Imagen de la portada del libro 'La estrella amarilla del inspector Sadorski'

Imagen de la portada del libro 'La estrella amarilla del inspector Sadorski'

Letras

La Francia antisemita y la literatura sin complejos de Romain Slocombe

'La estrella amarilla del inspector Sadorski' toca las fibras de la sociedad francesa, la que trata de olvidar el colaboracionismo que llevó a la redada del Velódromo de Invierno en el París de 1942 como servidores de la Alemania nazi

8 febrero, 2024 12:26

Cuidado con la incertidumbre, con el deseo de una mayor seguridad, con la voluntad de que los extranjeros pobres no entren en las cocinas. Ojo porque, entonces, todos podemos ser como el inspector Sadorski. Hoy le podemos odiar. ¿Mañana? No estamos capacitados para aseverar que lo continuaremos haciendo. Quien sí ha querido recordar los fantasmas del pasado y lo que puede llegar en el futuro, como un eco de los años más oscuros de Europa, es el novelista, cineasta y dibujante de cómic de origen franco-británico Romain Slocombe, con su saga sobre el inspector Sadorski. En Francia ya ha publicado seis títulos, en forma de una doble trilogía. En castellano se ha publicado el segundo volumen, La estrella amarilla del inspector Sadorski, a cargo de Malpaso, que ya publicó el primero, El caso Léon Sadorski.

Lo que Slocombe aflora, como una novela negra, pero sin los corsés clásicos del género, es el París ocupado por los nazis, en 1942, con datos tomados de los archivos y de los periódicos colaboracionistas de la época. Y el resultado no es nada amable para el lector, porque no debe serlo. El novelista prosigue con las andanzas de un inspector que vislumbra la posible caída de los nazis y se cubre las espaldas, pero que simpatiza con ellos, por su eficacia policial, y exhibe sin pudor su antisemitismo, dejando claro que Francia, mucho antes que Alemania, propagó una llama antijudía que sigue avergonzando a buena parte de la sociedad francesa.

Sadorski es un tipo horrible, lleno de contradicciones y prejuicios, obsesionado con el sexo, que persigue a jovencitas. Pero no es alguien fuera de lo común. No es un monstruo que se agazape cuando se siente perseguido. Es el francés pequeño burgués que pide orden, que se cree patriota, que siente miedo, es el mismo ciudadano alemán que es capaz en un determinado momento de votar a los nazis, el hombre y la mujer apegado al territorio, que está con los ‘suyos’, y que acaba interiorizando que ese extranjero miserable que llega del este del Europa, también como mucho miedo, debe ser eliminado, porque, además, arrastra la losa histórica de ser judío.

El escritor Romain Slocombe, autor de la saga sobre el inspector Sadorski

El escritor Romain Slocombe, autor de la saga sobre el inspector Sadorski

Slocombe clava el personaje, que le sirve para romper con un mito que, en buena medida, sigue arraigado. En el París ocupado, la literatura ha preferido destacar al héroe de la resistencia, pero, ¿seguro que esa actitud era la mayoritaria? ¿Por qué en París se llegó a poner en marcha la gran redada del Velódromo de Invierno, donde se agrupó a más de 13.000 judíos, que se entregaron a los nazis para ser llevados a los campos de concentración? ¿Qué extraña y perversa posición defendía el ciudadano francés, que se podía identificar a la perfección con Sadorski, el inspector de policía en la ‘sección judía’ de la dirección de inteligencia en la capital francesa, bajo el mando del Mariscal Pétain, el hombre del régimen nazi en la Francia ocupada?

La segunda entrega de las andanzas de Sadorski, publicada por Malpaso con la traducción a cargo de Julia Escobar, deja al lector anonadado, con la publicación también de informes, órdenes y nombres que el novelista recoge de los archivos de la prefectura de policía de París, que tienen libre acceso para el periodo de la ocupación. También es capital la prensa de la época. Sadorski queda con jóvenes judías –a una de ellas la protege en su casa— en los cafés mientras lee Le Petit Parisien, un diario colaboracionista, vespertino, de enorme popularidad. Página a página, con las reflexiones del inspector, con sus diatribas contra los judíos, aunque también se burla de los alemanes –el complejo de superioridad francés nunca hay que dejarlo de lado—el lector se asoma al París de 1942-1944, con todo detalle, como si lo viera todo por un agujero, agazapado, temiendo que lo venga a buscar el mismísimo Sadorski, de origen polaco, sí, pero católico, claro, nada que ver con esos “judacas” de narices prominentes. Los adjetivos despectivos sobre los judíos proliferan, traducciones de los vocablos originales en francés, como ‘youtre’ o ‘youpin’, que son muy hirientes, tanto como la palabra ‘nigger’ utilizada en Estados Unidos en relación a los negros.

El novelista presenta una trama, con tintes pasionales, con el inspector enamorado de una joven judía de quince años. La protege. Pero es fiel a la causa. Persigue judíos y también a algunos comunistas, entiende al Mariscal Pétain, y tiene interiorizado que el judaísmo pervierte la sociedad francesa. Habla de patriotismo, aunque se burle de los ‘boches’, los alemanes. La palabra se refiere a los “bribones, a los devoradores de hombre’. Pero ese peligro, real, cierto, se asumiría después, aunque algunos franceses, y, especialmente, francesas, expresaran su malestar, como se plasma en el libro, porque los judíos “son personas como nosotros”.

Portada del libro de Romain Slocombe

Portada del libro de Romain Slocombe

Una bomba explota en un café frecuentado por las Brigadas Especiales de la policía francesa colaboracionista delante del Palacio de Justicia, y, de inmediato, se descubre el cadáver de una mujer en los suburbios. Slocombe juega con la idea de un asesinato pasional, o, tal vez, político. Quien lo investiga es Sadorski, que participará también en la gran operación que llevó a la redada del Velódromo de Invierno, que pone en peligro a su vecina Julie Odwak, la estudiante de la que está enamorado.

Y ese es el gran centro de la historia de Slocombe, que fue desarrollando el personaje de Sadorski a partir de la novela El caso Léon Sadorski, que fue finalista del Premio Prix Goncourt 2016. Lo que le interesa al novelista es reflejar esa Francia que se ocultó después, con el mito de De Gaulle y la resistencia. Francia surgió como potencia vencedora tras la II Guerra Mundial, pero no opuso apenas resistencia cuando entraron los nazis, que hicieron de París una especie de ‘ciudad de vacaciones’ donde se divertían en los cafés y teatros. Los judíos, como chivos expiatorios, llevados directamente a Auschwitz, ya habían sufrido los desmanes de los franceses mucho antes. Había un caldo de cultivo contra los extranjeros ‘judacas’ que ponían en peligro los puestos de trabajo de los patriotas franceses. Esa era la excusa.

Con la saga del inspector Sadorski, Slocombe traza un fresco digno de un historiador. Diálogos, reflexiones y documentos reales, para percibir el París de 1942.

“Le Petit Parisien sigue sin hablar de la redada. Al gran diario de la tarde le interesan más las importantes destrucciones causadas por la aviación del Reich en el sector de Rostov, y los japoneses que concentran sus tropas en la frontera soviética. Así como, en un registro más frívolo, los resultados del concurso del Conservatorio: el primer premio de teatro se lo han llevado este año el señor Jean Dessailly y la señorita Yvonne Gaudeau. Sadorski dobla la edición de las cinco para dejarla en la mesa junto a la cerveza que le acaba de traer el camarero. Está en la terraza del café en frente del número 17 de la calle des Moines, espera que Raymonde Bonnet vuelva de su trabajo mientras lee el informe que redactó ese lunes por la mañana, antes de ir al Vél’d’Hiv, referido al arresto del día anterior en París de la terrorista Chez Moreau”.

Ese es el estilo de Slocombe. Y ese es el inspector Sadorski, un francés, un ciudadano, un hombre de 1942. Un inspector, un policía, un obrero o un oficinista que puede ser el mismo de 2024. Y unas circunstancias históricas distintas, pero con elementos en común, como el rechazo al extranjero, al que quiere entrar en nuestras cocinas.