Benjamin Moser, biógrafo de Susan Sontag / LENA PRIETO

Benjamin Moser, biógrafo de Susan Sontag / LENA PRIETO

Filosofía

Benjamin Moser: "La máscara pública que creó Susan Sontag acabó por devorarla"

El biógrafo de Susan Sontag, Premio Pulitzer 2020, descubre aspectos desconocidos de la personalidad de la gran intelectual norteamericana, una mujer insegura y dubitativa

12 octubre, 2020 00:10

Tras publicar Por qué este mundo (Siruela, 2017), una biografía de la escritora Clarisse Lispector gracias a la cual quedó finalista de National Book Critics Circle Award, Benjamin Moser ha dedicado más de cinco años al minucioso estudio de la obra y la vida de Susan Sontag. Su libro Sontag. Vida y obra (Anagrama) es el resultado de ese lustro de silencioso trabajo. Se trata de la primera biografía de la gran intelectual norteamericana, fallecida en 2004. Un libro que no ha dejado indiferente a nadie y que ha llevado a Moser a obtener este año el prestigioso Premio Pulitzer. 

–Si no me equivoco, Clarisse Lispector y V. S. Naipaul fueron los dos autores que despertaron en usted el deseo de ser escritor.

–Sí, ¿cuándo lo dije? Es verdad, Lispector y Naipaul son dos de mis obsesiones desde que tenía veinte años y, en gran medida, lo siguen siendo.

–De Lispector escribió la biografía, de Naipaul…

–Ya existe una biografía suya hecha por un escritor inglés que la redactó cuando Naipaul aún estaba vivo. De hecho, el único problema que tiene el libro es que le faltan sus últimos diez años de vida, pero por lo demás es muy buena. 

–Déjeme entonces preguntarle cuál era su relación con Susan Sontag antes de convertirse en su biógrafo. ¿Lector? ¿Admirador?

–A mí siempre me han fascinado las mujeres intelectuales. Creo que hay mucho que contar y que decir sobre la mayoría de ellas, puesto que no se ha escrito demasiado, incluso de las que son más relevantes. Cuando me ofrecieron escribir su biografía me entusiasmé porque para nosotros, los norteamericanos, Sontag es la intelectual por antonomasia. Había leído cosas suyas, pero no de forma sistemática y debo decir que, escribiendo el libro, me he dado cuenta de que en realidad todo el mundo sabe quién es, pero apenas nadie la ha leído. Eso sí, todos tienen una opinión sobre ella. He leído su obra a fondo y cuanto más leía más me daba cuenta de la grandiosidad de su persona. 

Retrato de Benjamin Boser en el hotel condes de Barcelona  / LENA PRIETO

Retrato de Benjamin Boser en el hotel condes de Barcelona / LENA PRIETO

–David Rieff, el hijo de Sontag, quiso que fuera el biógrafo de su madre, aunque usted más de una vez ha insistido en que esta no es una biografía autorizada.

–Es que no lo es. Es decir, a mí me autorizaron a tener acceso al archivo privado de Sontag, pero el libro no fue aprobado por nadie. Yo nunca hubiera hecho un libro que requiriera la autorización de alguien o que pudiera ser censurado por una razón u otra. Yo no trabajo así. Los problemas con esta biografía surgen de la hostilidad que hay entre David Rieff y la última pareja de Sontag, Annie Leibovitz, que estaba convencida de que yo iba a escribir al dictado del hijo y, por tanto, a confeccionar un relato en su contra. Por esto, durante cinco años se negó a hablar conmigo hasta que finalmente, conseguí hacerle saber, a través de una amiga común, lo que estaba diciendo Rieff para que ella, si quería, pudiese contestar. Así que un día, estando yo en París, me convocó. Una asistente suya me dijo que quería verme el día siguiente en Nueva York. Cogí un avión y me fui para allá. Pasé un día entero con ella, que me contó toda su historia, dotando al libro de mayor profundidad. No nos hemos vuelto a ver personalmente desde entonces, pero sí hemos intercambiado algún mail.

–¿Sabe si ha leído el libro?

–¡No lo sé! No me ha dicho nada. Se lo envié, como es lógico, pero no te puedo decir más. No es una mujer que lea mucho; diría, más bien, que es una persona completamente visual. De hecho, creo que ha leído muy pocos libros de Susan. 

–¿Cuán determinante fue Sontag en la decisión de Leibovitz de viajar a Sarajevo y fotografiar el conflicto bélico?

–Annie empezó a trabajar siendo muy joven, cuando tenía apenas 19 años. Hacía fotos para la revista Rolling Stone, fotografiaba a gente del espectáculo, si bien desde muy pronto quiso hacer un trabajo menos comercial y más artístico, pero también más comprometido. Después de tantas portadas, Annie quería hacer algo político. Y gracias a la fama suya y a la de Sontag aquellas fotos de Sarajevo tuvieron una repercusión enorme. Evidentemente, si Annie fue a Sarajevo fue, en gran medida, gracias a Susan, pues, como te decía, no era una fotógrafa ni especializada en conflictos ni en la actualidad política. Sin embargo, poco después decidió viajar a Bosnia, y está muy orgullosa del trabajo realizado, sobre todo por la influencia que tuvo. 

Sontag, Benjamin Moser

–Volviendo a Sontag, Salman Rushdie dijo que había dos Susan, la buena y la mala y que la mala era “un monstruo implacable”.

–Tenía estas dos caras y más. Como te decía, me gustan las divas, las personas extremas. Sontag lo era. No era una mujer que se pasara el día en su jardín mirando las flores, era alguien fuera de lo normal. Era de esas personas que hacen y dicen lo que les da la gana. Podía decir las cosas más terribles y recibir aplausos por ello. A ella le encantaban también las divas, figuras como Medea o María Callas, por ejemplo. 

–Usted afirma que escondió su personalidad, insegura y que nada tenía que ver con su imagen pública. 

–Tuve acceso a los archivos secretos de la Universidad de California, donde Sontag dejó guardados documentos que solo se podrán publicar cuando se hayan cumplido los cincuenta de su muerte. Entre estos documentos están sus diarios. Leyéndolos, tras esa imagen tan poderosa y que todos conocemos, encontramos una mujer insegura y dubitativa. Vemos a una mujer que perdió a su padre siendo una niña, que tuvo una madre alcohólica que no le hacía caso, que no tenía un hogar, pues cada año cambiaban de lugar de residencia, que vivía muy mal su lesbianismo, tendencia sexual censurada públicamente. De joven, no tenía ni familia ni dinero, necesitaba algo con lo que protegerse, así que se construye una imagen pública que poco o nada tenía que ver con lo que realmente era. Y, como le sucede al monstruo de Frankenstein, esta máscara acabó devorándola. De hecho, sus reflexiones sobre la fotografía, la imagen o la fama nacen de una experiencia personal: ella mejor que nadie sabía el poder y el peligro que tienen las imágenes. Piensa en el Saturno de Goya comiéndose a sus hijos: esto es lo que hace la fama y la imagen. Ella era muy consciente de esto y lo paradójico es que fue víctima de lo mismo que denunciaba.

–Fue coetánea de Warhol y de Capote, vivió en un tiempo en el que el mundo de la intelectualidad y del arte no renunciaba a la frivolidad del espectáculo.

–Sin duda. Y eso es muy interesante porque esta mezcla de ambientes supuso toda una revolución dentro del mundo intelectual norteamericano. También fue revolucionario que alguien como Sontag escribiera ensayos sobre la fama, la celebridad o la imagen, pues se consideraban cuestiones poco serias. En los años sesenta, Warhol, Capote o la propia Sontag demostraron que se podía ser un artista y una persona intelectualmente respetable y, al mismo tiempo, una figura mediática. Hago mucho énfasis en esto, porque, mientras hoy no sorprende este doble aspecto de Sontag en los años sesenta chocaba y mucho. Pongo tanto el acento en esta cuestión como en su lesbianismo. Para comprender su silencio al respecto tenemos que recordar que ella nació en 1933 y que en la América en la que vivió había mucha resistencia hacia la homosexualidad. 

Benjamin Boser firma una dedicación / LENA PRIETO

Benjamin Boser firma una dedicación / LENA PRIETO

–¿De ahí su silencio incluso durante los duros años del Sida?

–Yo no me puedo quejar, pero para mucha gente la homosexualidad es algo difícil de afrontar. Para Susan lo fue. Como te decía, nació 1933, en un mundo muy distinto al nuestro y no consiguió sumarse a la evolución que vivió el pensamiento queer. Por ejemplo, no estaba de acuerdo con lo que proponía Judit Butler, una pensadora feminista y lesbiana más joven que ella. Janet Malcolm, en la reseña que hace a mi biografía, reseña que, dicho sea de paso, es muy homófoba, afirma que no es relevante la sexualidad de una persona. Esta afirmación revela la posición de privilegio de quien la dice. La homosexualidad, para mucha gente, es una herida, un drama que cada cual vive como puede y quiere. El hecho de que yo no haya tenido una experiencia así no significa que muchos no la tengan y, sobre todo, que no la hayan tenido en las décadas precedentes, cuando el rechazo de la homosexualidad era grande. Si hubiera dicho públicamente que era lesbiana Susan habría perdido muchos lectores. Ella sentía miedo al rechazo. Sin embargo, estoy convencido de que hubiera sido más feliz si hubiera vivido su sexualidad de otra manera. 

–Ella nunca habló públicamente de su sexualidad, pero ¿acaso en Nueva York no conocía todo el mundo su relación con Annie Leibovitz?

–Es muy interesante este hecho. Cuando lo entrevisté para el libro, Edmund White me dijo que cuando no había ni redes sociales ni internet una cosa que se sabía en los círculos intelectuales y/o elevados de Nueva York no trascendía a otros ambientes. 

Por qué este mundo, Benjamin Moser

–Hablando de feminismo, usted sostiene que sus ensayos feministas son de los mejores que ha escrito, si bien fueron publicados muchos años después. 

–Ayer, hablando con un amigo de mi edad, [Moser tiene 44 años], comentábamos que, cuando estudiábamos, en los años noventa, el feminismo había pasado de moda, no interesaba, en parte porque se creía que las ideas feministas de los sesenta habían sido asumidas e incorporadas y, por tanto, que ya no había que reclamar nada. Susan, que era muy sensible a las modas intelectuales, se dio cuenta de que aquellos ensayos que había escrito no eran acordes con su tiempo, de ahí que no los publicara.

–Es interesante su transformación política: Sontag pasó de apoyar a Fidel Castro a definir el comunismo como un “fascismo con rostro humano” y a criticar a García Márquez durante una conferencia en Bogotá.

–Los colombianos aplaudieron sus palabras. Su cambio de opinión respecto del comunismo es propio de toda una generación de intelectuales que, en sus inicios, apoyaron a Fidel Castro, más o menos hasta el caso de Herberto Padilla, a quien Susan defendió abiertamente, junto con muchos otros intelectuales. La posición política de Susan respondía a esa época y a lo que dictaba la izquierda de entonces, que, muy lentamente, fue virando hasta adoptar una postura más crítica con el castrismo, si bien hay excepciones. Este fue el caso de Gabriel García Márquez.

–¿Qué papel jugó Brodsky? Tras su muerte Sontag escribió: “Me he quedado sola”

–Ella sentía una gran admiración hacia figuras que consideraba intelectualmente superiores a ella. Este era el caso de Thomas Mann o de Brodsky, que murió muy pronto. Con su desaparición se sintió muy sola. Susan era una mujer que se inspiraba mucho en los grandes artistas y en aquellos a los que consideraba sus maestros, como Brodsky, que evidentemente influyó en su percepción del comunismo, dado que él tuvo que huir de la Unión Soviética, donde fue perseguido políticamente. 

Edición en inglés de 'Sontag', de Benjamin Moser

–¿Estaba preparado para todos los comentarios que la biografía ha provocado?

–A Susan la amaban y la criticaban por partes iguales. Y, sí, cuando comencé a trabajar en la biografía era plenamente consciente de que me iba a tocar lidiar con los que la amaban, pero también con los que la odiaban. Prueba del magnetismo de Susan es que, como me dijo alguien, mi biografía ha sido el libro más reseñado del año en Estados Unidos. Todavía hoy todo el mundo quiere opinar sobre ella y, de hecho, sería muy interesante ver cómo cada generación se acerca a su figura, se la apropia o la rechaza, dependiendo de sus intereses. Las mujeres más jóvenes, por ejemplo, las consideran un referente feminista, si bien ella nunca quiso serlo. Al inicio de la entrevista te decía que casi nadie ha leído su obra. Y es así, lo que pasa es que se ha convertido en un símbolo, en una imagen en la que cada uno ve lo que le interesa. 

–¿Era mejor ensayista que novelista?

–Es lo que dice todo el mundo.

–Y, ¿usted qué dice?

–Yo digo que es un cliché. Era una figura dominante no solo en las letras norteamericanas, sino mundiales. Sontag tiene ensayos brillantes, pero también algunos muy malos. Lo mismo pasa con su narrativa de ficción, donde encontramos textos muy buenos. Personalmente, lo que más me interesa de ella, como de cualquier artista, son los fracasos, puesto que si recorremos la historia intelectual veremos que muchas veces los fracasos conducen a éxitos posteriores. 

Benjamin Boser posa después de la entrevista con Letra Global / LENA PRIETO

Benjamin Boser posa después de la entrevista con Letra Global / LENA PRIETO

–¿Cómo vivía Sontag esos fracasos?

–Solía decir: “Hay tanta gente que trata de llevarme para abajo que no lo voy a hacer yo”. 

–Fue de las primeras en aplaudir a escritores europeos como Sebald o Bolaño, de quien fue una auténtica entusiasta. 

–Ahora tenemos internet, vuelos baratos, estamos informados de todo cuanto acontece en cualquier lugar del mundo. A pesar de la distancia, ciudades como Barcelona y Nueva York están conectadas, pero ni en los sesenta ni tampoco en los ochenta o en los noventa las cosas eran así. Las comunicaciones eran más difíciles. Y, a pesar de ello, Sontag conseguía descubrirnos escritores y libros que de otra manera hubiéramos conocido mucho tiempo después. En este sentido, hizo un trabajo importantísimo y dotó de aire nuevo a la cultura norteamericana.