Rafael Cadenas, un bardo de galpón
El poeta vivo más importante de Venezuela, un disidente moral cuya única lealtad artística es con el poder de las palabras, editado en España por Pre-Textos, se alza con el Premio Cervantes 2022
10 noviembre, 2022 21:30Como en el bamboleo de los galeones de antaño que hacían la carrera de Indias, el Premio Cervantes va inclinando, sin escorar nunca, su carga a un costado y otro de la mar: España y América. No son procelosas las aguas en apariencia, aunque algunas corrientes submarinas habrán tirado del buque a estribor, a babor. De nada de eso quedará constancia pública en el libro de bitácora. Lo importante es que la nave llegue a puerto. Ahora le ha tocado al venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930), y es buena elección, justificada desde su posición moral más que política, pero sobre todo por la calidad de su obra, desde hace mucho valorada como se merece entre los conocedores de ambos continentes.
Para su difusión ha contribuido el hecho de que en México, como altavoz de la industria editorial al otro lado del Atlántico, a Cadenas lo haya publicado la más panamericana de las editoriales de allá: Fondo de Cultura Económica. En su colección Tierra Firme ya se ofreció hace veintidós años la summa que lleva por título Obra entera. Poesía y prosa (1958-1995). Naturalmente, Cadenas ha seguido publicando y nuevos volúmenes se pueden agregar a esa compilación que superaba, entonces, los siete centenares de páginas.
Publicada esa obra reunida también en España en 2007, aquí el prestigio ha venido de la mano de la editorial Pre-Textos, que tanta atención presta a la creación poética hispanoamericana precisamente en una colección, La Cruz del Sur, que ostenta nombre arraigado en el sur de América. Desde hace décadas, buena parte de la labor de Manuel Borrás, director literario de la editorial valenciana, consiste en recorrer aquellos países, y no son pocos los autores venezolanos que incluye su catálogo, hasta en una espléndida reciente y amplia antología (es casual que una de las ciudades venezolanas se llame Valencia, pero es hermoso ver que los nombres, las palabras, la poesía, circulan de un lado a otro de la mar océana, que decían los antiguos). Solo de escritores del país caribeño la editorial tiene publicados 29 títulos, incluidos los dos primeros de la obra completa en marcha del extraordinario Eugenio Montejo.
Es en Pre-Textos donde se puede hallar la última bibliografía de Cadenas, que sigue escribiendo. Sus libros más próximos en el tiempo son Sobre abierto (2012) y En torno a Basho y otros asuntos (2016), publicado nada menos que setenta años después de los bien llamados Cantos iniciales, obra de un quinceañero ya prometedor. Pero en el ínterin no se ha prodigado, no ha sufrido ninguna incontinencia verbal. La Obra entera ha prescindido de esos tanteos y tampoco todos los lustros han conocido un libro suyo.
El poeta ha practicado, además, la traducción, y el resultado se puede disfrutar en El taller de al lado (2005) título que indica esa correspondencia fértil que hay entre la creación y la traducción, como dos talleres colindantes y que, no es difícil imaginar, tienen una puerta que los comunica. Allí vierte a Cavafis y a Graves, a Segalen y Lawrence, entre otros (varios de ellos polacos, y qué poetas tiene Polonia, trasladados desde el inglés).
También el ensayo ha sido otra rama importante de su árbol, y se ha ocupado lo mismo que de los entresijos del lenguaje que de san Juan de la Cruz. Hay algo de misticismo laico en él, luego manifestado en el ascetismo un poco oriental de sus versos despojados y sin adorno, como la camisa de dril color saco, casi arpillera, que suele vestir, humilde y popular, como un bardo de galpón, un vate agrícola que en vez de guardar grano (de café, por ejemplo) atesora sílabas (otra forma de ahuyentar la somnolencia). Versos suyos son: “Que cada palabra lleve lo que dice. / Que sea como el temblor que la sostiene. / Que se mantenga como un latido. // No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es”.
En el prólogo a la edición mexicana de Obra entera, su compatriota José Balza señalaba sobre el nacimiento de Cadenas en Barquisimeto, en un estado caracterizado por la aridez, que “algo de ese pasado desértico cruza por casi toda su poesía: concisión, calidez, soplo”. Efectivamente, el verso corto es uno de sus modos de expresión, pero también el verso largo o versículo, aunque, a diferencia de su admirado Saint John-Perse, en composiciones por lo general breves que antes de llegar al final ya se están replegando, como nostálgicas del silencio que las precedió. En esta parquedad se diría que congénita a la que ha sido fiel todos estos años, también destaca la general ausencia de títulos de los poemas, que es el primer síntoma de humildad, de negarse a otorgar a los mismos la condición de obras acabadas, únicas, para el mármol.
Prolongación de esa cortedad, si es lícito el pleonasmo, lo constituyen aforismos y fragmentos, también muy de su gusto (y del de su prologuista Balza, también cultivador de esta fructífera hibridez). En el debate interno que todo poeta tiene antes o después con el ritmo y el arnés de los acentos, Cadenas a veces ha optado igualmente por el poema en prosa, forma que adopta Los cuadernos del desierto. Bajo el título tan prosaico de Gestiones reunió poemas sobre la propia poesía y los poetas (Mandelstam, el perseguido por Stalin, es uno de sus protagonistas). Sobre una y otros ha escrito también ensayos en Realidad y literatura, plasmación de sus lecturas y reflexiones sobre el mester de las palabras.
Hasta llegar al Premio Cervantes, Cadenas ha ido ascendiendo los diferentes puertos que llevan a la cumbre. Si la Feria Internacional del Libro de Guadalajara lo reconocía en 2009 con el prestigiosísimo y muníficamente dotado Premio FIL de Literaturas en Lenguas Romances, el Ayuntamiento de Granada le otorgaba en 2015 el Premio Internacional Federico García Lorca, también remunerado. Algún peso tiene en las decisiones de su jurado Luis García Montero, que ya prologó el libro del venezolano Contestaciones (esta vez en Visor, 2018). Su ascendiente ha debido de influir asimismo en la concesión del Cervantes, para el que el premio de la ciudad andaluza suele ser preámbulo, si de poesía se trata.
Se dijo arriba que en las consideraciones que un premio institucional como el Cervantes tiene, las razones políticas nunca son desdeñables. Pero en el caso del poeta premiado este año no hay partidismos: se trata de un defensor de los derechos humanos, de la concordia, de la democracia, que no oculta su desprecio por las tiranías y los nacionalismos, los sectarismo de cualquier índole. De cualquiera. En su juventud fue comunista y pagó un elevado precio por ello. Luego se le cayó el velo de los ojos y hoy abomina de los dictadores de derechas o izquierdas, unos y otros siniestros al cabo. El poema 24 de Realidad revela: “Tuve que disentir, / ocultarme, desparecer. // Tuve / que ser una disonancia”. Ha escrito de los esbirros, sobre las denuncias, sobre los inquisidores, sobre los fanáticos (pero también hermosos poemas de amor, no tanto de consumación o anhelo como de extrañeza).
¿Se premia en él a la oposición venezolana, los laureles sobre su frente caen sobre el culo –con perdón– de esa calamidad que es Maduro? Nada puede descartarse, pero el legado ya en librerías y bibliotecas de Cadenas posee la suficiente entidad como para que se le puedan aplicar las palabras que Ezra Pound pronunció un día: al poeta norteamericano se le seguirá leyendo cuando haya caído en el olvido el nombre del presidente de los Estados Unidos contra el que él alzó la voz, equivocadamente o no, durante la pasada contienda mundial. En Una isla, libro con el que se abre Obra entera, Cadenas tiene un fragmento que podría aplicarse a la actualidad: “¿Quién presagiaba diásporas, cruentas escrituras, tierras de castigo?”.
No sabemos si por su avanzada edad Cadenas llegará a viajar a Alcalá de Henares a leer su discurso el 23 de abril. Si lo hiciere, haría el recorrido inverso que no pudo hacer Miguel de Cervantes, aquel que, a pesar de ser buen versificador, dijo de la poesía que era don que no quiso darle el cielo. Quien ahora ha recibido el galardón que lleva su nombre sí posee el don, y basta para comprobarlo abrir un libro suyo bien entendido que la poesía no es la floritura sino el rigor y el misterio.