primera economía del país, tanto en PIB global como en PIB per cápita (ya no lo es). Pujol y su partido se hicieron esenciales para aprobar presupuestos y permitir gobernar en España, ya fuera con UCD, PSOE o PP. Por eso, el expresident Pujol no solicitó un concierto, porque le bastaba con pedir más dinero a cambio de apoyar los presupuestos del Estado. Pasaron 32 años hasta que, por primera vez, en 2012, Artur Mas pidió un concierto. Mariano Rajoy lo rechazó.
Durante sus 23 años de presidente, Madrid protegió a Pujol. Los sucesivos gobiernos españoles se olvidaron de Banca Catalana, un caso del que aún no se ha escrito todo. Falta el episodio que explique a dónde fue a parar la fortuna de los fundadores de una banca que quebró, dejando en la ruina a muchos accionistas, pero no a la familia del Muy Honorable.
Según el Banco de España, la familia Pujol llegó a ser propietaria de cien mil títulos de la banca de los patriotas, cobrando dividendos incluso en ejercicios de fuertes pérdidas. En 1982 y antes de la intervención, grandes accionistas y directivos tuvieron tiempo de desprenderse de sus títulos. Para el rescate, el Estado acabó aportando unos 300.000 millones de pesetas.
Décadas después, tras confesar que la cuenta de Andorra era suya, Pujol declaró que los millones depositados procedían de una donación de Florenci Pujol, su padre y fundador destronado. Pobre Florenci. Muchos periodistas le recordamos en una mesa del Sandor, a finales de los setenta, largando contra el hijo que le estaba arruinando y quejándose de no tener un duro. También parece extraño que hiciera una donación a su vástago mientras la hija no recibía donación alguna, como ella ha declarado.
Pujol usó a Cataluña para ser absuelto en el caso Banca Catalana. A los pocos días de la presentación de la querella por parte de los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena, el 30 de mayo de 1984, un exultante Pujol –acababa de conseguir su primera mayoría absoluta— salió al balcón de Palau y dijo: “Hemos de ser capaces de hacer entender que con Cataluña no se juega, que no vale el juego sucio. Si somos una nación, somos un pueblo. En adelante, de ética y moral hablaremos nosotros, no ellos”.
El Gobierno socialista de Felipe González pensó que era mejor facilitar la gobernabilidad sin levantar las iras del necesario nacionalismo conservador. La solución fue rápida. El fiscal general del Estado, Luis Antonio Burón Barba, presentó la dimisión y, en 1986, un pleno extraordinario de la Audiencia Territorial absolvió al president.
Cuarenta años después, la estrategia no ha variado: hacerse la víctima, mentir, acusar a Madrid de querer hundir Cataluña, fabular repúblicas y quebrar las leyes a conveniencia. Los constructores pagan el 3% al partido porque son unos mecenas de cuentos de hadas... el dinero de la familia Pujol hizo “pluff” y apareció mágicamente más allá de las fronteras del principado catalán... Madrid no quiso darnos el concierto... Vamos a contar más honorables mentiras, tralará, que ya quedan menos testigos. Somos una nación, somos un pueblo. Y ellos, no.