En las jornadas BCN Desperta!, organizadas por el grupo Crónica Global, tuve el honor de participar en una mesa redonda sobre el mercado residencial. Después de una intervención de Joan Ramón Riera, Comisionado de Vivienda del Ayuntamiento de Barcelona, le dije: “Estás haciendo un discurso de podemita”. Una frase que no fue el resultado de una improvisación, sino de un larga reflexión.

En el inicio de su mandato, Jaume Collboni estaba convencido que podría formar una mayoría de gobierno con Esquerra Republicana y Barcelona en Comú. Para lubricar el pacto con la última formación, estaba dispuesto a seguir las líneas directrices del último mandato de Ada Colau, especialmente en materia de vivienda.

Las grandes diferencias con la anterior alcaldesa consistirían en el regreso de la normalidad institucional, la atracción de grandes eventos deportivos y una mayor capacidad de diálogo.

Jaume Collboni ha tendido puentes con Madrid, recibido al Rey cuando ha visitado la ciudad y representado adecuadamente a los barceloneses en los distintos actos en que ha participado. En términos de protocolo, se merece un excelente, siendo un suspenso rotundo la nota obtenida por Ada Colau durante sus dos mandatos.

Su capacidad de diálogo es alabada casi unánimemente por los integrantes de la sociedad civil de la ciudad, a pesar de que muchos de ellos consideran escasamente productivas las conversaciones mantenidas con él. Por eso, algunos dicen “Jaume oye, pero no escucha” y otros “Collboni gesticula bien y gestiona mal”.

A pesar de su deseo, el líder del PSC no ha podido pactar con Barcelona Comú. No lo ha hecho porque la propuesta de la anterior formación era inasumible, pues suponía convertir al alcalde en un títere de Colau. Después de casi dos años de infructuosas negociaciones, Collboni se ha dado cuenta de que el grupo municipal liderado por Janet Sanz no le va a aprobar ningún presupuesto.

A pesar de ello, y de los múltiples cambios de opinión de los dirigentes socialistas durante los últimos años, el primer edil de Barcelona ha desestimado rectificar. El mandato lo acabará como lo empezó y, salvo gran sorpresa, entre 2023 y 27 los barceloneses habremos tenido un alcalde que gesticuló como un socialdemócrata y gestionó la ciudad como un podemita.

Los principales motivos son los siguientes:

1) Una horrorosa circulación viaria

Colau declaró la guerra a los automóviles, Collboni no lo ha hecho, pero ha seguido su obra. Ni una ni el otro han mejorado el transporte público, pues en una sustancial parte de las líneas de autobús el tiempo de espera es sustancialmente superior al deseado por sus usuarios.

En la actualidad, los atascos a la entrada de Barcelona y en el Eixample son más frecuentes y duraderos que dos años atrás. Algunas de las causas son un excesivo número de obras, el mantenimiento de carriles bici con escasa circulación de bicicletas y una deficiente sincronización de los semáforos.

2) Una cruzada contra el turismo

Para Colau, la ciudad tiene demasiados turistas. Según Collboni, no cabe uno más. Ambos consideran que los visitantes impiden a los barceloneses disfrutar de la metrópoli y es necesario reducir su número. Les da igual que el turismo sea la principal actividad económica en la capital catalana y aporte el 14% del PIB de la urbe, según Turismo de Barcelona.

En este tema, Colau es coherente, Collboni no. Si el actual alcalde quiere menos turistas, ¿por qué impulsa la ampliación del aeropuerto, está a favor de la continuidad del Mobile World Congress o paga casi 10 millones de euros para que el próximo Tour de Francia tenga su inicio en la ciudad? La mejora de las infraestructuras, la celebración de ferias o los eventos deportivos siempre han traído turistas, ya sea por motivo negocios u ocio.

3) El fracaso del distrito 22@

El distrito 22@ fue una magnífica idea del alcalde Clos. Durante su mandato, se creó el nuevo pulmón económico de la ciudad, a imagen y semejanza de los Docklands en Londres o La Defense en Paris. Un proyecto para numerosas décadas, cuyo principal objetivo era atraer a Barcelona grandes empresas, especialmente de la órbita de las TICs, y generar muchos empleos bien remunerados.

En la actualidad, en el 22@ hay solares destinados a oficinas cuyo comprador descarta a corto plazo iniciar su edificación, edificios a medio construir sin fecha de reinicio de las obras y diversos inmuebles acabados cuya tasa de ocupación no llega al 60%. La mayor parte de los nuevos contratos en dicha área proceden de cambios de ubicación de empresas ya instaladas en la ciudad, siendo escasos los generados por compañías de reciente creación o por nuevas sedes de firmas extranjeras.

Por tanto, la creación del 22@ fue un acierto, pero su situación actual es manifiestamente mejorable. En otras palabras, un fracaso temporal por la escasa capacidad del ayuntamiento para atraer a la ciudad compañías internacionales, a pesar de disponer la capital catalana de la mejor oferta de oficinas de Europa Occidental, si la valoración efectuada considera tanto su calidad como el importe del alquiler.

Las que han llegado últimamente, siendo el mejor ejemplo la farmacéutica AstraZeneca, ha sido por el empeño de su dirección de instalar una de sus sedes en la ciudad y no por que el consistorio haya convencido a sus ejecutivos de las ventajas de tener una filial en la segunda metrópoli española.

4) La eliminación de las viviendas de uso turístico (VUT) en 2029

El alcalde ha prometido erradicar las VUT de Barcelona en 2029. La excusa para hacerlo es la mejora del acceso a una vivienda de alquiler por parte de los ciudadanos, pues sus propietarios en lugar de arrendar los inmuebles a turistas lo harán a familias.

Una medida populista y equivocada que a Colau le hubiera gustado adoptar, pero que nunca se atrevió a tomar. Es extraño que un político teóricamente socialdemócrata perjudique a familias de clase media (las principales tenedoras de VUT) y beneficie a los fondos de inversión y las grandes fortunas propietarias de hoteles. Según Collboni, en Barcelona no hay espacio para las VUT, pero sí para más establecimientos hoteleros.

En la capital catalana, según el INE, en mayo de 2025 había 9.579 VUT. Una cifra que representaba un 1,18% de las viviendas censadas y algo más del 3,5% de las destinadas al mercado de alquiler. Una exigua cuantía que difícilmente solucionaría el problema de acceso a un arriendo en la capital catalana, si la totalidad de la oferta de VUT fuera destinada al alquiler convencional.

No obstante, pocos propietarios optarán por dicho alquiler, debido a la elevada diferencia de rentabilidad proporcionada por ambos tipos de arrendamiento. Los dueños de las VUT principalmente elegirán destinarlas al arriendo de temporada o a su venta.

Si deciden hacer lo segundo, obtendrán una gran plusvalía. En primer lugar, por la existencia de un boom inmobiliario en la ciudad. En segundo, debido a su privilegiada ubicación, la calidad de sus instalaciones y la magnífica conservación de su interior.

5) Los barceloneses tienen derecho a quedarse en su ciudad

Es una de las frases preferidas de Collboni en los últimos meses y constituye una nueva versión del hit parade “una ciudad de vecinas y vecinos” de Colau. La interpretación literal de la expresión del alcalde no se corresponde con la política. En realidad, quiere decir que los que nacieron en Barcelona y viven ahora allí tienen más derecho a residir en la capital catalana que los demás. Lo dice porque son los que votarán en las próximas elecciones municipales.

En Barcelona, tiene derecho a vivir cualquier ciudadano de la Unión Europea y los que tengan un permiso de residencia en nuestro país, sea cual sea su nacionalidad. Me parece increíble que los políticos socialdemócratas y de izquierdas discriminen a unas personas respecto a otras por su lugar de nacimiento o residencia actual.

Una persona nacida en Badalona, Tarragona, Cuenca, Hamburgo, Bogotá o Pekín tiene el mismo derecho a vivir en la capital catalana que los residentes en ella, si cumple la legislación vigente. Lo lograrán los que consigan comprar o alquilar una vivienda. La Administración puede y debe ayudar a obtener una, pero en la mayoría de las ocasiones el principal amparo ha de ser la propia cartera.

En definitiva, estoy sorprendido de lo que está haciendo Collboni. En lugar de actuar como un socialdemócrata (lo que era), lo hace como un podemita (lo que parece que es). La diferencia entre él y Colau está en los gestos, pero escasamente en las medidas adoptadas. En primer lugar, porque quería pactar con Barcelona en Común. En segundo, debido a que pretende quedarse con una parte del electorado de la formación rival.

Es posible que lo haga también porque, al ser un hombre de partido, haya decidido calcar la estrategia del PSOE y PSC. En la actualidad, son dos formaciones camaleónicas, cuya principal característica es tomar prestada la ideología de otra y hacerla suya. En concreto, de la formación con la que gobiernan en coalición (Sumar) o con las que desean integrar una mayoría parlamentaria (ERC y Catalunya En Comú).

Los electores decidirán si le penalizan o premian por ello. No obstante, históricamente los barceloneses han preferido la marca propia (Maragall, Colau o Trías) a la de un partido (Clos o Hereu). En la actualidad, Collboni ni tiene un perfil definido ni va camino de obtenerlo. Si fuera un producto, diría que es una copia de Colau (en las decisiones) con un envoltorio diferente (en los gestos).