Jordi Angusto: "A Cataluña le interesa que Andalucía o Galicia crezcan más"
El economista señala que el Estado de las autonomías, con las transferencias territoriales, sólo ha tenido un claro beneficiario: Madrid
23 junio, 2019 00:00Jordi Angusto es preciso, pero huye de los dogmatismos. Toma los números y desarrolla lo que hay detrás de cada uno de ellos. Economista de largo recorrido, fue asesor de Ernest Maragall en su etapa de eurodiputado, y constató que los debates en el seno de la Unión Europea son tan vivos y pasionales como los que se han establecido en Cataluña en todos estos años. Hay varios modelos que luchan entre sí, con Alemania y los países nórdicos ejerciendo de diques ante las peticiones de países como España o Francia, con la llamada transferencia de rentas. Angusto ha ligado también su labor profesional con la ciudad de Barcelona. Fue uno de los impulsores de Barcelona Tecnologia, una empresa público-privada con el objetivo de convertir los resultados de la investigación en puestos de trabajo de calidad, un proyecto promovido en 1988 por el alcalde Pasqual Maragall. Ahora es uno de los asesores principales del consejero de Economía, Pere Aragonès. En esta entrevista con Crónica Global, en el Departamento de Economía, considera que el Estado de las autonomías deberá cambiar, aunque no se sepa todavía en qué dirección. Y cree que a Cataluña "le interesa que Andalucía o Galicia crezcan más", con la idea de que el actual modelo ha tenido en Madrid al gran beneficiario, por delante de otras comunidades.
--Pregunta: El tejido económico catalán sigue sorprendido por lo que ha ocurrido en la Cámara de Comercio de Barcelona. ¿Qué ha supuesto ese cambio en la dirección, tras las elecciones que han dado la victoria a miembros promovidos por la ANC, en su mayoría representantes de pequeñas y medianas empresas?
--Respuesta: Lo primero que hay que decir es que hay un mantra sobre las pequeñas empresas. Y es una circunstancia que se da en todos los países europeos, y también en Estados Unidos. De hecho, en Cataluña tenemos menos pequeñas empresas que la media europea. El problema lo tenemos en las medianas, entre 300 y 500 trabajadores, que, en Alemania, por ejemplo, ocupan el carril central. Lo que ha pasado en la Cámara de Comercio es que la participación había sido muy pequeña. Se había vivido de espaldas a la realidad económica y ahora un grupo se ha organizado y ha ganado. Anticipo que a partir de ahora la participación será mayor, y que es necesario una profundización en los procesos participativos.
--¿Y considera que habrá cambios, con la nueva junta directiva de la Cámara que preside Joan Canadell?
--Los que han ganado, cuando comiencen a gestionar, serán razonables y sensibles. No creo que cambien muchas cosas ni que hagan la revolución, al margen de la retórica, que siempre puede existir.
--Una retórica que acaba incidiendo en la realidad.
--Bueno, defenderán cosas que ya se han dicho con anterioridad. La realidad económica que tenemos indica que Madrid crece por encima de la media y Cataluña crece como la media española. Y sabemos que la inversión pública ha tenido mucho que ver en ello. En los últimos ochenta años eso es una constante. Madrid ha crecido el mismo porcentaje, el 30%, que su participación en las infraestructuras del Estado. Supongo que en la Cámara serán combativos con eso, como se ha sido en el pasado. Pero se gestionarán cosas de la misma manera, con resultados que han sido satisfactorios para todos, como los fondos de formación para jóvenes.
--¿A las grandes empresas no les interesa la Cámara de Comercio?
--No es que no los interese. Cuando una empresa es grande, en un mundo globalizado, lo que le preocupa es su negocio y no tanto su territorio. Está pendiente de los mercados internacionales. Necesitan más a la Cámara las pequeñas y medianas empresas, que precisan de instrumentos colectivos, que, tal vez, la Cámara había desatendido.
--Javier Faus, próximo presidente del Círculo de Economía, señalaba en las jornadas económicas de Sitges, que Cataluña ha aguantado el tirón en las últimas décadas, que sigue representando el 19,2% del PIB español. ¿Qué le parece?
--Es un dato casi milagroso. Se mantiene el peso. Es cierto, y se ha hecho sin quitar el pan a nadie. Madrid ha ganado mayor peso, sin embargo, a costa de su periferia. Y quien debería estar más soliviantado con Madrid es toda esa zona de influencia. Lo que se ha visto es que el modelo de Estado ha sido un error. En los países centralistas se da esa concentración en una gran ciudad. Ha pasado en el Reino Unido con Londres, o en Francia, con París. En estados federados, hay más polos económicos: en Alemania, Suiza, Canadá, Australia o Estados Unidos. Cataluña ha aguantado el tipo, y también respecto al PIB per cápita, que es un 20% superior a la media española, aunque Madrid ha pasado de ser la cuarta a la primera también en este aspecto.
--¿Eso se debe a la distinta estructura económica?
--Bueno, se debe a lo que señala la economista Mariana Mazzucato, autora del reciente libro El valor de las cosas. Ella distingue entre valor añadido y valor apropiado. Y Madrid tiene una peculiaridad, y es que concentra la gran mayoría de titulados superiores. Es gente de primer nivel, porque la administración del Estado se concentra en Madrid. Con la crisis, el sector privado, más presente en Cataluña, sufrió más que el público. En España, además, se produce una anomalía. En el sector privado se gana menos que en el público. Antes, cuando yo era joven, eso era al revés. Ahora se paga más y se tiene más seguridad en el sector público. Creo que eso no es sostenible y como anomalía se acabará de afrontar en algún momento. En Cataluña seguimos experimentando algo contraproducente y es que la inversión privada acabó sustituyendo la falta de inversión pública. Y eso supuso un uso no eficiente del capital privado. Cuando la participación de los salarios en el PIB es inferior en Cataluña que en el resto de España, a pesar de ser más productiva, eso significa que hay un problema.
--En Cataluña hay un cierto diagnóstico sobre lo que se debería hacer: recuperar y potenciar el pacto industrial, dimensionar el tejido empresarial, invertir más en tecnología e innovación… ¿Por qué no se hace?
--El diagnóstico está hecho. Si miramos el I+D+i vemos que la inversión pública es homogénea en Europa, pero la privada es muy baja. Hay investigación científica, pero se aplica poco en innovación. Pocas empresas se acercan a centros tecnológicos y se ha apostado por bajar salarios. Es cierto también que faltan calificaciones profesionales. Las patronales siguen diciendo que no encuentran determinados perfiles profesionales, desde enfermeros a fresadores. Han comenzado a cambiar cosas, más lentamente de lo que se querría. Se apuesta más por la formación profesional, se mejora el porcentaje de abandono escolar, pero hay también cosas que deben cambiar. Hay, se señala, un 20% de población activa entre los 16 y 19 años, cuando debería ser cero, porque en esa edad se debería seguir estudiando. Hay un paro muy alto entre esa población, y todo ello puede responder a un fracaso escolar que se debe atender de forma clara.
--¿Qué falla entonces?
--No falla nada de una forma especial. Lo que ocurre es que las empresas hacen lo que pueden a partir de sus condiciones. Por ejemplo, los salarios de 900 euros pueden ser suficientes en determinados lugares, pero son insuficientes en el País Vasco o Cataluña. Todo depende de los entornos. Con todo, las empresas han ganado cotas de exportación, la recuperación ha sido excepcional, y hay un mayor papel del sector público.
--¿Ha salido la economía fortalecida tras la crisis?
--Sí, hay más empresas que exportan, porque se han visto condicionadas para hacerlo.
--¿Debe Cataluña ser consciente de que forma parte de una segunda zona económica en España, y que, como segunda, es la mejor de esas segundas zonas en Europa, como señaló el propio Faus en el Círculo de Economía?
--De lo que hay que ser consciente es de la composición de cada economía. En Madrid el peso del sector público es muy notable, aunque también tiene una gran actividad económica. Ese peso público en Cataluña es mucho menor. La locomotora sigue siendo Cataluña. A Cataluña le interesa, de hecho, que Andalucía o Galicia, por poner dos ejemplos, crezcan más. Eso nos podría fortalecer a todos. El déficit fiscal está justificado para el reequilibrio territorial. Pero, después de haberlo aplicado durante 40 años, lo que vemos es que el gran beneficiario ha sido Madrid. Con todos los años de transferencias regionales, lo que tenemos es un fracaso descomunal. Y es urgente ponerle remedio. Si hubiera reequilibrio, el déficit desaparecería, por su propia naturaleza. No se han cumplido los objetivos. Y eso nos debería llevar a una profunda reflexión, para ver qué se podría hacer ahora.
--Cataluña no es la más perjudicada. Hay otras comunidades, como Valencia.
--El caso de Valencia es tremendo. En el inicio del llamado "régimen del 78", Valencia tenía un PIB por encima de la media. Ahora está por debajo y, encima, tiene déficit fiscal. Es un drama. Con el modelo de financiación no se ha ajustado el crecimiento de población, que ha aumentado en Andalucía, Valencia, Cataluña y Baleares. La no actualización del modelo ha perjudicado a todas estas autonomías. Eso también ocurre en otros países europeos, particularmente en Italia.
--¿Y qué se puede hacer?
--Es el debate de fondo en toda la Unión Europea. Se pide, algunos países como España, que se camine hacia una unión de transferencias. Alemania y los países nórdicos se oponen a ello. Cuando Alemania se justifica lo hace con el ejemplo de España o de Italia, y señala que no lo hace por egoísmo, sino porque no funciona. Lo que se pide es que se analicen todos los proyectos, que se vea que retorno tienen. Y eso es lo que creo que debería ocurrir.
--¿Cataluña debe apostar por una España federal que resuelva esas cuestiones? ¿Debería retomar ese camino?
--Cataluña ha hecho todas las propuestas y es difícil que se le pida un nuevo esfuerzo en esa dirección. Yo colaboré con el Estatut, con la idea de que podía ser generalizable. Se debía blindar competencias, con un esquema de financiación razonable. Y ahora lo veo difícil. La idea era que no podíamos perder todo el tiempo del mundo con recursos cruzados en el Tribunal Constitucional.
--¿Pero puede existir esa posibilidad en los próximos años?
--¿Hay espacio para que el Estado haga esa propuesta? ¿La escuchamos? No lo parece. Aunque es cierto que últimamente se reconoce que no hay una convergencia regional de verdad. Hay un caldo de cultivo para una nueva financiación y reorientación de competencias. Hay comunidades que creen, ellas mismas, que han ido demasiado lejos. Creo que se debería revisar todo, pero que seguramente lo posible y lo más sencillo sería llegar a algún acuerdo con Cataluña. Muchos creímos que eso era posible antes del 1 de octubre de 2017, que llegaría alguna propuesta de acuerdo. Y no llegó.
--Usted, en su etapa de asesor, con el entonces eurodiputado Ernest Maragall, señalaba que Cataluña debía tener más soberanía, como la de los países nórdicos, porque en Europa los pequeños estados se manejan mejor. Saben defender mejor sus intereses. ¿Se puede mantener ese argumento?
--En Europa está muy avanzado el debate sobre los procesos de secesión interna. Hay mucha investigación y propuestas sobre ello, inspirándose en la formación de Estados Unidos. Lo que está claro es que estamos ante una reconfiguración de los estados. Hay mucha gente trabajando en eso. Son procesos paralelos con otros. También se busca que no haya el veto de pequeños países. Que Luxemburgo y Alemania pesen lo mismo parece absurdo, principalmente cuando esos vetos permiten el dumping social por el que las grandes corporaciones pagan menos impuestos. Eso es un disparate. Hay un proceso por el que, de hecho, todo se decide en las reuniones intergubernamentales. Pero todo esa en juego.
--¿Es posible una unión fiscal y política?
--España quiere lo que decíamos antes sobre la unión de transferencias, a través del seguro de desempleo. He visto reacciones un tanto absurdas, como las de González Pons, cuando tacha al Reino Unido de egoísta, con el tema del Brexit, cuando el Reino Unido, a diferencia de España, ha sido siempre un aportador neto a la Unión. Con la unión de transferencias se buscaría esa unión fiscal. Pero Alemania y los nórdicos no quieren. El subsidio de paro, que se creó en los años treinta, era y es un estabilizador automático. Pero se constituyó para dinamizar la economía. En economías cerradas tenía todo el sentido, pero no ahora con economías tan abiertas. Lo que se debe hacer, como señala Alemania, es activar inversiones en los sectores vitales, que activen, a su vez, al conjunto de la economía. Me parece lo más eficiente e inteligente.
--¿Se refiere a que sólo funcionarán las zonas económicas más activas, y que en un proceso global Cataluña podría salir beneficiada?
--Lo que digo es que tendremos un nuevo orden, seguro. Los equilibrios anteriores han saltado por los aires. Y lo vemos en Francia, con los chalecos amarillos, en el Reino Unido, con el Brexit, y en Italia. Se deben encontrar nuevas coordenadas. Lo señaló el consejero Pere Aragonès en Sitges. Hay 200 estados ahora en el mundo, pero es una realidad que se ha ido construyendo. Y lo que parece claro es que con represión no se resuelve el problema de Cataluña.
--Con la experiencia de los últimos años, ¿no debería Cataluña haber basado todo su esfuerzo en las cuestiones económicas?
--Cuando se redactaba el Estatut había un debate sobre esa cuestión: mejor centrarnos en el concierto económico. Pero todo eso ya no sirve. Hay muchos vectores, en distintas direcciones, pero al final todo se desarrolló de aquella manera. Se pudo haber contado con el PP, que el PSOE hubiera actuado de forma distinta… Lo que hay que ver ahora es cómo podemos avanzar.