¡Al infierno con Tolstoi!

¡Al infierno con Tolstoi!

Letras

¡Al infierno con Tolstoi!

Alexei Tolstoi fue un buen escritor, pero un malvado, adulador del régimen bolchevique, que no contaba con la simpatía de otros autores como Navokov

13 julio, 2024 19:22

El título se refiere a Alexei Tolstoi, un buen escritor que era un malvado, y no a su pariente, el gran Lev Tolstoi.

Aunque éste me cae fatal. El gran novelista ruso, que además de Amo y criado, de La muerte de Ivan Ilich, y de La sonata Kreutzer tiene dos obras maestras incomparables, Ana Karenina y Guerra y Paz, es quizá el mejor narrador del siglo XIX, por encima de Stendhal y de Flaubert.

A veces releo unas páginas de Ana Karenina; saltándome, claro está, los tediosos capítulos alternos donde Tolstoi expone el amor ejemplar de Levin y Kitty y donde da leccioncitas sobre lo que debe ser una familia correcta, amorosa y productiva. (Flaubert nunca se rebajó a ese didactismo en Madame Bovary).

Suelo buscar las páginas donde Vronski fuerza a su yegua en una carrera hasta matarla –analogía de lo que involuntariamente hará luego con Ana--, o aquella otra en que ésta, ya enamorada del conde Vronski, empieza a sentir por su marido, el señor Karenin, una repugnancia física que se precipita, se cataliza, se concentra en unos pelos que le salen al marido de las orejas. Grande Tolstoi, qué bien conocía los infiernos del amor.

Cuando, sobre Guerra y paz, dijo que “con perdón, pero es La Ilíada”, no puedo sino asentir.

Ahora bien, habiendo leído su correspondencia, las memorias de su hija y de su esposa, e informado, por esas cartas y por su biografía, de sus dengues y complejos, de sus tormentos redentoristas-narcisistas y de sus anhelos in articulo mortis por redimir sus pecadillos y ganar la salvación despojándose de todos sus bienes (para desesperación de su esposa y el resto de su familia) y cedérselos a sus siervos --pero eso sí, después de haber disfrutado durante toda la vida de sus riquezas y de sus siervas --, y, en fin, de su final, tan trágico como ridículo, no puede, el señor Lev Tolstoi, sino darme un poco de alipori.  

Retrato de Tolstói de Nikolai Ge.

Retrato de Tolstói de Nikolai Ge.

Claro que él podría decir: “Sí, bueno, tengo mis flaquezas como todo el mundo, pero no olvides que soy el autor de Ana Karenina y de Guerra y Paz, y que esos novelones no los escribe todo el mundo. En realidad, nadie, ningún novelista, está a mi altura”.

¡De acuerdo, pero resulta que se avergonzaba de haberlas escrito! ¡Le parecían frivolidades! No, al señor de Yásnaya Polyana no hay por dónde cogerle.

Aún así era un ángel comparado con su lejano pariente Aleksei Tolstoi, “el camarada conde”, que no era digno de atarle los cordones de sus zapatos y ahora arde en el infierno, por traidor a la literatura y a la honestidad intelectual. Era un mal bicho.

Y un buen escritor. En español podemos leer Aelita, una novela de ciencia ficción que escribió en el exilio, como fugado del poder soviético, y está en el canon. Mis amigos rusos sostienen que su gran novela histórica, Pedro I el Grande, donde presenta al zar como un protobolchevique, es una maravilla. La llave dorada, su versión rusa de Pinocchio, es todavía hoy uno de los cuentos infantiles más apreciados en su país.

Las amenazas del "camarada conde"

En Opiniones contundentes Nabokov le reconoce que “era un escritor de cierto talento, y tiene dos o tres relatos de ciencia ficción o novelas que merecen recordarse”, pero cuenta que en un restaurante de Berlín de los emigrados se encontró con él, “a quien, por supuesto, conocía, pero desde luego que le ignoré”. Se entiende que el autor de Lolita sabía que Tolstoi estaba adulando al régimen bolchevique, para obtener permiso para regresar a la patria, como así fue.

El escritor Vladimir Nabokov

El escritor Vladimir Nabokov ANAGRAMA

Tolstoi (Aleksei) regresó a Rusia apadrinado por Maiakovski y Gorki, y precedido por un libro en el que criticaba cruelmente a sus antiguos compañeros, los exiliados. Bulgakov, un espíritu cien veces superior, salió de una visita a su dacha con una cálida impresión y convencido de que era “un verdadero escritor”, según dice en los Diarios que le confiscó la GPU. Y la misma Ajmátova le admiraba, a pesar de que atribuía la primera condena que sufrió su amigo, el poeta Osip Mandelstam, más que al Epigrama contra Stalin de éste, a la bofetada con que cruzó la cara de Tolstoi por una cuestión de honor. Tras abofetear a Tolstoi en público, el temerario Mandelstam abandonó el lugar de los hechos, por el camino de perdición, seguido de las amenazas del “camarada conde”: "¡Te expulsaremos de Moscú! ¡Nunca más publicarás un verso!”, mientras Gorki confirmaba: “¡Ya le enseñaremos cómo hay que pegar a los escritores rusos!”

Intoxicación a la opinión mundial

La ambición, la codicia y el servilismo royeron el talento de Tolstoi hasta dejarlo en los huesos. Despachó novelas que retorcían los hechos históricos para denigrar a Trotski y ensalzar a Stalin (Pan), y contaban las hazañas de un chequista (policía secreta) que desbarata los planes de un malvado ingeniero capitalista.

Fue miembro de la comisión especial para intoxicar a la opinión mundial con películas y panfletos que endosaban a los nazis la matanza de miles de oficiales polacos prisioneros en el bosque de Katyn, matanza cometida por orden de Stalin y ejecutada bajo la dirección de Beria; alzó su voz para apoyar la condena a muerte de su anteriores protectores, Kamenev y Zinoviev… a cambio de todo esto disfrutó del favor de las autoridades y de una vida acomodada.

“Pocas familias pueden preciarse de tener en su seno a un escritor tan grande como León Tolstoi, pero pocas pueden tener a un escritor a la vez tan dotado y tan despreciable como Alexei…” sentencia su lejano pariente el historiador inglés Nikolai Tolstoi en su libro Los Tolstoi, 24 generaciones de historia rusa (no hay edición en español). “No hubo mentira, traición o indignidad que no se apresurase a cometer para llenarse los bolsillos”.    

Conozco algunas más de esas indignidades que cometió este notable escritor, pero me da demasiado asco para detenerme más en él.