La artista más influyente: Nan Goldin
La fotógrafa se ha ganado la influencia por su tenaz trabajo para que se rechace la colaboración financiera filantrópica de la milmillonaria familia Sackler
9 diciembre, 2023 19:25Nan Goldin (1953, Washington D. C.) ha sido nombrada la personalidad más influyente en el mundo del arte por la revista ArtReview. Goldin tiene 70 años y es una artista fotógrafa bien conocida, con obra en los grandes museos de arte contemporáneo, especialmente norteamericanos, pero lo de “influyente” se lo ha ganado por su tenaz trabajo de estos años para conseguir que numerosas instituciones relacionadas con el arte rechacen la colaboración financiera filantrópica –claro que en Estados Unidos esa filantropía además de dar buena imagen tiene interesantes compensaciones fiscales-- de la milmillonaria familia Sackler.
El daño sufrido y la lucha implacable de la fotógrafa contra los Sackler se explica en la película All the Beauty and the Bloodshed (Toda la belleza y el dolor), dirigida por Laura Poitras y con la misma Goldin a cargo de la imagen y en el papel protagonista, que ganó el León de Oro en el pasado festival de Venecia, cosa excepcional tratándose de un documental. Los Sackler, familia propietaria de los laboratorios farmacéuticos Purdue Pharma, pusieron en circulación el Oxycontin, un tratamiento opiáceo para aliviar el dolor que, según parece con malicia, con dolo, con artería, no advirtieron a los médicos que lo recetaban de que producía una fortísima dependencia, muy superior a la que provocan otros analgésicos como la morfina, que requería incrementos constantes en la dosis, y que su uso continuado tenía efectos letales; es el medicamento clave en la epidemia de opiáceos en Estados Unidos que ha provocado cerca de 350.000 muertes en diez años.
La misma Goldin, para aliviar los dolores de un esguince de muñeca, probó el Oxycontin, se hizo adicta y sufrió lo indecible para desengancharse. Esto le creó un justificado rencor a la familia Sackler, contra la que en el año 2017 fundó la asociación PAIN (Prescription Adicction Intervention Now, o sea Actuemos ya contra las recetas adictivas), con la que ha logrado que el apellido de los farmacéuticos sea aborrecido en museos, galerías y universidades y por el público en general.
Tuvo que ser muy duro, adentrada ya en la sesentena, caer en una drogadicción, cuando precisamente Nan Goldin había documentado con el más impúdico lujo de detalles en sus fotografías los horrores de la droga en sus amplios círculos de amigos. De joven Goldin –chica atormentada, fugada muy temprano del hogar familiar a consecuencia del suicidio de su hermana-- vivía siempre con su cámara en la mano o en el bolso, se instaló en Nueva York, sacaba fotos de todos los que le permitían entrar en su intimidad, incluso en momentos embarazosos. Sus fotos retratan, con una especie de casualidad impromptu, ambientes sórdidos, una vida de desorden, de abrazos sin alegría, de resacas, de drogas, de cocinas sucias, de camas deshechas, alguna jeringa aquí y allá, pero con un encanto indefinible porque todos los y las “modelos” son jóvenes de su edad. Y en la juventud siempre cabe la esperanza de mejorar.
Pestañas gruesas y pesadas
Ella inauguró una ola de fotografía autobiográfica, por la que transitaron luego otros fotógrafos y escritores. Hace algunos años estuve contemplando sus fotografías en la biblioteca de la Fundación Tàpies, donde tienen un ejemplar del copioso álbum que le dio la fama, The Ballad of Sexual Dependency. Me impresionó, y suspendí el juicio moral al derecho de tomar y publicar esos momentos robados. Hubiera robado también yo gustosamente el libro, pero pensándolo bien es mejor no tenerlo en casa. Recuerdo especialmente dos imágenes. Una, la foto de un joven amigo muerto, dentro del ataúd, que estaba forrado con un almohadillado de raso rosa, apoteosis macabra del kitsch gay. La segunda se titula Judith y Nan en el Bowery, NY, 1979, está al final del libro y es el autorretrato de Nan con una amiga enjoyada, vestidas y maquilladas para salir, dentro de un coche. Me pareció tan conmovedora que me inspiró un cuento, titulado Noche sobre noche, donde Nan Goldin se llama Lynn Brown y que acaba con la descripción de esa foto. (El Bowery es una calle y un barrio del bajo Manhattan).
De vuelta de una cena en Barcelona, el narrador está en casa, hojeando The Ballad of Sexual Dependency, y se fija en esa foto: “Una jovencita un poco disgustada y desafiante, o quizá sólo aturdida por efecto de alguna droga, en el asiento trasero de un taxi, en un atardecer de Nueva York azul y rosa. Y la chica de al lado, con la boca entreabierta, un poco ansiosa –quizás controlando el disparo automático de la cámara o tratando de digerir un comentario de su amiga-- es Nan Goldin, que en el futuro será fotógrafa famosa. Pero a diferencia de las mariposas que clavó en las páginas anteriores, ellas dos aún están vivas, están al otro lado del Atlántico, unas horas por detrás de nosotros; y ahora mismo, cada una de ellas en un edificio de hormigón o de ladrillos, probablemente duermen en sus respectivas camas, en sus cunas, con cinturones y cinchas o sin ellas. Casi puedo ver el suave movimiento con que la sábana se eleva y se hunde al compás de su respiración regular…"
En la foto de la que vengo hablando Judith tiene las pestañas gruesas y pesadas, cargadas de rimmel, y los párpados cegados de sombra, y el rostro salpicado de motitas de reluciente purpurina como joyas luminosas o astros en la noche espacial.