Rock y flamenco en Platja d’Aro
La banda Smash y el guitarrista Manuel Molina fusionaron por primera vez los dos géneros musicales durante unos meses frenéticos, de 1971, de grabación en unos apartamentos de la Costa Brava
2 agosto, 2017 23:00Dicen que el temblor fue apenas perceptible. Su origen fue acaso algún rasgueo de guitarra de Diego del Gastor, que ejercía en Morón de la Frontera de gurú para hippies de medio mundo. O quizás un solo de batería de Silvio Fernández Melgarejo, quien lo confesó, con naturalidad, en una entrevista televisiva a Àngel Casas: “Sí, yo fui el inventor del flamenco rock. Pero lo dejé. Me fui a vivir a Marbella con el dinero de mi suegro”. También es posible que las primeras sacudidas estuvieran en las notas iniciales de Zambra, el tema que Joe Beck y Sabicas grabaron arropados por el bajista Tony Levin en 1966 para el álbum Rock Encounter. Aunque, realmente, lo más probable es que el epicentro del terremoto estuviera en Platja d’Aro. Allá por febrero de 1971...
“Imagínate a Bob Dylan en un cuarto, con una botella de Tío Pepe, Diego del Gastor a la guitarra y la Fernanda y la Bernarda de Utrera haciendo compás, y dile: ‘canta ahora tus canciones’. ¿Qué le entraría a Bob Dylan en ese cuerpecito?”, decía el Manifiesto de lo Borde, la primera pieza teórica del underground español elaborada por Smash, una banda de melenudos que había estremecido el panorama musical con un puñado de sencillos y apenas un par de elepés englobados comercialmente bajo la etiqueta de música progresiva. “Nosotros éramos intuición, pureza, inocencia. Yo ni siquiera lo entendía, pero cantaba en inglés porque el talante, el ritmo, los acordes me gustaban”, señala Gualberto García, uno de sus integrantes junto a Antonio Smash, Julio Matito y el danés Henrik Liebgott.
Una casualidad y 18.000 pesetas
Casi de forma natural, ellos empiezan a mezclar entre nubes de porros los sones flamencos con los acordes de la música de moda en California, difundida a todo trapo desde las bases de Rota y Morón. Paralelamente, oficiales y soldados americanos llenan los locales de moda —donde ya giran los discos de Jimi Hendrix y Pink Floyd— en busca del flamenco, ese dolor de la tierra. Las nuevas drogas, el ácido a diez duros la unidad, rompen ataduras, liberan mentes y surgen nuevas melodías. Oriol Regàs los contrata para el sello Bocaccio tras oír por casualidad unas maquetas que el productor Ricardo Pachón había grabado de forma improvisada para EMI-Odeón a los Smash y al guitarrista flamenco Manuel Molina en los sótanos del hotel Murillo de Sevilla.
Confiado en su filón comercial, Regás pone a disposición de los Smash cuatro apartamentos en la Costa Brava y, para los ensayos, las instalaciones de una discoteca cerrada en la temporada de invierno. También les compra instrumentos —por ejemplo, un bajo eléctrico Fender que habían visto a los Beatles— y les pone un sueldo mensual de 18.000 pesetas. “Imagínate lo que supuso aquello para Manuel Molina, que tocaba flamenco con su padre en las ventas de las afueras de Sevilla. Con todo, al principio, él me dijo que no iba a Playa de Aro, que no le gustaba nada el rock. Sólo lo convencí tras prometerle que lo libraría de la mili”, ha recordado Ricardo Pachón.
Smash, con el guitarrista Manuel Molina (en primer término), durante las grabaciones en la Costa Brava
Demasiado comercial
Aquella aventura musical en la Costa Brava duró unos meses. “Yo recuerdo cuando Manuel [Molina] puso allí la bulería de Camarón Son tus ojos dos estrellas… Aquello fue muy fuerte”, rememora Henrik Liebgott en el documental Underground. La ciudad del arcoíris, de Gervasio Iglesias. “Lo que les costaba más trabajo era el pellizco, que no se puede aprender. Pero, al menos, conseguí que lo asimilaran”, expone Manuel Molina. “Nos abrían la discoteca y los músicos tocaban temas de Jimi Hendrix, de los Rolling… Y, después, llegaba Manuel con la guitarra”, señala Ricardo Pachón sobre una fórmula de trabajo que, al parecer, disgustó al productor elegido por Oriol Regás, el francés Alain Milhaud. Había, al parecer, demasiada indisciplina. “Manuel le dijo un día que lo iba a rajar y salió corriendo por la playa. Ya no lo volvimos a ver hasta que fuimos a grabar a los estudios de RCA”, apunta Pachón.
De allí sale el sencillo El garrotín / Tangos de Ketama (Bocaccio, 1971). El primero de los temas, con letra en castellano e inglés, es un éxito de ventas. Pero el resultado desagrada a Gualberto García, quien lo encuentra demasiado comercial. Aunque intentan convencerle para que siga, no hay marcha atrás: huye a EEUU. “Uno de los mánager me dijo que si aguantaba dos años me iba a forrar y que después ya haría la música que verdaderamente me gustaba”, señala. Tras la salida al mercado del segundo single, Ni recuerdo, ni olvido (Bocaccio, 1972), Julio Matito, que había pasado en su adolescencia por un convento capuchino y por la Legión, también abandona el grupo. El resto de miembros da por concluida la aventura.
El productor Ricardo Pachón y Julio Matito, con la guitarra, en Playa de Aro (1971) / LZ PRODUCCIONES
La muerte definitiva
Cuando el catálogo de Bocaccio pasa a la discográfica Zafiro, buscan todas aquellas sesiones de Smash para poder sacar un álbum, pero sólo hallan cinco temas. Aparecen en un elepé titulado Vanguardia y pureza del flamenco (Chapa, 1978), completado con una selección de cantes de Agujetas con el guitarrista Manolo Sanlúcar. A las canciones ya conocidas añaden Tarantos y Alameda’s blues, en la que cantan en inglés una vieja letra de la Niña de los Peines. “Smash fue el primer grupo de rock que se metió en el flamenco”, señala el crítico musical Luis Clemente. “Es la primera vez que se realiza desde el rock una aproximación intensa, íntegra, orgánica al flamenco”, coincide el también crítico Diego Manrique.
Smash tiene una fugaz reaparición en 1979. Gualberto García, Antonio Smash y Julio Matito llegan a tocar en Huelva y tres veces en Barcelona. Incluso graban en televisión para el programa Musical Express junto a Manuel Molina y su pareja artística, Lole Montoya. “What will happen tomorrow? (¿Qué pasará mañana?) cantan a coro delante de las cámaras en el salón Sonimag de Barcelona. Pero, al día siguiente, Julio Matito pierde la vida en un accidente de tráfico. La banda se disuelve definitivamente. We come smash this time (Venimos a golpear estos tiempos) decía uno de sus grandes éxitos. Es cierto. Después de aquel terremoto llegaron la banda Triana, el álbum Veneno y, por supuesto, Camarón. Con La leyenda del tiempo.