La verdad incómoda de Rashid Khalidi sobre Palestina
El historiador, con los archivos de sus familiares, constata cómo el proyecto sionista expulsó a los árabes de Palestina con la ayuda de los británicos mucho antes de que Israel naciera como estado en 1948
4 noviembre, 2023 19:38Una petición difícil, con un final ilustrativo, cruel. El doctor Husayn, que había sido alcalde de Jerusalén, --una autoridad entre los árabes de Palestina-- reclama a su hijo Ismail que aproveche su entrevista con el rey de Transjordania, Abdullah, para transmitirle un mensaje. Ismail cumple, aunque sabe que eso arruinará su principal misión como colaborador del Instituto Araboamericano. Y le dice al rey que los palestinos, si logran zafarse del yugo británico, lo que no harán es caer en el de Jordania, que en aquellos momentos era lo mismo. Abdullah, enfurecido –porque pretendía, precisamente, ese objetivo—se dirige a Ismail: “Ustedes, los palestinos, han rechazado mi oferta. Se merecen lo que les pase”.
La casualidad es que la entrevista se produce el 29 de noviembre de 1947, el mismo día de la votación de la Asamblea de Naciones Unidas sobre la Resolución 181, la que preveía la partición de Palestina, y que sería el origen de la creación del Estado de Israel. ¿Quién lo cuenta? El historiador Rashid Khalidi, hijo de Ismail, nieto del doctor Husayn.
Khalidi ha aprovechado su linaje, como miembro de una de las familias más poderosas de la Palestina árabe, por su influencia y su educación, por sus bibliotecas y sus archivos. El historiador y escritor norteamericano, de origen palestino-libanés, especializado en Oriente Medio, revela su verdad, la verdad documentada, que resulta incómoda para Occidente, para los que han visto siempre en los judíos de Israel a un pueblo que se ha trabajado su futuro frente al total rechazo de sus vecinos árabes. Lo refleja en Palestina, cien años de colonialismo y resistencia (Capitán Swing), un libro preciso, con valoraciones, pero con los documentos en la mano, con las memorias de los protagonistas. Y lo que quiere recordar Khalidi es que mucho antes de 1947, y de la creación en 1948 del Estado de Israel, las estructuras sionistas ya eran muy sólidas. Desde finales del siglo XIX, y, principalmente, en las dos primeras décadas del siglo XX, el proyecto sionista, tras elegir Palestina, tuvo un objetivo: echar a los árabes palestinos poco a poco, o con ritmos más acelerados en función de la coyuntura, con el Imperio Británico como gran apoyo, y buscando la división de los pueblos árabes.
Muchos ciudadanos se sienten abrumados ante el conflicto entre árabes y judíos en Oriente Medio. Asumen que es imposible comprenderlo porque los propios protagonistas entraron hace muchos años en una dinámica de odio, con intereses enfrentados, con los ‘satélites’ de las grandes potencias buscando aprovechar cualquier grieta. Pero hay un denominador común: no se podía decir ‘no’ al estado de Israel en 1948 tras la Shoah, después del asesinato industrial de más de seis millones de judíos por parte de los nazis.
Khalidi recuerda el origen y desmiente ese gran argumento. El problema es previo y se llama proyecto sionista. Aunque en el propio estado de Israel siempre ha habido voces discrepantes, con preguntas constantes sobre el propio sentido del judaísmo, con intelectuales judíos que han rechazado el sionismo –un estado judío para los judíos—se olvida ese momento original, cuando Herzl proyecta que los judíos pueden crear un hogar propio en Palestina donde había judíos, sí, pero en el seno de una mayoría de árabes que vivían en ese territorio durante cientos de años. El proyecto pasaba –como muestra Khalidi—por arrebatar tierras a los árabes, de forma constante. Las compraban a propietarios ausentes, pero también las acabaron arrebatando, siempre bien financiados, con un capital internacional que fluía y con el apoyo incuestionable de los británicos, que darían el pistoletazo de salida con la Declaración Balfour, por el nombre del ministro de Exteriores británico, de noviembre de 1917. Se apoya “un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina”, que, entonces, era parte del Imperio Otomano. Y desde ese momento, aunque las tierras se iban adquiriendo, con la instalación de colonos, desde finales del siglo anterior, los palestinos comenzaron a vislumbrar que ya no podrían vivir en su propio territorio. Khalidi sostiene que se trata de un proyecto colonial de libro, que no se ha querido admitir, de la misma manera que las grandes potencias tuvieron sus colonias, como los británicos en la India.
Los árabes se organizaron y se movilizaron, pero cuando lo hicieron comprobaron que era tarde, que ya no podían superar a los judíos. Hay una prueba que ilustra las dimensiones de las dos partes. El Fondo Nacional Árabe se preocupó de recaudar fondos. A mediados de 1947, con poco más de un año, el fondo logró sumar 176.000 libras palestinas, equivalentes a más de 700.000 dólares de la época. Aunque se pedía que no se hiciera ostentación, el orgullo pudo más y se exhibió tal proeza en la prensa. Era un monto impresionante, debido a la relativa pobreza de la población, que se había esforzado al máximo. Pero el Fondo palideció al conocer que una rica viuda de Sudáfrica había donado al Fondo Nacional Judío un millón de libras palestinas, unos cuatro millones de dólares, todos para la causa sionista.
El Alto Comité Árabe, organismo de líderes políticos palestinos creado en 1936, cayó en la desorganización y en la desunión. Y los países árabes que se iban independizando de sus metrópolis occidentales, la causa palestina nunca les interesó, en gran medida porque detrás de Transjordania, o de Irak, o de Egipto, Líbano o Siria, estaba el Reino Unido, los amos británicos. La paradoja es que en la votación de Naciones Unidas sobre la partición de Palestina, los ingleses se abstuvieron, enojados con la presión judía, que llevó a provocar atentados, y también con la pretensión de mantener cierta neutralidad con los pueblos árabes, a pesar de haber sido el gran apoyo desde el inicio de los sionistas.
Hay otro argumento para justificar la política militar de Israel: fue atacado nada más nacer como estado. Pero hubo una ofensiva sionista previa, el llamado Plan Dalet, en los meses anteriores al 15 de mayo de 1948, cuando se proclama el Estado de Israel. Es la Nakba, como la denominan los palestinos, que supuso la conquista y la despoblación de grandes centros urbanos como Jaffa y Haifa junto con los barrios árabes de Jerusalén Oeste, además de decenas de pueblos y aldeas. Las palabras son de Khalidi: "Así pues la limpieza étnica de Palestina se inició mucho antes de que se proclamara el Estado de Israel el 15 de mayo de 1948".
El relevo de los británicos, como patrocinadores de Israel, lo tomó Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, con una opinión pública norteamericana muy sensibilizada por la Shoah. Khalidi explica y valora todo el periodo posterior, con la guerra inmediata que libra Israel contra sus vecinos árabes nada más constituirse como estado, a la que seguiría la Guerra de los seis días, y las posteriores represiones contra las movilizaciones palestinas, y contra las organizaciones terroristas. La Guerra de siempre (Península), como la calificaría el periodista Miguel Angel Bastenier, en un libro de una enorme vigencia, ha derivado ahora en la tragedia de Gaza, tras los espeluznantes asesinatos de Hamás en el corazón de Israel.
Sin embargo, todo tiene un principio. Los judíos, principalmente los que vivían bajo el yugo del Imperio Ruso y en la frontera polaca, sufrieron pogromos constantes en los años previos a ese primer desembarco en Palestina, como explica en un libro impresionante Jeffrey Veidlinger, En el corazón de la Europa civilizada (Galaxia Gutenberg). Y nació el movimiento sionista para ocupar un territorio donde vivía gente, que no estuvo nunca al margen de los nuevos tiempos, como prueba Khalidi.
Dentro del Imperio Otomano, los palestinos, como otros pueblos, iban tomando una conciencia nacional, con periódicos, con educación, con la adquisición de hábitos propios de la modernidad, dentro de centros urbanos. No es cierto que los judíos europeos se encontraran con territorios vacíos, sin nadie, con tribus sin civilizar. Por ello, hay que preguntarse, siguiendo a Khalidi, si fue racional el proyecto sionista, arropado con mitos religiosos sobre la tierra santa, recuperando la lengua hebrea, y con la idea clara, rotunda, aunque siempre camuflada, de echar a los árabes, más pobres, menos educados, innecesarios a ojos de Herzl, Weizmann y sus amigos.