Por pequeño que sea, si así ocurre, el margen de votos de Hillary Clinton sobre Donald Trump no habría sido posible sin la batalla que han librado las mujeres para llevarla a la Casa Blanca. Constituyen el único gran colectivo que se ha mantenido movilizado de principio a fin de la campaña, con lo que hoy las mujeres norteamericanas, y las feministas especialmente, se preparan para vivir el éxito de la candidata demócrata como propio, de forma parecida a cómo sintió la comunidad negra la victoria de Obama.
En EEUU hace falta una red de apoyos para que una mujer entre en política. Y EMILY's List, el comité del Partido Demócrata dedicado a promover y apoyar a las mujeres candidatas, ha sido decisivo para involucrar a las redes feministas y la recaudación de fondos para su campaña. Por primera vez, las aportaciones individuales de mujeres --con un 43% de todo lo recaudado por ambos candidatos-- compite con las contribuciones que tradicionalmente proceden de hombres, los que están en la cima del llamado big money.
Las mujeres norteamericanas, y las feministas especialmente, se preparan para vivir el éxito de la candidata demócrata como propio, de forma parecida a cómo sintió la comunidad negra la victoria de Obama
El cómputo de sufragios que ya se han depositado antes del 8 de noviembre, gran día electoral, muestra que latinos y negros, caladeros tradicionales del voto demócrata, están dando una ventaja inicial a la señora Clinton, pero en modo alguno decisiva, porque no aleja el peligro de una elevada abstención que le perjudicaría mucho más que a Donald Trump. Y allí ha sido decisiva la movilización de las mujeres para atraer a los indecisos a las urnas. En el cine y las artes se han volcado en su favor, desde las que apelan al voto latino, como Eva Longoria o Jennifer López --la primera que anunció su apoyo y que la ha acompañado en sus horas más bajas, sobre todo en las últimas semanas en las que Trump remontaba en las encuestas--, a Beyoncé, que jugaba el mismo papel ante la comunidad afroamericana; o Miley Cyrus, Katy Perry, Madonna, Lady Gaga y Meryl Streep, ante los blancos y de origen anglosajón.
El feminismo puro y duro no ha dejado, sin embargo, de deparar sorpresas como la de Susan Sarandon, que ha dicho que "el miedo a Trump" no era suficiente para que votara por Clinton --"No votaré con mi vagina", ha dicho--, y que su sufragio iría a una izquierdista semi desconocida de nombre Stein. Pero la guinda la ha puesto Michelle Obama, la primera dama que más simpatías ha suscitado no solo entre las mujeres de color sino también blancas y latinas, hasta el punto de superar en popularidad a su marido, el presidente. Michelle ha aparecido en los momentos más duros de la campaña, lo que Hillary, con la profesionalidad de quien lleva tantos años en el negocio, ha aprovechado para sacarse un as de la manga, ofreciéndole un puesto en su posible gobierno.
Hillary, la peor enemiga de sí misma, daba aire a lo que parecía una causa perdida con el llamado caso de los correos
Durante meses la ventaja de Hillary Clinton había oscilado entre ocho y doce puntos, con lo que la competición parecía decidida por el menosprecio constante expresado por Trump, no solo contra las feministas sino contra la mujer en general y la inmigración latina, sobre todo la de México, con lo que ponía de manifiesto el racismo medular del anglosajón medio por la invasión de otra raza, mayormente mestiza y papista de religión. Y la puntilla parecía darla la procesion de agraviadas que le acusaban públicamente de gruesas impropiedades incluyendo un presunto intento de violación. Pero Hillary, la peor enemiga de sí misma, daba aire a lo que parecía una causa perdida con el llamado caso de los correos.
Durante su ejercicio como secretaria de Estado con Obama había utilizado su ordenador personal para gestionar asuntos de su ministerio, en los que había tanto tráfico de influencias como alusiones a operaciones financieras poco santas. Y en estos últimos días de campaña el anuncio del FBI de que reabría la investigación sobre el caso era estrepitosamente aprovechada por Trump para decir, con notable desmesura, que aquello era el mayor escándalo desde el Watergate en los años 70. Así ha sido como se ha llegado a la misma víspera electoral con una ventaja de la candidata demócrata reducida a un alarmante empate técnico.
Por lo menos desde mediados del siglo XX difícilmente dos candidatos menos queridos se han enfrentado por ocupar la Casa Blanca
Las elecciones del martes son diferentes a todas las anteriores, por lo menos desde mediados del siglo XX, en que difícilmente dos candidatos menos queridos se han enfrentado por ocupar la Casa Blanca. La diferencia entre ambos es, sin embargo, que el republicano tiene un seguimiento fervoroso, aunque es de suponer que minoritario, mientras que la señora Clinton se dirige a un sector que mayoritariamente no tiene más remedio que preferirla a su oponente, pero que no da precisamente saltos de alegría con su presumible victoria. De la afluencia a las urnas puede depender el resultado. En un país en el que casi nunca el voto pasó del 50% del censo, Hillary Clinton parece tener todas las de ganar si se rebase esa cifra, pero con un 40% corto la sombra de Donald Trump es alargada.