Sí, lo he leído. He devorado el libro que ha orquestado Vicenç Villatoro alrededor de la figura de Jordi Pujol. Sí, el que lleva por título Entre el dolor i l’esperança. Considero que es de obligada lectura para todo aquel que esté interesado en comprender lo que fue, en esencia, el pujolismo. También puede ser útil para evaluar qué elementos y símbolos, empleados por el viejo patriarca, se mantienen vivos en el pensamiento político de sus epígonos. La aparición de la obra coincide en el tiempo con la apertura del juicio oral que tramita el juez Pedraz contra los Pujol Ferrusola. Mucha gente se pregunta qué queda de todo aquello, dónde están y qué piensan los que ejercieron de peones o alfiles del relato nacionalista conservador.
En mi etapa como diputado en el Parlament de Cataluña fui muy crítico con el cosmos convergente. Protagonicé --en especial junto a Oriol Pujol-- rifirrafes mediáticos dignos de ser olvidados; cierto, pero jamás les deseé en el terreno personal ningun mal a los Pujol. Una cosa es la controversia política, y otra muy distinta las relaciones humanas y el respeto a la intimidad de los otros. Será la justicia quien diga la última palabra sobre los negocios y la herencia del abuelo Florenci.
Ahora bien, la lectura del libro abre las puertas del debate, invita a las gentes del ámbito nacionalista a reflexionar sobre la estrategia y la táctica política que seguir de cara al futuro. La Cataluña de hoy es muy distinta a la del 1-O. Tanto es así, que el ex presidente aplica el sentido común y huye de los cantos de sirena de los unilateralistas. Toca de pies en el suelo en lo político y lo expresa sin temor. En el terreno personal Pujol pide perdón, por tener agazapado y sin declarar, dinero en Andorra; manifiesta su dolor y desasosiego por lo acaecido y declara no ser un político corrupto; afirma vivir “con rabia y vergüenza” la situación creada. Lamenta, como es obvio, la virulencia de algunos ataques y descalificaciones. Llámenme ingenuo si les apetece, pero creo que el arrepentimiento del ex presidente es sincero y merece respeto y consideración.
Más allà del drama personal --que sin duda existe-- la sustancia del libro hay que buscarla en el análisis que hace Pujol de la actualidad política, y de lo que ha sido el procés. Afirma, sin ambages, que la independencia es una quimera, y la lucha por ella puede poner en aprietos la estabilidad del estado. Habla, en sintonia con las prédicas de Sánchez y Aragonès, de diálogo, negociación y pacto. Por todo ello creo que el libro es de obligada lectura para todos aquellos que en algun momento han navegado por la galaxia del procés, o hicieron suyo el discurso secesionista. El expresidente pone sobre la mesa reflexiones que pueden ser útiles para todo aquel que quiera abrir un nuevo período en la historia de este país.
Un mes de mayo de hace tres años un nutrido grupo de amigos, fieles y colaboradores de Jordi Pujol organizó un acto en Barcelona para reivindicar su obra de gobierno. Allí acudieron personalidades como Xavier Trias, Carles Campuzano y diversos dirigentes del PDECat. Tampoco faltaron a la cita ex dirigentes de Unió como Joan Rigol o Joana Ortega. Incluso la talibana Núria de Gispert aplaudió el mensaje de reconocimiento a Pujol que hizo llegar Artur Mas. Pero aquello no fue todo. En febrero del pasado año la misma de Gispert se esforzó en convocar, a contra reloj, una comida de exconsejeros de los gobiernos convergentes. ¿Dónde está ahora y qué piensa aquella gente que reivindicó a Pujol? Un veterano convergente me dijo que, con unos amigos, en un ataque de nostalgia, había adquirido una güija para conectar con el espíritu del ‘seny’ y el ‘peix al cove’.
Llegados a este punto me atrevería a sugerir a todas aquellas personas que aplaudieron en pie y jalearon los éxitos de la etapa Pujol, que sean valientes, que actuen en consecuencia, que presten atención a los consejos políticos del que fue su líder carismático. Pirateando a John Lennon: ’Démosle una oportunidad al país’.