Enemigos del pueblo
'Bad Banks' es una inmersión profunda, una terapia de choque, en el mundo de los bancos de inversión, una serie basada en la pugna de dos mujeres hechas de la misma pasta
11 enero, 2020 11:39El mundo de las altas finanzas, los brokers, los bancos de inversión y el capital riesgo nos es ajeno a la mayoría de los mortales, aunque siempre acabemos pagando las consecuencias de sus trapisondas, como quedó claro en 2008 con el hundimiento de Lehmann Brothers y toda la catástrofe económica subsiguiente. Por eso agradecemos -por lo menos yo- propuestas audiovisuales como la miniserie alemana en seis episodios Bad Banks (Bancos malos), emitida por el canal AMC de Movistar y que ha pasado injustamente inadvertida.
Bad Banks es una inmersión profunda, con toques de terapia de choque, en el mundo de los bancos de inversión, donde todos los trabajadores se juegan el puesto de trabajo a diario y los más ambiciosos triunfan y se forran o son despedidos y se hunden en la miseria económica (en la moral ya llevaban tiempo sumergidos). Se nos muestra aquí la crisis de un banco imaginario con sede en Frankfurt, el Deutsche Global Invest, y la pugna entre dos mujeres hechas de la misma pasta, pero pertenecientes a distintas generaciones. La joven Jana Liekam (Paula Beer) es la aspirante a mistress of the universe, mientras la veterana Christelle Leblanc (Desirée Nosbuch) lleva años instalada en el poder financiero. Se da entre ellas una peculiar relación de amor – odio en la que cada una intenta manipular a la otra para alcanzar sus objetivos. No es nada personal: ambas siguen las reglas inhumanas y carentes de la más elemental empatía que rigen en el mundo que han elegido para ganarse la vida.
En torno a estas dos mujeres revolotean una serie de personajes secundarios que, a excepción del melancólico hijo de un banquero implacable, actúan como robots con una sola idea en la cabeza: abrirse paso a puñetazos sin preocuparse por lo que se desmoronan por el camino. En esta ficción tan verosímil todo gira en torno al dinero, y los obsesos del dinero y del poder carecen de relaciones sentimentales o las llevan fatal o no paran hasta cargárselas, pues de lo que se trata en Bad Banks -y me temo que en la realidad- es de hacerse con el becerro de oro a cualquier precio y el que venga atrás que arree.
No es fácil empatizar con los personajes protagonistas de Bad Banks, pero la brillantez del guion de Oliver Kienle y de la dirección, felizmente descoyuntada, de Christian Schwochow nos hace seguir las mezquinas andanzas de Maja, Christelle y sus secuaces como si lo suyo fuesen vidas ejemplares. No era tarea fácil, pues nos cuesta interesarnos por lo que hacen las personas despreciables, pero el guion consigue humanizarlos, dentro de lo posible, y acabar presentándolos como las primeras víctimas de un sistema horroroso en el que los valores humanos no cotizan en lo más mínimo.
O sea, que estamos ante una muy pertinente y lograda visión de un mundo al que no solemos prestar atención, aunque se dedique a jorobarnos la vida en cuanto tiene ocasión; sobre todo, desde que la desregularización iniciada por Reagan y consagrada por Bush Jr. nos dejó indefensos ante la ambición, la codicia y la chaladura de unos cuantos masters of the universe con ganas de ser cada día más ricos. Y a los demás, que nos den.