Otoño no sólo trae paisajes ocres, lluvias y los primeros fríos. La estación conlleva trastornos emocionales para muchas personas. Una sensación de dulce tristeza difusa que la ciencia atribuye a disfunciones en los neurotransmisores. Unos episodios que pueden adquirir mayor intensidad en estos tiempos convulsos, especialmente para personas moderadas que siguen la actualidad. En esos casos, los accesos de nostalgia resultan inevitables. Me ha sucedido estos días al coincidir dos noticias con Barcelona de protagonista: el Premio Planeta y la candidatura de Barcelona a los Juegos Olímpicos de Invierno 2030.
El Premio Planeta me lleva a José Manuel Lara Bosch, el heredero que, lejos de vivir de rentas, supo transformar una editorial en un imperio internacional del libro. Alrededor de ese negocio, creó y consolidó en Barcelona uno de los grupos de medios más influyentes del país, e impulsó multitud de iniciativas empresariales. Su paso por el Espanyol, Círculo de Economía o Instituto de la Empresa Familiar le dan una aún mayor dimensión a su legado. Una persona y un empresario único y singular. Nada parecido tras él.
Los episodios de Vueling y Edicions 62 quizás sean un buen ejemplo de su personalidad y, aún más, un fiel reflejo de males que afligen a Barcelona. Tuve la oportunidad de vivir de cerca la gestación de Vueling, una empresa innovadora que pretendía situar a Barcelona en el mapa aéreo, en un momento en que el turismo ya emergía como una enorme oportunidad para la ciudad. Me sorprendía mucho que, pese a ser de interés general y que eran muchas las empresas que podían beneficiarse directamente de la nueva aerolínea, ninguna de ellas quisiera invertir en la misma, y no por falta de recursos. Fue Lara quien, sin vinculación alguna con el turismo, resultó determinante para el arraigo de Vueling en Barcelona.
Posteriormente, muchos prohombres indignados con el maltrato a Cataluña, se identificaron con el proyecto alternativo de Spanair. Eso sí, a diferencia de Lara, sin arriesgar su patrimonio. Vueling ha resultado fundamental para Barcelona. Spanair protagonizó una lamentable quiebra y acarreó pérdida de dinero público.
La misma dinámica de fondo se dio, unos años después, en Edicions 62. Sólo la apuesta de Lara consolidó una editorial, de enorme simbolismo para la cultura catalana, que se hallaba en una situación muy delicada. Curiosamente, ninguno de los adinerados patricios que se consideraban herederos de la mejor tradición catalanista invirtió en la editorial. Pero eso sí, se indignaron de que se incorporara a Planeta. Hoy, Edicions 62 es una gran editorial.
Acerca de la candidatura a los JJOO de Invierno 2030, ésta tuvo una buena acogida en la reciente reunión del COI en Buenos Aires. Imposible no recordar al alcalde de quien surgió la idea, Jordi Hereu. Una propuesta que, en su momento, fue motivo de crítica, cuando no de mofa, por parte de quienes le sucedieron en los gobiernos municipales. Hoy defienden la propuesta.
Hereu fue el último gran alcalde de Barcelona. Durante su mandato consiguió el Mobile World Congress, la ciudad se consolidó como destino turístico de calidad, y se desencallaron diversas infraestructuras muy relevantes. Un ejemplo de que la sensibilidad social no está reñida con la proyección global y el impulso de la actividad económica. Y querría referirme a una actuación concreta que refleja una actitud desde hace años desaparecida. Su decisión de construir un túnel por debajo de la Sagrada Família, atendiendo a los informes técnicos, pese a una enorme presión social y política en contra. ¿Alguien se imagina a quienes le han sucedido adoptando este tipo de decisiones? Aún se estaría discutiendo el trazado del AVE en su paso por Barcelona.
Lo más preocupante es que nos referimos a episodios muy recientes. La ciudad ha perdido ambición y personalidad a gran velocidad. El mérito recae en una política mediocre que vive de la buena inercia del pasado, y en unas élites económicas e intelectuales que, desde la autocomplacencia y el sometimiento al discurso político dominante, han venido a dar toda la razón a Lara cuando, provocadoramente, les decía en voz alta: “Por falta de ambición vais a convertir Barcelona en el Santander del Mediterráneo” y “en Cataluña se confunde el seny con el cagüen”.
Aunque no estuviéramos en otoño, hay motivo para la melancolía.