Los facsímiles de Renacimiento
La editorial sevillana resucita, a través del sello Ulises y en ediciones originales, las revistas de poesía en español hechas con el sabio oficio de los viejos tiempos
6 agosto, 2021 00:00El periodismo cultural, que ya como dejó dicho Enric González es absolutamente todo, salvo que sea inculto y, por tanto, desmienta con hechos aquello que dice ser, es una de las formas bastardas de la literatura de ideas (mayormente, prosaica) que se mueve en esa confluencia entre el pensamiento y la creación. Las ideas y el arte. Una actividad intelectual, cuya expresión es esencialmente editorial, que analiza los hechos culturales como expresiones individuales con la capacidad –al menos, potencial– de convertirse en compartidas y, en determinados casos, ascender incluso a ese estado superior del espíritu que designamos como lo perdurable. “El prestigio de un periódico lo otorga su periodismo cultural”, ha dicho Sergio Vila-Sanjuán, coordinador del suplemento Cultura/s de La Vanguardia y Premio Nacional de esta disciplina. Tiene razón, aunque, salvo excepciones, su Parnaso, igual que los periódicos, es pasajero, cuando no directamente efímero.
En estos tiempos digitales, cuando para demasiados la cultura sólo es una tendencia, la extensión obscena de la publicidad, una pasarela para lograr la visibilidad social que no nace del esfuerzo, sino de la vanidad, es necesario reivindicar –como parte del patrimonio periodístico en español– la extraordinaria labor que, desde el nacimiento de los diarios, han realizado las páginas culturales de los periódicos, grandes y pequeños, y las revistas literarias. Ambas publicaciones –las primeras, condicionadas por ese arcano que llamamos actualidad; las segundas, de velocidad más lenta pero mayor profundidad– constituyen un tesoro de conocimiento que, lejos de diluirse en el entorno digital, resulta capital en nuestros días. Básicamente porque todo esta inventado y lo aparentemente nuevo, como explicó Octavio Paz en Los hijos del limo, únicamente es lo viejo con apariencia de novedad porque quien así lo denomina en realidad desconoce la tradición cultural que lo antecede.
Las viejas revistas literarias (honorables y en papel) nos ilustran sobre las maravillas de la artesanía del periodismo, antes de que se convirtiera en una industria y, ahora, en un lamentable espectáculo low cost. Las cabeceras culturales ayudan a sus lectores a entender la realidad, les previenen contra los simulacros (de la verdad) y les ayudan a pensar con criterio propio y la necesaria independencia ante intereses (ajenos) y modas (pasajeras). Desde el siglo XVIII, cuando aparecen –entre 1737 y 1750– los papeles periódicos El Diario de los Literatos, pasando por el XIX, cuando en Barcelona nace El Europeo (1823) y en Madrid se edita ya el Diario Literario y Mercantil (1825), hasta ahora, la prensa cultural ha hecho una valiosa labor de divulgación e intermediación entre los artistas y los pensadores y su público (la audiencia, en términos posmodernos).
Esta inmensa herencia está viva, aunque no lo parezca, porque sin ella no se entiende ni el presente ni el porvenir. Al mismo tiempo, forma parte de lo mejor de nuestra historia cultural. Las cabeceras literarias, muchas de ellas con una vida efímera o una suerte dispar, han sido escenarios de discusiones políticas, estéticas e intelectuales. Sin ellas no puede explicarse la crónica de nuestra literatura, jalonada de publicaciones que funcionaban como foro de expresión de un grupo o una sensibilidad literaria determinada, reivindicaban un estilo o defendían, a veces en guerras más enconadas que las que se libran con armas ciertas, una determinada idea de la escritura.
Por eso resulta ejemplar la labor de resurrección que la editorial Renacimiento, dirigida por el librero y poeta sevillano Abelardo Linares, viene haciendo desde hace tiempo, a través de su sello Ediciones Ulises, de muchas de las revistas literarias escritas en español en el pasado siglo XX, desde la irrupción del Modernismo, pasando por la era de las vanguardias y sin olvidar el curso de la cultura española en el exilio durante los años oscuros de la dictadura.
Linares, Premio Liber por su trabajo como editor, el hombre del millón de libros que se trajo entera a España la famosa librería que el gallego Eliseo Torres tuvo en el Bronx de Nueva York, probablemente uno de los mayores especialistas en el ámbito del libro antiguo y de lance, il miglior fabbro de lo suyo, posee muchas de estas publicaciones, junto a una mítica colección personal de libros de poesía, compuesta por primeras ediciones, gracias a sus expediciones (librescas) por América Latina. Su vicio (confesable) es la devoción por el papel. De ahí que esté recuperado –en ediciones facsímiles, idénticas a las originales– muchas de las cabeceras claves de la literatura escrita en español a este lado y al otro del Atlántico. Muchas de ellas están dedicadas a la creación. Otras alimentaron la controversia cultural. Todas evidencian la complejidad del debate de ideas en España y América al margen de los intentos de institucionalización de la creación. Lo que sigue es una somera guía de algunas de las revistas que, por fortuna, vuelven a estar al alcance de especialistas, devotos y coleccionistas del asombroso mundo del libro.
VLTRA
Se publicó en Oviedo entre 1919 y 1920. Junto a Grecia, Cervantes y Perseo, esta revista exquisita anuncia, desde la óptica de la periferia española, el nacimiento del movimiento ultraísta en España. Bajo la dirección de Augusto Guallart y Joaquín de la Escosura, editó cinco números donde escribieron autores como Gerardo Diego, Eugenio Montes, Guillermo de Torre o Rafael Cansinos-Asséns.
CABALLO VERDE PARA LA POESÍA
La última gran revista de poesía de la llamada Edad de Plata tuvo una vida breve (1935-1936) pero fecunda. Nació por iniciativa de Concha Méndez, Manuel Altolaguirre y Pablo Neruda. Su colección la componen cuatro entregas de una hermosísima factura formal (tintas, tipografía, edición) con obras de Lorca, Cernuda, Alberti, Aleixandre, Miguel Hernández, Leopoldo Panero o Raúl González Tuñón. De vocación vanguardista, Neruda –su director– vertió en sus páginas sus tesos sobre el compromiso de la poesía con su tiempo.
RAÍZ
Nacida tras la Guerra Civil, esta cabecera, fundada por Juan Guerrero y Alfonso Sastre, publicó a escritores entonces heterodoxos, autores del exilio republicano –Emilio Prados, Pedro Salinas y Juan Ramón Jiménez– y a muchos de los poetas del grupo Cántico.
TOBOGÁN
Su subtítulo –Revista de Afirmación Literaria– señala claramente su afiliación a la corriente de las vanguardias y, en su caso, al crepúsculo del ultraísmo. Dirigida por Manuel de la Peña, duró dos años (1924-1925). Entre sus colaboradores figuran Gómez de la Serna, Guillermo de Torre, Isaac del Vando, Cansinos, Pedro de Répide, Apollinaire y Max Jacob.
CIRCUNVALACIÓN
Un nombre extraño para una revista mexicana casi secreta que, fiel a la tradición de la ruptura que identifica a la modernidad en poesía, tiene algo de manifiesto o panfleto encerrado dentro de una sobria tipografía. Su atrevimiento es herencia de su época (1927).
CREACIÓN + TOTAL
El poeta chileno Vicente Huidobro (1893-1948), padre de la vanguardia en español, fue un gran activista de revistas literarias, que utilizaba para defender sus ideas artísticas y políticas junto a creadores de disciplinas como la pintura o la música. Fundó una decena, entre ellas Creación (1921) y Total (1936), que publicaron tres y dos números en Madrid, París y Santiago de Chile. Entre sus colaboradores, Georges Braque, Pablo Picasso, Juan Gris, Paul Morand, Tristan Tzara, Paul Éluard, Jean Cocteau, Max Ernst, René Crevel o Juan Larrea.
VANGUARDIA. REVISTA DE AVANCE
Juvenal Ortiz Saralegui y Juan Carlos Welker crearon en 1928 en Montevideo esta revista que reivindicó la renovación en las artes y las letras. Intención tan noble como pasajera, pues la cabecera duró sóloo dos números. Su corta vida es, sin embargo, no desmerece su propuesta editorial: una vanguardia que no enmienda en su totalidad la tradición inmediata, sino que pretende su “avance” en la América Latina de la década de los años veinte, incluyendo el protagonismo –negado en otros lares– de las mujeres escritoras.
FLORESTA DE PROSA Y VERSO
Nacida en el seno de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid en 1936, en sus páginas conviven algunos escritores jóvenes –todavía estudiantes– junto a nombres reconocidos de la literatura del momento, como Juan Ramón Jiménez, Azorín, Lorca o Aleixandre. Su sello editorial consistió en la mezcla (de estilos) y procedencia, lo que la convierte en un cuadro representativo de la literatura de esos años, donde todavía convivían autores republicanos y liberales con conservadores, monárquicos y algunos falangistas tempranos. Entre ellos, Giner de los Ríos, Díez-Canedo, Rafael García Serrano o Gabriel Celaya.
LOS SESENTA
Una cabecera ideada México por el escritor Max Aub –su título remite a la edad mínima que se exiguía a todos sus colaboradores– que hasta ahora no se había reeditada en España. En sus páginas aparece Aleixandre, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Emilio Prados, Luis Cernuda, José Luis Cano, José Bergamín, Juan Larrea, Guillermo de Torre y Jorge Guillén. Un ejemplo de los vínculos culturales entre la generación del exilio y la de la dictadura.
REVISTA ESPAÑOLA
Esta cabecera, publicada por Antonio Rodríguez-Moñino entre 1953 y 1954, encarna el viraje de la literatura española hacia el realismo que caracterizaría buena parte de las obras literarias de la España de la posguerra, en sintonía con la influencia el neorrealismo italiano y el cultivo del cuento como género esencial. Estuvo dirigida por los escritores Ignacio Aldecoa, Alfonso Sastre y Rafael Sánchez Ferlosio, alrededor de los cuales giraban firmas como Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Carlos Edmundo de Ory, Juan Benet, Manuel Sacristán o Castillo Puche. Entre sus colaboradores internacionales figuran Cesare Zavattini, Truman Capote (traducido por primera vez en España) o el poeta galés Dylan Thomas.
NUEVA REVISTA
Creada como periódico en 1929 por José Antonio Maravall, José Ramón Santeiro y José Antonio Muñoz Rojas, estudiantes entonces, Nueva Revista carecía de un evangelio estético definido, si bien se sitúa de forma espontánea en el ámbito liberal y progresista. Su apertura de miras contribuyó a la variedad de sus colaboradores, donde se mezclan escritores puristas, vanguardistas y tradicionalistas. Azorín, Aleixandre, Bergamín, Alberti, Salinas y Cernuda figuran en su índice junto a voces nuevas. Creación y discusión política y social.
TABLEROS
Editada en Madrid entre 1921 y 1922, y dedicada a asuntos de arte, literatura y crítica cultural, Tableros es una suerte de extensión de la mítica revista sevillana Grecia (1918-1920). Impulsada por Isaac del Vando es una muestra del ultraísmo literario español. En sus cuatro números aparecen grandes poetas como Huidobro, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Luis Borges (cuya hermana Norah colabora como ilustradora) o Gerardo Diego.
POST-ISMO + LA CERBATANA
Dos facsímiles de culto. Ninguna de estas dos revistas, editadas en 1945, pasaron de su primer número. Surgieron con una voluntad rupturista ideológica y estética. La primera funcionó como órgano editorial del movimiento postista –el consorcio poético de Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi– contra la influencia garcilasista que predominaba en la poesía de ese momento. La segunda fue su continuación, también efímera. La voluntad de retornar a las vanguardias, en su sentido de arte lúdico y libre, y su filiación con la tradición francesa del surrealismo, convirtió a ambas en víctimas de la censura a pesar de lo elogios que le dedicaron nombres como Juan Ramón Jiménez o Eugenio d’Ors.
CLAVILEÑO
Es la revista del grupo poético Orígenes. Fundada en La Habana bajo el impulso del poeta José Lezama Lima, su facsímil es una extraordinaria rareza bibliográfica.
El periodismo cultural, que ya como dejó dicho Enric González es absolutamente todo, salvo que sea inculto y, por tanto, desmienta con hechos aquello que dice ser, es una de las formas bastardas de la literatura de ideas (mayormente, prosaica) que se mueve en esa confluencia entre el pensamiento y la creación. Las ideas y el arte. Una actividad intelectual, cuya expresión es esencialmente editorial, que analiza los hechos culturales como expresiones individuales con la capacidad –al menos, potencial– de convertirse en compartidas y, en determinados casos, ascender incluso a ese estado superior del espíritu que designamos como lo perdurable. “El prestigio de un periódico lo otorga su periodismo cultural”, ha dicho Sergio Vila-Sanjuán, coordinador del suplemento Cultura/s de La Vanguardia y Premio Nacional de esta disciplina. Tiene razón, aunque, salvo excepciones, su Parnaso, igual que los periódicos, es pasajero, cuando no directamente efímero.
En estos tiempos digitales, cuando para demasiados la cultura sólo es una tendencia, la extensión obscena de la publicidad, una pasarela para lograr la visibilidad social que no nace del esfuerzo, sino de la vanidad, es necesario reivindicar –como parte del patrimonio periodístico en español– la extraordinaria labor que, desde el nacimiento de los diarios, han realizado las páginas culturales de los periódicos, grandes y pequeños, y las revistas literarias. Ambas publicaciones –las primeras, condicionadas por ese arcano que llamamos actualidad; las segundas, de velocidad más lenta pero mayor profundidad– constituyen un tesoro de conocimiento que, lejos de diluirse en el entorno digital, resulta capital en nuestros días. Básicamente porque todo esta inventado y lo aparentemente nuevo, como explicó Octavio Paz en Los hijos del limo, únicamente es lo viejo con apariencia de novedad porque quien así lo denomina en realidad desconoce la tradición cultural que lo antecede.
Las viejas revistas literarias (honorables y en papel) nos ilustran sobre las maravillas de la artesanía del periodismo, antes de que se convirtiera en una industria y, ahora, en un lamentable espectáculo low cost. Las cabeceras culturales ayudan a sus lectores a entender la realidad, les previenen contra los simulacros (de la verdad) y les ayudan a pensar con criterio propio y la necesaria independencia ante intereses (ajenos) y modas (pasajeras). Desde el siglo XVIII, cuando aparecen –entre 1737 y 1750– los papeles periódicos El Diario de los Literatos, pasando por el XIX, cuando en Barcelona nace El Europeo (1823) y en Madrid se edita ya el Diario Literario y Mercantil (1825), hasta ahora, la prensa cultural ha hecho una valiosa labor de divulgación e intermediación entre los artistas y los pensadores y su público (la audiencia, en términos posmodernos).
Esta inmensa herencia está viva, aunque no lo parezca, porque sin ella no se entiende ni el presente ni el porvenir. Al mismo tiempo, forma parte de lo mejor de nuestra historia cultural. Las cabeceras literarias, muchas de ellas con una vida efímera o una suerte dispar, han sido escenarios de discusiones políticas, estéticas e intelectuales. Sin ellas no puede explicarse la crónica de nuestra literatura, jalonada de publicaciones que funcionaban como foro de expresión de un grupo o una sensibilidad literaria determinada, reivindicaban un estilo o defendían, a veces en guerras más enconadas que las que se libran con armas ciertas, una determinada idea de la escritura.
Por eso resulta ejemplar la labor de resurrección que la editorial Renacimiento, dirigida por el librero y poeta sevillano Abelardo Linares, viene haciendo desde hace tiempo, a través de su sello Ediciones Ulises, de muchas de las revistas literarias escritas en español en el pasado siglo XX, desde la irrupción del Modernismo, pasando por la era de las vanguardias y sin olvidar el curso de la cultura española en el exilio durante los años oscuros de la dictadura.
Linares, Premio Liber por su trabajo como editor, el hombre del millón de libros que se trajo entera a España la famosa librería que el gallego Eliseo Torres tuvo en el Bronx de Nueva York, probablemente uno de los mayores especialistas en el ámbito del libro antiguo y de lance, il miglior fabbro de lo suyo, posee muchas de estas publicaciones, junto a una mítica colección personal de libros de poesía, compuesta por primeras ediciones, gracias a sus expediciones (librescas) por América Latina. Su vicio (confesable) es la devoción por el papel. De ahí que esté recuperado –en ediciones facsímiles, idénticas a las originales– muchas de las cabeceras claves de la literatura escrita en español a este lado y al otro del Atlántico. Muchas de ellas están dedicadas a la creación. Otras alimentaron la controversia cultural. Todas evidencian la complejidad del debate de ideas en España y América al margen de los intentos de institucionalización de la creación. Lo que sigue es una somera guía de algunas de las revistas que, por fortuna, vuelven a estar al alcance de especialistas, devotos y coleccionistas del asombroso mundo del libro.
VLTRA
Se publicó en Oviedo entre 1919 y 1920. Junto a Grecia, Cervantes y Perseo, esta revista exquisita anuncia, desde la óptica de la periferia española, el nacimiento del movimiento ultraísta en España. Bajo la dirección de Augusto Guallart y Joaquín de la Escosura, editó cinco números donde escribieron autores como Gerardo Diego, Eugenio Montes, Guillermo de Torre o Rafael Cansinos-Asséns.
CABALLO VERDE PARA LA POESÍA
La última gran revista de poesía de la llamada Edad de Plata tuvo una vida breve (1935-1936) pero fecunda. Nació por iniciativa de Concha Méndez, Manuel Altolaguirre y Pablo Neruda. Su colección la componen cuatro entregas de una hermosísima factura formal (tintas, tipografía, edición) con obras de Lorca, Cernuda, Alberti, Aleixandre, Miguel Hernández, Leopoldo Panero o Raúl González Tuñón. De vocación vanguardista, Neruda –su director– vertió en sus páginas sus tesos sobre el compromiso de la poesía con su tiempo.
RAÍZ
Nacida tras la Guerra Civil, esta cabecera, fundada por Juan Guerrero y Alfonso Sastre, publicó a escritores entonces heterodoxos, autores del exilio republicano –Emilio Prados, Pedro Salinas y Juan Ramón Jiménez– y a muchos de los poetas del grupo Cántico.
TOBOGÁN
Su subtítulo –Revista de Afirmación Literaria– señala claramente su afiliación a la corriente de las vanguardias y, en su caso, al crepúsculo del ultraísmo. Dirigida por Manuel de la Peña, duró dos años (1924-1925). Entre sus colaboradores figuran Gómez de la Serna, Guillermo de Torre, Isaac del Vando, Cansinos, Pedro de Répide, Apollinaire y Max Jacob.
CIRCUNVALACIÓN
Un nombre extraño para una revista mexicana casi secreta que, fiel a la tradición de la ruptura que identifica a la modernidad en poesía, tiene algo de manifiesto o panfleto encerrado dentro de una sobria tipografía. Su atrevimiento es herencia de su época (1927).
CREACIÓN + TOTAL
El poeta chileno Vicente Huidobro (1893-1948), padre de la vanguardia en español, fue un gran activista de revistas literarias, que utilizaba para defender sus ideas artísticas y políticas junto a creadores de disciplinas como la pintura o la música. Fundó una decena, entre ellas Creación (1921) y Total (1936), que publicaron tres y dos números en Madrid, París y Santiago de Chile. Entre sus colaboradores, Georges Braque, Pablo Picasso, Juan Gris, Paul Morand, Tristan Tzara, Paul Éluard, Jean Cocteau, Max Ernst, René Crevel o Juan Larrea.
VANGUARDIA. REVISTA DE AVANCE
Juvenal Ortiz Saralegui y Juan Carlos Welker crearon en 1928 en Montevideo esta revista que reivindicó la renovación en las artes y las letras. Intención tan noble como pasajera, pues la cabecera duró sóloo dos números. Su corta vida es, sin embargo, no desmerece su propuesta editorial: una vanguardia que no enmienda en su totalidad la tradición inmediata, sino que pretende su “avance” en la América Latina de la década de los años veinte, incluyendo el protagonismo –negado en otros lares– de las mujeres escritoras.
FLORESTA DE PROSA Y VERSO
Nacida en el seno de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid en 1936, en sus páginas conviven algunos escritores jóvenes –todavía estudiantes– junto a nombres reconocidos de la literatura del momento, como Juan Ramón Jiménez, Azorín, Lorca o Aleixandre. Su sello editorial consistió en la mezcla (de estilos) y procedencia, lo que la convierte en un cuadro representativo de la literatura de esos años, donde todavía convivían autores republicanos y liberales con conservadores, monárquicos y algunos falangistas tempranos. Entre ellos, Giner de los Ríos, Díez-Canedo, Rafael García Serrano o Gabriel Celaya.
LOS SESENTA
Una cabecera ideada México por el escritor Max Aub –su título remite a la edad mínima que se exiguía a todos sus colaboradores– que hasta ahora no se había reeditada en España. En sus páginas aparece Aleixandre, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Emilio Prados, Luis Cernuda, José Luis Cano, José Bergamín, Juan Larrea, Guillermo de Torre y Jorge Guillén. Un ejemplo de los vínculos culturales entre la generación del exilio y la de la dictadura.
REVISTA ESPAÑOLA
Esta cabecera, publicada por Antonio Rodríguez-Moñino entre 1953 y 1954, encarna el viraje de la literatura española hacia el realismo que caracterizaría buena parte de las obras literarias de la España de la posguerra, en sintonía con la influencia el neorrealismo italiano y el cultivo del cuento como género esencial. Estuvo dirigida por los escritores Ignacio Aldecoa, Alfonso Sastre y Rafael Sánchez Ferlosio, alrededor de los cuales giraban firmas como Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Carlos Edmundo de Ory, Juan Benet, Manuel Sacristán o Castillo Puche. Entre sus colaboradores internacionales figuran Cesare Zavattini, Truman Capote (traducido por primera vez en España) o el poeta galés Dylan Thomas.
NUEVA REVISTA
Creada como periódico en 1929 por José Antonio Maravall, José Ramón Santeiro y José Antonio Muñoz Rojas, estudiantes entonces, Nueva Revista carecía de un evangelio estético definido, si bien se sitúa de forma espontánea en el ámbito liberal y progresista. Su apertura de miras contribuyó a la variedad de sus colaboradores, donde se mezclan escritores puristas, vanguardistas y tradicionalistas. Azorín, Aleixandre, Bergamín, Alberti, Salinas y Cernuda figuran en su índice junto a voces nuevas. Creación y discusión política y social.
TABLEROS
Editada en Madrid entre 1921 y 1922, y dedicada a asuntos de arte, literatura y crítica cultural, Tableros es una suerte de extensión de la mítica revista sevillana Grecia (1918-1920). Impulsada por Isaac del Vando es una muestra del ultraísmo literario español. En sus cuatro números aparecen grandes poetas como Huidobro, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Luis Borges (cuya hermana Norah colabora como ilustradora) o Gerardo Diego.
POST-ISMO + LA CERBATANA
Dos facsímiles de culto. Ninguna de estas dos revistas, editadas en 1945, pasaron de su primer número. Surgieron con una voluntad rupturista ideológica y estética. La primera funcionó como órgano editorial del movimiento postista –el consorcio poético de Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi– contra la influencia garcilasista que predominaba en la poesía de ese momento. La segunda fue su continuación, también efímera. La voluntad de retornar a las vanguardias, en su sentido de arte lúdico y libre, y su filiación con la tradición francesa del surrealismo, convirtió a ambas en víctimas de la censura a pesar de lo elogios que le dedicaron nombres como Juan Ramón Jiménez o Eugenio d’Ors.
CLAVILEÑO
Es la revista del grupo poético Orígenes. Fundada en La Habana bajo el impulso del poeta José Lezama Lima, su facsímil es una extraordinaria rareza bibliográfica.