La Barcelona de Ana María Moix

La Barcelona de Ana María Moix DANIEL ROSELL

Letras

Ana María Moix y la Barcelona del 'Tele/eXprés'

Amarillo Editora recupera las entrevistas de la escritora donde retrata a los personajes culturales de la Ciudad Condal en los años setenta. También se reedita su primera novela –Julia (Bamba)– y su Poesía Completa (Lumen) 

12 abril, 2024 13:44

El periodismo, al que suele adjudicársele la condición de primer borrador de la Historia, tiene en ocasiones la extraña capacidad de convertirse en la Historia misma. No es frecuente, pero la escritura de periódicos, de naturaleza fugaz y pasajera, a veces es capaz de condensar la atmósfera de un momento exacto en el tiempo gracias la utilización de recursos vulgares que, precisamente por dicha naturaleza y condición –la vida es prosaica; la muerte, la abstracción suprema–, otorgan cuerpo a un pasado que el paso del tiempo y el entusiasmo de los biógrafos acostumbran a amplificar, en general sin motivo. 

Ya se sabe: el arte no depende sólo de la voluntad del artista. Requiere talento y ese milagro que consiste en transformar lo que es banal en algo extraordinario. Esto es lo que hace el magnífico libro que Amarillo Editora, un sello joven comandado por Ester Vallejo, editora que antes ha sido librera, acaba de publicar con casi una treintena de las entrevistas (muchas de ellas colosales) que Ana María Moix (1947-2014) hizo a comienzos de la década de los setenta a personajes culturales de la Barcelona de hace medio siglo. Todas publicadas en Tele/eXprés, un periódico nacido a mediados de los sesenta y el primero de capital privado (era propiedad de la familia Godó, editora de La Vanguardia) que se publicó en la Ciudad Condal después de la Guerra Civil. El Tele fue uno de los intentos de dar cabida en la prensa –hipotecada por el absurdo diktat de la censura franquista– a las aspiraciones de cambio social. 

'Conversaciones en el tiempo', un libro de Ana María Moix

'Conversaciones en el tiempo', un libro de Ana María Moix AMARILLO EDITORA

El legado más duradero de este diario, dirigido por Manuel Ibáñez Escofet, fue su suplemento literario, donde escribieron Joan de Sagarra, Monserrat Roig, Vázquez Montalbán, Terenci Moix y parte de los escritores novísimos, que no sabían que lo eran hasta que Castellet, zorro astuto y gran mandarín de la causa, aunque ésta fuera cambiante, reunió a algunos poetas (por supuesto, sus amigos) en una antología que hizo fortuna, pero que los años han convertido en caprichosa y obscenamente endogámica. Entre ellos –la única mujer de la lista– figuraba Ana María Moix, que diez años después de su muerte, tan temprana –tenía 66 años cuando el tiempo le alcanzó–, regresa a las librerías. 

Además de Conversaciones en el tiempo, que es el título que Amarillo Editora ha puesto a estos retratos publicados por la escritora barcelonesa con poco más de veinte años, Trampa Ediciones ha dado recientemente a imprenta Detrás del telón, una colección de textos compendiados por Nora Catelli y Edgardo Dobry que Moix, dos años antes de morir, utilizó en un seminario universitario, en el que repasó su trayectoria literaria, a los que se le han añadido las columnas sobre fútbol –una de sus aficiones privadas– escritas para Cataluña Radio.

'Julia', Ana María Moix

'Julia', Ana María Moix BAMBA EDITORIAL

A estos dos libros, que encarnan el brillantísimo comienzo de Moix y su discreto crepúsculo, se une la recuperación editorial de Julia (Bamba), su primera novela, una narración de origen autobiográfico donde se exploran los miedos y las inseguridades del final de la adolescencia y la inevitable entrada en la madurez, y una edición –a cargo de Andreu Jaume– de su Poesía Completa (Lumen). De todos estos títulos, los retratos de Moix de la Barcelona de principios de los setenta, de los cuales, casi de forma inmediata a su publicación en prensa, en 1973, Edicions 62 hizo una primera selección de 24 piezas, componen un friso fascinante en términos sociológicos y estilísticos.

La galería de personajes elegida, todos procedentes del ámbito editorial y creativo, entonces todavía en pruebas, refleja muy bien los años de la Gauche Divine –ante cuya sacralización Moix adoptó siempre una inteligente distancia–, muestra a grandes novelistas –José Donoso en Calaceite, García Márquez y Vargas Llosa en Barcelona, Bryche Echenique, Juan Marsé, Ana María Matute, Concha Alós, Rosa Chacel o García Hortelano, entre otros– y a editores –especialmente Esther Tusquets– en años todavía inciertos. También recoge las andanzas del cineasta Gonzalo Suárez, la actriz Nuria Espert, el dibujante Quino, la fotógrafa Colita –que ilustró esta serie de entrevistas y cedió fotos de su archivo para esta edición, donde es retratista y retratada–e incluye un encuentro teatral con Dalí en Port Lligat, citas con poetas como Jaime Gil de Biedma, Ángel González y hasta un diálogo con Pere Gimferrer, el tigre eléctrico de las letras catalanas. 

'Detrás del telón', Ana María Moix

'Detrás del telón', Ana María Moix

La elección de los entrevistados es representativa y también fácil, ya que la escritora se movía en estos mismos círculos, pero lo que convierte el libro en extraordinario es la escritura fresca y desinhibida y los recursos literarios que despliega la jovencísima Moix, muy talentosa para el apunte del natural, capaz de describir el carácter de sus invitados sin abusar de los adjetivos y con un sentido de humor finísimo y prodigioso. Estos perfiles están enmarcados dentro de una escritura irónica y plástica, inequívocamente moderna y natural, sin presunción alguna, y llenos del espíritu de ruptura (dentro de un orden) que representaba un periódico como Tele/eXprés, con su cabecera celeste intenso. Sin duda, deberían leerse en todas las escuelas de escritura y de periodismo. 

Más que conversaciones, las piezas de Moix son cuadros de situación. Instantáneas de gatos satisfechos, genios in fieri, gente que en aquellos años del tardofranquismo no eran (todavía) quienes después llegaron a ser y a los que la prosa inteligente de Moix inmortaliza en un instante pasajero convertido en eternidad. El libro comienza con una soberbia farsa sobre Castellet, el gran referente editorial del momento, tras ganar el Premio Taurus; un hito, más que por su trascendencia cultural, por estar pensionado con medio millón de pesetas. 

'De mi vida real nada sé'. Ana María Moix

'De mi vida real nada sé'. Ana María Moix LUMEN

Moix, que en la introducción para la edición de 1973 confiesa que nunca pensó en dedicarse al periodismo, se revela aquí como una observadora sagaz, que convierte en grotesco lo que otros después han querido presentar como trascendente. Saca a todos los personajes del circo: Rosa Regàs, “editora prerrafaelita”, Jesús Aguirre, “sacerdote in” (antes de padecer la famosa jaqueca de los Alba), el editor Jaime Salinas, un Eugenio Trías que ordena su jornada en función de sus músicas favoritas, y que confunde los informes de lectura que tiene que entregar en las distintas editoriales, los arquitectos Oriol Bohigas y Óscar Tusquets, el catedrático Paco Rico, un Max Aub nostálgico y herido por el olvido, casi al borde del final, y de nuevo Castellet –“hem triomfat, hem triomfat”– con “cara de pajarraco carnívoro” que, gracias al generoso galardón, “podrá comprar dos mil botellas de whisky”, aunque al final el crítico y editor decide, provocando de inmediato el entusiasmo de Jordi Pujol, ingresar la dotación en una cuenta de Banca Catalana. 

Ana María Moix, al contrario que otros muchos de sus colegas de generación, no participa –o no por completo– del autoembellecimiento (sobre todo senil) de sus compañeros de época. Su mirada sobre aquel momento, escrita con menos de treinta años, sobre el terreno, es inequívocamente prosaica. Por eso ha perdurado. El perfil que le dedica a Carlos Barral, “una figura vestida de negro, envuelta en sombras, con voz grave y espesa, con una buena dentadura blanca y sin comillos de vampiro, barbudo y altanero, no alto y rubio como la cerveza, pero sí guapo y mechas”, está hecho al modo de un relato clásico de terror e incluye su tormentoso despido de Seix y el naufragio de Barral Editores.

'Gauche divine', Ana María Moix

'Gauche divine', Ana María Moix LUMEN

Mario Vargas Llosa –“el Rodolfo Valentino de los pajarracos, cabeza grande, perfil indio, cabello muy negro, rostro pálido– aparece como un funcionario de la narrativa. García Márquez, “bigotón y cejas espesas”, en cambio, con el que Moix se cita en un bar a las cinco de una tarde de un día de octubre de 1971, años después del fenómeno de Cien años de soledad, reniega de las novelas “que no cuentan cuentos”. Juan Marsé –“uno de los pocos escritores del país al que se le puede tomar en serio”– aparece atrapado, entre la humedad del estío barcelonés, en su piso situado junto a la Sagrada Familia, donde escucha discos de Frank Sinatra, trabajando en su quinta novela. 

Casi ninguno de los personajes retratados por Moix madruga, lo que dice bastante de sus contradicciones vitales e ideológicas: burgueses y niños bien que jugaban a ser de izquierdas y que, para salvar la contradicción que supone adorar el dinero y predicar la revolución, se hicieron razonables socialdemócratas. La incoherencia –del surrealismo a la defensa mística de la monarquía– también es el eje del encuentro con el divino Dalí (y otros seres disecados), donde el pintor grita: “Todos los intelectuales son imbéciles, sobre todo los catalanes”. 

'Manifiesto personal', Ana María Moix

'Manifiesto personal', Ana María Moix EDICIONES B

Moix no abandona nunca el humor inteligente. A su hermano Terenci –“llega a las doce, con cara de sueño, sin peinar– lo inmortaliza como una criatura vitalista, pero desordenada –“subo a su casa, siete pisos sin ascensor, llego sedienta, entro en la cocina: no hay ni un vaso limpio y todos los platos sucios”– capaz de decir “veinticinco frases por minuto, durante cuatro horas y referidas a veinticinco temas diferentes”, y ante cuya neurosis sólo cabe el arte de la fuga: “Huyo de su casa, antes de que me proponga pasarme diapositivas de los pedruscos egipcios o me lea cien páginas de Manzoni en italiano”. Absolutamente brillante. 

Existió también una Ana María Moix traductora y editora, lectora por encargo, mucho más generosa con la obra ajena que con la propia, y que probablemente sea la más desconocida de su distintas máscaras, y una poeta que titulaba sus poemarios en inglés –era la moda del momento: Call me Stone, No Time for Flowers– cuya trayectoria revisa in extenso Andreu Jaume, que incluye dos poemarios hasta ahora inéditosPalabras, por ejemplo y Cancionero para una dama–, el segundo de ellos coetáneo a las piezas para Tele/eXprés, en su Poesía Completa, reunida por Lumen dentro de su excelente catálogo de poesía. 

'Poesía completa', un libro de Ana María Moix

'Poesía completa', un libro de Ana María Moix LUMEN

La inmersión en sus versos nos muestra a una escritora influida por Cernuda y Gimferrer, pero con la firme voluntad de hacer su propio camino. Su sendero comienza, fiel a la pulsión de la época, con la exploración del vanguardismo de orden culturalista, la práctica del verso libre y del poema en prosa –ambos huérfanos de la red de seguridad que son las formas métricas tradicionales– y una sobriedad lírica que va evolucionando hasta el descubrimiento de estructuras clásicas, a través de las cuales encuentra un cauce para expresar su intimidad sentimental.

Moix era bastante más que una novísima, esa cuota femenina que, de forma excepcional, justificaba los caprichos fenicios del clan Castellet. Lo escribió, sin saber que estaba componiendo un augurio, Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo para Baladas del dulce Jim (1969): “Ana María Moix come poco y va vestida de cortina. Moix, Moix, Moix. Recuerde esta marca”.