Francesc Pané, por Farruqo

Francesc Pané, por Farruqo

Letras

Francesc Pané; habla memoria

El autor reúne un poemario, 'Llum de tardor', para desnudarse ante el misterio de la vida, dotado de una metafísica sin esperanza, a la manera del austríaco George Trakl

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Cuando la exploración poética de la naturaleza es un medio para alcanzar el fin, aparece Llum de tardor de Francesc Pané (Pagès Editors). En un sincretismo ajeno al tiempo, la poética esconde, bajo el momento presente, las fechas reales de toda una vida.

En las páginas de este poemario, visitamos el árbol, la tierra, el viento, la mala hierba, las flores silvestres o las gruesas rocas de la infancia del poeta, todavía “imperturbables”, en la finca de sus padres. La naturaleza metaforizada rodea el objetivo real del autor: la palabra, cuya potencia polisémica será  sometida por la exactitud del sustantivo (los cañaverales siempre silban al viento, las patatas buscan sin pensarlo el calor del fuego y los suspiros solo pueden ser trémulos).

La contemplación encuentra preguntas para las respuestas esenciales y ausentes, el espacio restringido del tono elegíaco, que bate Europa desde Rilke hasta Carles Riba, llegando a nuestros días. Autor de novelas, como Tendres van ser els dies, Dies de fel i de magrana, Cristall de roca, El vol de les papellones o L’ombra dels minarets, Francesc Pané, lingüista, profesor y ex diputado del Parlament, regresa al arte más difícil: la poesía que “crea este mundo y revela otro”, en palabras de Octavio Paz.

Belleza innegociable

Ahora, en Llum de tardor, el autor reúne un poemario para desnudarse ante el misterio de la vida, dotado de una metafísica sin esperanza, a la manera del austríaco George Trakl, que murió joven y que compartiría con él la mirada hacia un finismundo, abandonado por los dioses.

Francesc Pané, autor de 'Llum de tardor'

Francesc Pané, autor de 'Llum de tardor' PAGÈS EDITORS

El poeta envuelve la tristeza en un hálito de belleza radical innegociable, nunca compasiva, siempre tangible, como las “flores amarillas de la retama”, “las mañanas vestidas de nube” o “la ropa vieja, mojada de barro y de rocío”.

Su irrupción ante lo desconocido no tiene amarres. El ser humano se pregunta por qué los parques y las ciudades miran siempre  al cielo vacío azulado (buit blavís), cuando buscan la gran respuesta. Pané encuentra respuestas tangibles, “la aurora que empieza” o “el cirio que se acaba” y expone su lamento en este preámbulo: “la esperanza en la luz se despierta”. Esto último es casi un cara a cara con Joan Margarit, si recordamos el momento en que el arquitecto y gran bardo lanzó aquel dardo certero: “Fuera de la poesía / el hombre y la mujer se encuentran a la intemperie” (Casa de misericordia).

El temple de Pané es margaritiano; su pulso se acerca al de Salvat Papasseit, el maestro de Nocturn per acordió, y su rima conjuga con el JV Floix, cazador del heptasílabo, señor de la anáfora, que conmovió al mundo en Es quan dormo que hi veig clar.

El olvido que seremos

La composición surrealista del pastelero de Sarrià encuentra un doble difuso -algunos le llamarían ahora doble cuántico- en el Pané de la pieza Desmemoria, cuando “caen las corolas que no hace nada eran gritos de orgullo”. Y acaba con un toque de humor demasiado agrio para ser risible: “inexorablemente pasan cosas, tan banales”. Es el sarcasmo ácido y desdramatizador de la gente del Pla d’Urgell o Les Garrigues, sobre un margen o en una despedida furtiva, con los pies clavados en el suelo y la mirada desafiando al poniente escarlata.

Pané ofrece uno de sus mejores secretos en Minerals, el poema intenso que cierra la segunda parte del libro, titulada Ai de campanes. El propio autor dice que Minerals es la fuerza de un deseo que es desdeseo; el deseo de querer vivir para acabar muriendo, sabiéndolo”. La palabra nace de la experiencia para entrar en la vivencia imposible. Su intención es la de llegar a “¡La interminable presencia!/...... ¡La edad incontable de lo que no es!”.

Poemario de Francesc Pané, 'LLum de tardor'

Poemario de Francesc Pané, 'LLum de tardor'

Descartada la nostalgia, la vida después de la muerte no volverá a ser vida a no ser que pongamos sobre la mesa la resurrección de la carne. Pero también para este hombre -un intelectual no creacionista- el misterio es el umbral de la pesadumbre. “Ya somos el olvido que seremos/ El polvo elemental que nos ignora...”, escribió Borges en Sonetos inéditos, tratando de sortear al destino inapelable.

Entre los seres humanos resulta imposible convertirse en un canto rodado o en una superficie de obsidiana. El corazón late a base de retumbos y el alma se desvive por desentrañar el futuro sideral que nos aguarda ¿La materia es eterna? La galería de palabras-imagen de Pané le aproxima entonces a Miquel Martí Pol, el poeta de Roda de Ter que exaltó el triunfo de la libertad, el trovador excelso para ser cantado.

La fe primitiva

La panoplia de aproximaciones y distancias de Pané, respecto a la poesía catalana, a caballo entre los siglos XX y XXI, no reside en las contingencias ni en las coincidencias; es hijo de la concomitancia. Uno no espera delirios esotéricos bajo el sol leñoso del olivo y el almendro, pero se da de bruces con la proporcionalidad de los rasgos del rostro del poeta, la profunda fuerza moral, intelectual y física que transmite. Su porte de hombre enjuto y ojos claros es un alegato frente a los que nacen vencidos y “vencidos mueren”, diría Hernández.

Pané es un lector de textos evangélicos y paulinos; el suyo es un Dios contrahegemónico de galileos y gentiles; encaja en la fe primitiva que resplandeció entre los dos primeros concilios cristianos, Nicea y Tesalónica. La tercera parte de Llum de tardor recibe el influjo de la Ruta del Románico, de Vallbona y Santes Creus, y especialmente de Poblet, -sin confesarlo- la basílica milenaria, sede de la  Capilla Real, donde reposan los restos de varios monarcas de la vieja Corona.

Entre matorrales y magnolias

El autor oye el canto de laudes que recorre el monasterio, “la salmodia del ciprés” y el viento cuando le grita al granado ¡despiértate! para obtener a cambio su silencio y sus primeros brotes.

Estos versos, marcados a fuego por la reflexión intelectual, apelan al sentimiento -descartado de raíz el sentimentalismo-. remedan el racionalismo, se levantan contra el sueño dogmático, abrazan a Roger Garaudy y Antonio Gramsci. Expresan en suma la ética liberadora del cristo emancipador, el caído, el durmiente (citado así en el poema En el temple) el que “suda sangre bajo el olivo”, “el que pesca en la barcaza”. 

En el cráter de este poemario se encuentra el argumento de fondo: Recorda memoria!, un poema postulado de los citados trémulos y suspiros; una despedida rimada que retrotrae a la nostalgia del Navokov narrativo, en ¡Habla memoria!, víctima monumental de la Rusia blanca y roja, suspirando entre libélulas y mariposas, como la hace Pané, en su jardín-mágico, entre matorrales y magnolias.