Robert Crumb, autor de ¡Sálvese quien pueda!

Robert Crumb, autor de ¡Sálvese quien pueda!

Artes

Robert Crumb: la familia que dibuja unida…

'Sálvese quien pueda' también podría haberse titulado 'El crepúsculo de los Crumb' o 'La caída de la casa Crumb', pues el habitual tono autobiográfico del creador de 'Mr. Natural' o 'El gato Fritz' alcanza aquí cotas de deprimente lucidez

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Hace un par de años, tuvo lugar en la galería parisina David Zwirnerde una exposición dedicada a la obra conjunta de Robert Crumb (1943) y su mujer, Aline Kominsky (1948 – 2022), muestra que dio origen a la publicación de un libro titulado Sauve qui peut, que ahora acaba de ver la luz en España por cortesía de la editorial La Cúpula, casa madre que fue de la difunta (y fundamental) revista de comics El Víbora (1980 – 2005).

Sálvese quien pueda también podría haberse titulado El crepúsculo de los Crumb o La caída de la casa Crumb, pues el habitual tono autobiográfico del creador de Mr. Natural o El gato Fritz (ya sea en solitario o a medias con su compañera de más de tres décadas) alcanza aquí unas cotas de deprimente lucidez a las que contribuye la hija de la pareja, Sophie (1981), con su dibujo inseguro y chapucero (más inseguro y chapucero que el de su propia madre, que nunca tuvo especial interés, aunque afirmar algo así equivalga a llevarse un buen chorreo de parte del feminismo radical, en el que ella, por cierto, nunca militó).

¡Sálvese quien pueda! reúne una serie de relatos gráficos fabricados durante los últimos años por toda la familia Crumb, refugiada en un pueblo francés en el que nunca ha llegado a integrarse, pero eso no es algo que le quite el sueño a ningún miembro de tan disfuncional tribu. Robert y Aline nunca encajaron en su Norteamérica natal, con la que mantienen una relación de amor-odio que, en el fondo, se parece bastante a la que practican con Francia y Europa. En las historias de ¡Sálvese quien pueda!, los Crumb aparecen como dos viejos excéntricos cuya edad real no se corresponde con la mental, que se quedó prácticamente en la adolescencia.

Exceso de sexo

La sinceridad a la hora de exhibir su peculiar relación es total y de una desvergüenza admirable. Aquí nadie tiene nada que ocultar: Robert reconoce haber sido toda su vida un maníaco sexual obsesionado por el trasero femenino, mientras Aline le comenta sus abortos a su hija Sophie, que los observa a ambos como a un par de chiflados, a veces entretenidos, pero usualmente generadores de cierta desconfianza.

Cómic de Robert Crumb: ¡Sálvese quien pueda!

Cómic de Robert Crumb: ¡Sálvese quien pueda!

Robert roza la conspiranoia con sus teorías sobre el Covid, Aline se pasa la vida haciendo ejercicio para mantenerse en forma (aunque está aquejada por el cáncer que se la acabará llevando a la tumba), a los dos les da asco Donald Trump (véase la demoledora historieta La mala alimentación y los peinados penosos destruyen la civilización humana), Robert se avergüenza del exceso de sexo en su obra y se pregunta qué pensará su hija cuando la lea, mientras se sorprende de que aún no haya intentado cancelarlo alguna de las chicas a las que metió mano en su juventud (Aline le dice que no es lo suficientemente rico y famoso como para que lo cancelen, que para eso debería ganar el Nobel o el Pulitzer). Robert es un agnóstico que, en el fondo, nunca le ha visto la lógica a la existencia, mientras que Aline es una judía cargada de contradicciones (como le hace notar su marido, el único habitante del pueblo que le cae bien es un tipo alto, rubio y de aspecto ario).

Al borde de la decrepitud

A lo largo de las 42 páginas de Sálvese quien pueda, el lector que lleva toda la vida consumiendo los comics de Robert Crumb se encuentra con un artista al borde de la decrepitud y con su circunstancia, una mujer tremendamente divertida, aunque no muy relevante como artista, y una hija que ha heredado la extravagancia y el estupor existencial  de sus progenitores, añadiéndoles una cierta desorientación vital que la ha llevado a ejercer de acróbata, tatuadora o artista de circo, mientras convive con un vivalavirgen que le ha hecho tres hijos…

No es ¡Sálvese quien pueda! el álbum ideal para empezar a internarse en la obra de Robert Crumb, pero sí lo es para quienes llevamos leyéndolo desde los años 70 y hemos llegado a considerarlo parte de nuestra familia falsa, esa que suele ser bastante más interesante que la de verdad. De hecho, hemos envejecido con Crumb y nos reconocemos en muchas de las cosas que dice y piensa en ¡Sálvese quien pueda!, cuya lectura es lo más parecido a una visita a ese pueblo francés en el que Bob y Aline se instalaron a finales de los años 80 y en el que el viudo Crumb espera el momento de reunirse con su querida esposa (en el más allá o, con mayor probabilidad, en ninguna parte).

Uno ha llegado a una edad en la que sus referentes la van diñando uno tras otro. Leer ¡Sálvese quien pueda! me ha dado la alegría de comprobar que el gran Robert Crumb, aunque hecho un carcamal, sigue estando para lo que se le necesite.