Puigdemont, no es ni una broma, ni una trampa con final de jugada maestra. Es una petición razonable y razonada que le hago por el bien de todos, incluido su propio beneficio. Pida perdón.
Aunque con dificultades, me puedo imaginar qué tipo de estrategia judicial está diseñando con sus abogados. Sinceramente, se equivocan. Pasear su supuesta causa de mártir de la democracia por la Europa del 2017 no es ni será nunca una buena táctica. Lo único que va a conseguir es prolongar su irremediable extradición, juicio y probable sentencia condenatoria. Tome la iniciativa, pida perdón.
Se equivoca y, colateralmente, prolonga la situación de bloqueo institucional y social en Cataluña. Con el grave riesgo que todo ello puedo acarrear a la economía catalana. Se equivoca, pida perdón.
Pida perdón, acepte la extradición y entréguese a la justicia española. Defiéndase ante los tribunales de justicia, es su derecho, y argumente a favor de su absolución.
Pida perdón a todos los catalanes, independentistas o no, por no haber sido suficientemente valiente para convocar, aquel fatídico jueves 26 de octubre, elecciones autonómicas. Comentan ahora que se arrepiente, pero de nada sirve llorar por la leche derramada. No supo enfrentarse a la brigada tuitera, a los clérigos del procés o a algunos de sus supuestos camaradas, y ahora se arrepiente desde Schleswig-Holstein.
Ahora que ya no tiene Twitter tan mano, hágame caso a mí y no a la clerecía y tuitstars que le han empujado en su camino a la nada. Pida perdón, ¿o es que acaso le ha ido bien siguiendo los deseos y directrices de los “intelectuales del procés”? Yo le ayudo con la respuesta: muy mal.
Puigdemont no supo enfrentarse a la brigada tuitera, a los clérigos del procés, y comentan ahora que se arrepiente, pero de nada sirve llorar por la leche derramada
Pida perdón a los cientos de miles de catalanes, sino millones, separatistas o no, a los que causó desasosiego y zozobra en las angustiosas semanas de septiembre y octubre. Pida perdón a todos los catalanes por enfrentarnos a unos contra otros. Pida perdón porque nos puso al borde de un grave conflicto social. Pida perdón por incumplir grave y reiteradamente las resoluciones de los tribunales. Pida perdón por infringir las normas básicas que regulan la convivencia entre los catalanes y con el resto de españoles. Pida perdón por convocar un referéndum ilegal con la única finalidad de buscar el enfrentamiento con el Estado, llegando incluso a incitar "al pueblo" a defender "las urnas". Pida perdón por causar la fuga de más de tres mil empresas catalanas y poner en serio peligro la confianza en nuestra economía.
Reconozca el grave daño que ha causado a los catalanes, a la convivencia y a la paz social.
Sinceramente, hágame caso, le aliviará personalmente y seguro que algo le ayudará ante los tribunales. El perdón, aseguran los expertos, es redentor. Y, en cualquier caso, el arrepentimiento y reconocimiento de los hechos es siempre un atenuante ante los tribunales. Y, por si eso le importa, muchos catalanes nos sentiremos más tranquilos y reconfortados si inicia el camino de su reconciliación personal con la justicia y la sociedad. Pida perdón, nos irá mejor a todos.
Puigdemont, sea fuerte, la verdadera valentía también radica en pedir perdón.