Las bibliotecas son tendencia
Un recorrido subjetivo por los grandes asuntos de la prensa cultural internacional, donde se constata la conversión de librerías y bibliotecas en nuevos foros culturales
4 febrero, 2020 00:00Más allá de las noticias perecederas, reseñas, convocatorias, reportajes de actualidad y artículos dictados por efemérides, en la prensa cultural se pueden apreciar tendencias quizá no de lo que vaya a venir, que esto sería vaticinar, pero sí de lo que ya constituyen elementos de debate permanente, los mimbres, más o menos enrevesados, con los que se teje el espíritu de los tiempos. Inicio aquí un recorrido por esas publicaciones extranjeras, impresas y digitales, para ver en qué dirección sopla el viento.
La revista mensual francesa Lire ha dedicado su último extraordinario a J. R. R. Tolkien, haciéndolo coincidir con la exposición que sobre el autor de El señor de los anillos está abierta en la Bibliothèque Nationale de Francia. En homenaje a Tolkien, las calles de París escenificaban estos días pasados un paisaje apocalíptico de batalla, con huelga continuada del transporte que se ha venido a sumar a las movilizaciones de los nuevos orcos de los chalecos amarillos (estilizados como elfos, los ángeles de El Greco que se pueden visitar en otra exposición del Grand Palais).
Que las bibliotecas se conviertan en contenedores de exposiciones y otras actividades no es nuevo: ahí están para demostrarlo las interesantes citas de la British Library o de nuestra Biblioteca Nacional, que cada vez ponen más mimo en lo que muestran en salas diferentes de las de lectura. Pero la tendencia parece ir a más, como avizora Le Monde des Livres en un artículo que señala que las bibliotecas están à la mode. Es una corriente. Y abierta no solo a los libros, sino también a la música o la fotografía. Incluso a los desfiles de moda. Hay quien defiende que las bibliotecas se han de convertir, si no se han convertido ya, en lugares que reflejen la diversidad de la cultura y en una especie de universidades populares.
De hecho, el fenómeno está sucediendo con las bibliotecas y con las librerías, que se transforman y convierten en lugares en los que asistir a actividades literarias, talleres de creación o grupos de lectura. Algunas tienen cafés y lugares de encuentro; otras, como la impresionante New York Public Library, operan tiendas en las que se venden libros, sí, pero también all things bookish: marcapáginas, cuadernos, bolsas de tela. Ya lo importante no son solo los fondos que atesoran (a menudo deficientes) sino toda la panoplia de recursos complementarios que van desde el suministro de Internet al préstamo de grabaciones y películas.
En Argentina se ha nombrado nuevo director de su Biblioteca Nacional. Allí la inflación y la volatilidad de los precios solo tienen parangón con la rapidez con la que cambian los máximos responsables de esa casa. Cierto que se puede decir que tocaba con el cambio de Gobierno, pero es el tercero desde hace año y medio, cuando lo era Alberto Manguel en un puesto que célebremente ocupó Borges. Manguel se fue hace año y medio alegando problemas de salud, pero poco antes había criticado la falta de presupuesto. Ese es el talón de Aquiles o la espada de Damocles de las bibliotecas: la infradotación económica.
También se producen cambios en la consideración de lo que han de ser los museos. Sin salir de Argentina, el suplemento Ñ del diario Clarín se ocupa de lo que califica de “debate global”, y se pregunta: “¿Es posible rebobinar el museo?” En todas partes se cuestiona que las colecciones estén tan sesgadas hacia las artes occidentales y que, cuando se exhiben piezas indígenas o africanas, estas suelen ir a otros museos, expulsadas de la primera categoría. Cada vez más se habla de relatos de la historia basados en la dominación. El periodista plantea sin embargo un falso debate sobre los museos cuando fuerza lo que es un dilema solo en apariencia: “si existen para preservar la herencia cultural mundial o deben orientarse sus colecciones a promover la dignidad humana, la justicia social, la equidad global y el bienestar del planeta”.
Evidentemente los museos han de reunir, conservar y exponer acervos, casi siempre provenientes del pasado, para el presente y el futuro. Cambiar la historia, aparte de imposible, es un despropósito. Cabe, sí, interpretarla, ilustrar sobre las causas y consecuencias de que las cosas fueran de determinado modo. Ahora es común repensar los museos En The New York Times hemos leído un caso similar pero de sentido inverso: el de un director de museo polaco que ha virado, en aquel país hoy de Gobierno muy conservador, a la derecha. Según el director, el panorama del arte contemporáneo en Polonia es demasiado obediente a lo que él llama “neomarxismo”. En el fondo lo que defiende es la posibilidad de hacer arte que no esté ligado a denuncias sociales como la del cambio climático o los derechos de la comunidad gay, declara. Según él, “quienes no adoptan esa ideología son marginados”.
Sendos reportajes en O Globo y The Irish Times avalan la consolidación del carácter híbrido de los espacios expositivos: la prevista reinauguración del Museu da Língua Portuguesa en São Paulo y la reciente apertura del MoLI, Museum of Literature Ireland: dos lugares en que la palabra no se guarda solo en los libros sino que tiene nuevas y atractivas maneras de difusión.