José Antonio Godoy Cazorla (derecha)

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Letras

Keko, un hombre en blanco y negro

José Antonio Godoy Cazorla asume su realidad como un héroe contemporáneo, como si lo suyo fuese uno de esos trabajos sucios que alguien tiene que hacer

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A mediados de los años 90, cuando ya empezaba a vivir sumido en la lectura de literatura policial (a la que me enganché gracias a Lawrence Block y su detective y santo bebedor Matt Scudder, a este género todo el mundo llega por donde puede y no hay caminos mejores que otros), se me ocurrió que podría ser una buena idea fabricar una serie ambientada en Estados Unidos que, a poder ser, resultara más comercial que todo lo escrito hasta ahora para Montesol y Sento. La serie estaba protagonizada por un tipo llamado Brendan Beckett, que era una mezcla del Scudder de Block y el teniente corrupto de la película homónima de Abel Ferrara. El primer álbum, que resultó ser también el último, ¡así es mi sentido de la comercialidad!, se titulaba El amor duele (por la canción de Roy Orbison Love hurts) y conseguí endilgárselo a un dibujante que me encantaba entonces y me sigue encantando ahora, el gran Keko (José Antonio Godoy Cazorla, Madrid, 1963), con el que había ido haciendo amistad a lo largo de los años (y de los encuentros para comer y beber durante el Salón del Cómic de Barcelona).

Las cosas ya no empezaron muy bien. Nuestro editor, Joan Navarro, se empeñó en que el libro fuese en color, cuando si en algo destaca Keko es en un uso dramático y casi expresionista del blanco y negro. Se suponía que se optaba por el color por una cuestión de comercialidad, pero resultó contraproducente, sobre todo porque la edición salió con el color un poco a la virulé (no eran los tonos que tenían que ser, pero al editor se le antojó un despilfarro inasumible repetir la edición y nos quedamos con el álbum en color chungo de un maestro del blanco y negro: un éxito total y absoluto tras el cual Keko siguió dirigiéndome la palabra, algo que dice mucho de su buen carácter y nobleza de espíritu). Gracias a las tristes ventas de El amor duele, nunca hubo una segunda entrega de la serie, que se quedó en otro intentó bienintencionado de demostrar que se podían hacer thrillers que no tuvieran mucho que ver con el Torpedo de Bernet y Abulí (¡eso sí que es vender!).

El amor duele se publicó en 1997, pero yo llevaba cruzándome con Keko desde mediados de los años 80, cuando colaboraba en Madriz y en Cairo y aterrizaba con cierta frecuencia por Barcelona. Era un tipo peculiar, peinado con tupé y brillantina y vestido como de rockabilly de los años 50, lo cual no le impedía dar muestras de un sentido del humor a prueba de bomba o ser un gran aficionado a los toros (cada año se dejaba una pasta en su abono para la feria de San Isidro). A mí a veces me parecía una mezcla de Buddy Holly y Tony Leblanc. Keko hizo también amistad con Mique Beltrán, quien le escribió el guion de Livingston contra Fumake (1987), que les publicó Navarro. Como ilustrador, colaboró en la revista de Max y Pere Joan Nosotros somos los muertos (una de las mejores rarezas jamás aparecidas en España y yo diría que en Europa) y en la descacharrante publicación Mondo Brutto, de distribución precaria, pero clientela fiel. Cinco años después del exitazo perpetrado a medias conmigo, nuestro hombre publicó un álbum estupendo y totalmente suyo, guion y dibujo, titulado 4 botas.

Como tantos otros compañeros de profesión, Keko se tiró varios años dando la impresión de que se dedicaba a lampar en el proceloso y achuchado mundo de la historieta española. Eso se acabó, ¡afortunadamente!, cuando empezó a trabajar con el guionista Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), con el que ha publicado hasta la fecha cuatro interesantes álbumes: la trilogía compuesta por Yo asesino (2014), Yo loco (2018) y Yo mentiroso (2020), y un curioso encargo del Museo del Prado como los que también recibieron Max o Montesol, El perdón y la furia (2017), centrado en la investigación obsesiva de un estudioso sobre el pintor José de Ribera, alias El Españoleto, y unas obras suyas desaparecidas in illo tempore. En 2023 publicó el espléndido Contrition, con guion de Carlos Portela (Vigo, 1967), que es en lo que estaba trabajando la última vez que me lo crucé en el Salón del Comic de Barcelona y acabamos, como de costumbre, hablando de la precariedad y el cutrerío que imperan en la industria española del tebeo, donde un dibujante del talento de Keko tiene que depender de ser editado en Francia para llegar, más o menos, a fin de mes.

CUATRO BOTAS

Este es un oficio para creyentes como Keko y Altarriba, no para diletantes como el que esto firma. No sé si a Keko le gustará que lo defina como un true believer de la historieta, pero, ¿cómo definir a alguien que, pese a ser plenamente consciente de que ganaría más dinero dedicándose a otra cosa, sigue dibujando, aparentemente incansable e inasequible al desaliento, página tras página y álbum tras álbum? Keko asume su realidad como un héroe contemporáneo, como si lo suyo fuese uno de esos trabajos sucios que alguien tiene que hacer. Como fan suyo, eso sí, me parece estupendo.