El escritor Jon Fosse, ganador del Premio Nobel de Literatura / EP

El escritor Jon Fosse, ganador del Premio Nobel de Literatura / EP

Letra Clásica

Jon Fosse: Soñado en piedra

Relato de Jon Fosse, premio Nobel de Literatura, seleccionado de 'Granta en español', en su número 19, con el título de 'Tierra'

9 octubre, 2023 14:28

Letra Global, tras un acuerdo con la prestigiosa revista Granta en español, publicada por Vegueta, presentará una selección de los mejores textos, una muestra de la literatura contemporánea, con los mejores creadores. Granta en español, que dirige la editora Valerie Miles, ha logrado una gran repercusión gracias a la atención y al mimo de escritores de todos los continentes, con números de una enorme calidad, que han tenido eco en Letra Global, como el que se centró en la literatura de Perú.

Granta en Español, es émula de la revista británica Granta, y se publicó por primera vez en mayo de 2003 por iniciativa de los editores Valerie Miles y Aurelio Major, motivados por la necesidad de interpelar y trasvasar las literaturas que han ido surgiendo en países hispanoparlantes y angloparlantes en los lustros recientes.

La revista en español fue pionera en la internacionalización de Granta, que se expandió en países como Italia, Suecia, Japón, China, Portugal, Brasil, Finlandia, Israel, Noruega, Bulgaria, entre otros. Lo que los editores de Granta en español siempre han pretendido es establecer un diálogo y debate entre países de habla hispana para insertarlo en la conversación internacional por medio de la traducción. Con ello, la revista publica obras originales, novedosas y reportajes narrativos cuidadosamente seleccionados. Y también entrevistas a fondo sobre el arte literario con destacados escritores.

En Letra Global hemos destacado sus recientes números, como el titulado Poéticas del lenguaje, centrado en la música de las lenguas, las palabras vivas que cobran significados distintos, con la ayuda de los traductores. Se trata de un número sextilingue que demuestra la enorme riqueza lingüística en España.

Y para comenzar la presencia de Granta en español en Letra Global, hemos seleccionado un primer texto, el de Jon Fosse

Se trata del escritor y dramaturgo noruego Jon Fosse, que acaba de obtener el Premio Nobel de Literatura. Granta en español publicó su relato Soñado en piedra en el número 19, bajo el título de Tierra, en la primavera de 2017. La editora Valerie Miles publicó, en Emecé, la primera novela de Fosse en español, Melancolía I y II. 

La traducción del relato que se publica a continuación corre a cargo de Ana Sofía Pascual.

Soñado en piedra (Granta en español, primavera 2017) 

I

Nadie reparó en el alud porque el derrumbe fue muy lento. No se derrumbó gradualmente, de un día para otro, ni siquiera de una hora para otra, minuto a minuto, sino que el movimiento fue constante, imparable, y si uno hubiera querido, lo habría detectado, a no ser que pretendiera negarlo a propósito, pues era evidente que la montaña se derrumbaba, que era un alud, tenía que serlo, porque ¿qué podía ser si no?

Pero ¿entonces fue un desprendimiento?

No, más bien se produjo a sacudidas bruscas, apenas perceptibles.

Pero ¿lo vio alguien?

No, nadie, o tal vez sí, sólo que a lo mejor no quisieron verlo, o realmente nadie lo vio porque las sacudidas fueron muy rápidas, aunque, eso sí, llegaron, sacudida tras sacudida.

Pero tú dices que a eso no se le puede llamar alud.

Pues sí, hubo un alud, insisto en que fue un alud, hubo un alud.

Pero dentro del alud, ¿qué sucedió? ¿Había una grieta en medio de algún lugar?

Pero, a ver, ¿por qué me preguntas eso?

Creo que se produjo el alud porque en algún lugar había una grieta, y que fue esta grieta la que finalmente provocó el derrumbe.

Sí, puede que así fuera. Pero las pequeñas y casi invisibles grietas se juntaron, por así decirlo, en una enorme grieta, en un barranco.

Y tu voz resuena, casi feliz.

Un barranco.

Sí, sí, como un barranco, dices.

 

II

 

No puedo dejar de pensar que el derrumbamiento fue muy lento, apenas perceptible.

Sí, ya lo dijiste antes.

Sí, digo yo.

Pero la verdad es que el alud en sí fue muy repentino.

Sí, digo.

Sí. Y luego hubo más aludes, y ya está, allí estaba. Eso dices tú.

Allí estaba yo, eso es todo, digo yo.

Allí estabas, sin más, dices tú.

Sí, allí estaba yo, tirado sobre las escaleras frente a la puerta de mi casa.

¿Y entonces qué pasó?

Y entonces alguien me dijo algo y yo intenté ponerme de pie, pero no lo conseguí, y entonces alguien me ayudó a levantarme. Y allí estaba, de pie. Y entonces abrí una puerta. Y entré, y luego cerré la puerta.

¿Y luego qué?

No recuerdo nada, y de pronto recuerdo que desperté echado en el suelo frente a la puerta. Me levanté. Me quedé de pie. Avancé.

¿Y entonces?

Pensé que debería echarme en la cama.

Sí.

Sí, y entonces me desperté de nuevo, pero esta vez estaba echado al lado de la mesa de la cocina. Y pensé que debería irme a la cama. Me levanté. Ya estaba de pie. Encontré el sofá, y allí me eché.

III

Hubo tres aludes. Todo estaba a oscuras, y en mis sueños había una especie de neblina, pero con una especie de temblor en algún lugar de su interior, como fragmentos de piedra, como pequeñas piedras, pequeñas piedras en movimiento, como pequeñas piedras en un lento corrimiento de tierra, un corrimiento tan lento que ni siquiera puede llamarse corrimiento.

Sí, eso ya lo dijiste antes.

Sí, digo yo.

¿Y entonces?

Nadie vio el corrimiento.

Estabas solo.

Sí, sí, digo yo, sí, así es.

Y supongo que precisamente por eso no fue un corrimiento.

No, posiblemente no.

Pero algo parecido.

Sí, digo yo.

Y entonces se hace el silencio durante un buen rato.

Y ahora.

Ahora.

¿Qué piensas? Quiero decir, respecto al corrimiento. ¿Qué fue de las piedras? Estaban allí, pero entonces hubo un nuevo corrimiento de tierra.

Sí, ya.

IV

Los cascajos, éstos piedras también, pequeñas piedras, estaban allí, brillando en medio de la neblina gris. Brillaban débilmente, pero brillaban, y la luz se concentró y descubrí que estaba echado en el sofá. Me levanté. Salí por la puerta. Volví a cerrar la puerta. Me alejé. Estuve esperando que llegara un autobús. Me resultaba difícil mantenerme en pie. Y entonces se produjo un nuevo corrimiento. Y de pronto me encontré tirado en la acera. Supe enseguida que estaba tirado en la acera. Alguien llegó corriendo. Me ayudó a incorporarme. Me levanté. Intenté subirme a un autobús, pero otro hombre acudió a toda prisa y me dijo que no podía viajar en el autobús, que no era un autobús para gente como yo, dijo el hombre, y yo le pregunté si realmente no podía subirme al autobús, no, no, no era un autobús para gente como yo, dijo el hombre. Se lo pregunté al conductor, era una mujer, y ella me sonrió y negó con la cabeza. No dijo nada, o tal vez me dijo que no. Y entonces, si no recuerdo mal, creo que fue así, se acercó el hombre que antes me había ayudado a ponerme en pie y me acompañó hasta un coche, era un taxi. Me metí en el taxi y salimos de allí. El que conducía dijo que a menudo no pensaba en nada, que la nada está en todo. La nada está en todo, dijo el taxista.

Sí, dices tú.

Yo no le dije nada acerca de las piedras.

No, por supuesto que no lo hiciste.

Nada sobre corrimientos de tierras.

No, por supuesto que no.

Y allí estábamos, sentados sin decir nada. Nos quedamos así un buen rato.

No me gusta que hables de piedras y corrimientos de tierra, es como una impostura, parece que mientas.

Sí, digo yo. Supongo que debe de ser así.

Pero entonces ¿por qué lo haces?

No lo sé muy bien.

No, claro, debe de ser difícil saberlo.

V

Las piedras cantan y no cantan. Aunque la neblina se ha disipado los pedruscos siguen allí, unos contra otros, ordenadamente, como si los hubiera colocado un prodigioso maestro mampostero, así los encontré, incluso después del corrimiento de tierra.

Desplome, dices tú, sí, sí, digo yo.

Y entonces nos reímos, sí, nos reímos. También después del corrimiento de tierra.

Y luego te metiste en un coche. Y el que conducía dijo que había parte de la nada en todo, ¿y qué?

En un taxi y charlamos un poco de todo y nada, y de lo que está detrás y lo que está dentro de lo que hay, de allí vino, está allí, dijo el que conducía.

El taxista.

Sí, él, sí, dijo que la nada era Dios antes de que empezara todo, y entonces todo comienza con el Verbo, dijo, sí, el que conducía el coche fue quien lo dijo.

Muy bien dicho.

Fue como si la nada se derrumbara, digo yo. Pero todo estaba muy gris, como envuelto en una neblina.

Como granito gris.

Sí. Pero era un poco más claro dentro del coche.

En el taxi.

Sí, digo yo.

¿Y entonces?

Pues entonces me bajé del taxi y me metí en el aeropuerto. Y entonces volvió el temblor. Estaba tirado en el suelo y cuando alcé la mirada estaba rodeado de gente, y uno de ellos me tomó el pulso y dijo que estaba débil, y entonces apareció un hombre con una silla de ruedas y me sentó en ella y me condujo hasta una sala, y yo me quedé allí sentado y él me dijo que a lo mejor me dejarían subir al avión, antes debían evaluar mi estado, dijo, y me ofreció agua, y luego me llevó hasta el avión en la silla de ruedas, el primero entre todos los pasajeros, y cuando nos acercábamos a la puerta del avión alguien vino a mi encuentro...

¿Quién?

…una azafata vino a mi encuentro, y ella dijo: tiene permiso para subir a bordo, y entonces me metieron en el avión y me sentaron en el asiento de delante, y otra…

¿Otra azafata?

…me preguntó si deseaba algo, y yo le dije que tal vez un poco de agua. Y entonces me trajeron agua. Piedra y agua, digo. Piedra, piedra y agua. Y de pronto estaba en medio de una avalancha de fragmentos de piedra, y todas las piedras formaban una especie de neblina gris, y sin embargo las piedras molidas desprendían un poco de luz, y estaban perfectamente ordenadas, como si alguien las hubiera colocado formando una especie de muro. Un precioso muro.

Sí, eso ya lo dijiste antes. Yo mientras tanto pienso que toda esta cháchara acerca de piedras y avalanchas no son más que mentiras y ocultaciones, pero a lo mejor, a pesar de todo, tenga algo de cierto, pienso yo.

Un nuevo y precioso muro.

¿Y entonces?

Entonces me bajaron del avión en la silla de ruedas. Yo les aseguré que podía andar, pero no me dejaron porque a lo mejor volvía a desplomarme, por eso era preferible que me quedara sentado en la silla de ruedas, y entonces alguien me recogió, sí, así fue, lo recuerdas, ¿verdad?

No. No fui yo quien te recogió.

No, no fuiste tú, fue otra persona quien me recogió, y me metió en su coche y me llevó a mi piso, y me guió hasta el interior, y yo me acosté, y mientras estaba allí echado fui una avalancha, fui una piedra convertida en muchas piedras, una avalancha, una avalancha que avanzaba sin parar, y me quedé allí tendido sin más, hasta que la avalancha empezó a moverse, temblé, temblé y temblé, y entonces temblé un poco menos. Y temblé, y todo son piedras grises en medio de una neblina, y todo es una lenta avalancha, lenta, y de pronto en medio de todo lo gris aparece algo de blanco, no se distingue, pero es blanco, ¿verdad?

¿Blanco como la nieve?

No, no es como la nieve, y no es blanco, y sin embargo es blanco, es nieve, no es nieve… no, no es blanco, no es nieve es gris, simplemente gris, es más gris… en cierto modo sencillamente gris, si no fuera por las piedras que seguían allí, en reposo, y que se habían dispuesto delicadamente, tan bellas y apacibles a pesar de que yo temblaba sin parar… y mi hijo me preparó la cena, pero no fui capaz de comer nada, y me compró una botella de vodka, y dejé de temblar tanto, y me tranquilicé, y entonces me dormí plácidamente sobre, o en aquellas brillantes piedras grises, dormí, no recuerdo gran cosa, cada vez recuerdo menos, y entonces llegaron con una camilla y me dicen que debo vestirme, y entonces tú dices que no va a poder, ¿no lo ven?, dices, y yo no dejaba de temblar, y dije que podía ponerme un albornoz, y fue fácil, y entonces fue cuando me depositaron sobre la camilla. Y seguía temblando. Noté que la avalancha había desaparecido. Yo mismo era una avalancha.

Pero las piedras seguían allí, formando un muro, aunque éste se derrumbaba.

Te creo. Porque sentía como si las piedras de la avalancha fuera yo.

VI

Eras un barranco que se agrietó y se fragmentó en piedras, y entonces las piedras se quedaron allí, bellamente dispuestas en un muro.

Sí. Sí, eso parece, ahora sí me lo parece.

Sí. ¿Y el barranco ha desaparecido?

El barranco ya no existe.

Y las piedras brillan formando su propio patrón nuevo.

Sí, digo yo. Lo que antes se hallaba en el barranco, se encuentra ahora entre las piedras.

¿Y las piedras juntas conforman un espacio abierto?

Sí, digo yo.

¿Hay algo en esa estancia?

Eso creo, digo. Siento que hay algo.

Y nos quedamos sentados en silencio.

El tipo ese que dice que la nada está en todo.

¿Sí?, digo. ¿Qué pasa con él?

No, nada.

VII

Los lentos corrimientos de tierra, y luego los bruscos, ligerísimos, como repentinos golpes de viento. Y finalmente la quietud. La gran grieta, con su luz brillante, luego la lenta e imperceptible avalancha, y de pronto el brusco corrimiento. Es cuando llegan las piedras, grises como la neblina, aunque todavía guardan un poco de luz en lugar de la nada, un poco de la luz de la nada, tan tenue, casi tanto como las cenizas, casi tan débil como las cenizas candentes de la piedra. Y luego piedra sobre piedra. Me encuentro en el espacio tras el muro que conforman las piedras, mis piedras, las piedras de otros, y allí dentro está la luz, la fuerte e invisible luz que vino del cielo encima y alrededor de las piedras. La luz de la nada. La luz de la nada en la piedra. La luz del amor en la piedra.

VIII

Y me meto allí, tras las piedras, y me siento. Contemplo las piedras. Descubro que yo soy las piedras, pero no como yo, sino como lo que yo soy dentro de mí. Me meto entre las piedras y me coloco, extiendo los brazos, como una cruz. Y miro hacia una cruz. Bajo la mirada. La alzo. Me siento. Miro hacia las piedras, tan bien dispuestas, piedra sobre piedra, en un muro. Vuelvo a levantarme. Estoy de pie.

IV

Y entonces me coges de la mano. Y las piedras dicen que existe el amor.

¿No tuviste miedo?

No, nunca.

Pero casi te mueres.

No tenía miedo a morir, digo.

Yo tampoco tengo miedo a morir.

No, digo yo.