Malva Flores, escritora / LG

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Letras

Malva Flores y la amistad rota entre Paz y Fuentes

En el libro 'Estrella de dos puntas. Crónica de una amistad', que se publicará próximamente, la ensayista detalla la compleja relación entre los dos escritores

24 noviembre, 2019 00:00

Tuve la suerte de conocer a Malva Flores, poeta nacida en Ciudad de México en 1961. Profesora universitaria y ensayista, es conocida en el mundo literario por su estudio sobre la influencia y el legado de Vuelta.

Para escribir Viaje de Vuelta. Estampas de una revista (1981), antes de hacerlo, Malva se obstinó en leer todos y cada uno de los artículos de todos los números de la mítica revista de Octavio Paz, y ese empeño perseverante le llevó cerca de diez años: fue una publicación copiosa. Cuando conocí a la autora le pregunté: “Malva, ¿cómo se le ocurrió leerse todo aquello, tanta letra?”. Me respondió: “Fue un asunto personal. Yo quería responder algo sobre mí misma, quería saber qué había pasado en la revista en general que fortuitamente hizo que yo viviese en un lugar en el que no quería vivir, en la ciudad de Xalapa.”

O sea, los conflictos ideológicos, estéticos y morales de una generación iberoamericana cuajan físicamente en el domicilio donde uno vive y hasta las dimensiones del dormitorio y la luz de la sala de estar aluden a aquellos debates continentales en su configuración concreta, física.

La revista Vuelta, fundada en 1976 por un grupo de intelectuales hispanoamericanos, se publicó hasta 1998 y cesó con la muerte de Paz. Durante esos 22 años aglutinó a las voces más destacadas del Continente, críticas con el imaginario comunista. No solo escribían en sus páginas los testigos sino, se podría decir, los protagonistas de los acontecimientos: el mismo Paz, Vargas Llosa, Vaclav Havel, Cabrera Infante, por mencionar solo algunos notorios disidentes de los regímenes totalitarios.

En su difusión de argumentos en defensa de los valores democráticos, Vuelta operaba en la coyuntura entre literatura y política, conforme a la reflexión, tan citada, de Paz sobre el compromiso y el riesgo del intelectual fuera de la torre de marfil: “La política llenó de humo el cerebro de Malraux, envenenó los insomnios de César Vallejo, mató a García Lorca, abandonó al viejo Machado en un pueblo de los Pirineos, encerró a Pound en un manicomio, deshonró a Neruda y Aragón, ha  puesto en ridículo a Sartre, le ha dado demasiado tarde la razón a Breton… Pero no podemos renegar de la política; sería peor que escupir contra el cielo; escupir contra nosotros mismos”.

Malva Flores, escritora / LG

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Flores me pareció toda una personalidad. Una potencia. Después de esos años leyendo y escribiendo sobre el sentido civilizatorio de Vuelta, publicando sus propios poemarios y dedicada a la enseñanza en la universidad, ha dedicado los últimos seis años de su vida a escribir un libro que se publicará el año próximo: Estrella de dos puntas. Crónica de una amistad. Años de buscar, de leer, de releer, de coleccionar, de descifrar, de transcribir cartas ajenas siguiendo una “enfermedad obsesivo compulsiva”.

La amistad del título es la que unió a Octavio Paz con Carlos Fuentes, los dos escritores e intelectuales más influyentes de su país, que derivó en un enfrentamiento colosal. En las quinientas páginas del libro aún nonato, Flores señala los cuatro momentos decisivos en la erosión y en la final destrucción de aquella amistad, por causas generalmente políticas pero también personales:

"Hubo varias rupturas, que Paz fue perdonando. La primera, cuando él aparece bajo alias como un personaje importante de la novela de Fuentes La región más transparente. En todo ese libro se puede oír la voz, las ideas de Paz detrás de la voz de Fuentes, una apropiación que quizá podría pasar como una especie de homenaje si su personaje no acabase con un final patético: asesinado en una cantina de Acapulco mientras recita un poema de Nerval”.

El segundo motivo es la afrenta de Fuentes cuando los dos han pasado cinco años planeando una revista y Paz, procedente de la India, llega a Barcelona --donde le esperan Juan Goytisolo, García Márquez y Carlos Barral-- para encontrarse con que su amigo ya ha ido contando su proyecto y acaba sacando la revista Libre, en la que invita a Paz a colaborar. Éste comenta: “Es como si me invitasen a comer de un plato que yo preparé.”

Libre salió en el momento del caso Padilla --el arresto del poeta cubano que puso de manifiesto con paladina claridad lo que el régimen cubano pensaba de la libertad de expresión, y que partió en dos bandos el boom: por un lado Vargas Llosa y Paz, por el otro Cortázar y García Márquez.-- Sometida a las tensiones del momento, la revista duró solo cuatro números. Paz olvidó la afrenta, fundó Plural e invitó a Fuentes a colaborar en sus páginas, aunque ya no le contempló como miembro del consejo de redacción.

El tercer momento de extrema tensión se dio en 1984 cuando, en reacción a un discurso que Paz había pronunciado en Alemania reclamando que el movimiento sandinista en Nicaragua se comprometiera con la democracia, el poeta fue quemado en efigie en el Paseo de la Reforma, frente a la embajada de Estados Unidos, por una multitud que cantaba: “Reagan rapaz, tu amigo es Octavio Paz”.

 Una acusación injusta, pues, en aquel mismo discurso, Paz había mencionado claramente la responsabilidad de la política exterior de los EEUU en la tragedia centroamericana. En la polémica general que siguió a aquellos acontecimiento,s Fuentes no salió a defenderlo. El autor de Piedra de sol lo sintió como una deslealtad imperdonable.

El cuarto y definitivo agravio --réplica de éste-- fue en 1988 la aparición, en Vuelta, de un largo y demoledor artículo de Enrique Krauze titulado “La comedia mejicana de Carlos Fuentes”, publicado en inglés como “The guerrilla dandy”. En ese texto, explica Flores, Krauze critica acremente a Fuentes y a partir de esto se desata una polémica en la que la mayor parte de los intelectuales se pusieron contra Krauze. Ni Fuentes ni Paz intervinieron, pero fue el final de sus relaciones.

En conversación, Malva Flores respalda a Paz sin vacilaciones, tanto en el carácter personal como en el valor de su escritura y de sus pronunciamientos políticos; su admiración hacia él y hacia su obra es mayúscula, pero no es tan sectaria que no reconozca los méritos de cada uno: “Sin Fuentes no existiría el boom; fue el primero en reunir a los autores y conseguirles agente. Entre los dos, Fuentes y Paz, construyeron con sus ensayos nuestro canon. Y si he entregado tanto tiempo y esfuerzo a los altibajos de su amistad es porque era importante ver qué construyeron y qué fueron destruyendo”.