La discoteca ‘arty’ de Ramón de España

La discoteca ‘arty’ de Ramón de España DANIEL ROSELL

Músicas

La discoteca 'arty' de Ramón de España

La editorial Efe Eme publica La edad de plástico, una selección libérrima y sentimental sobre la historia de la música pop, y la traducción de De la revolución al Roxy, las memorias de Phil Manzanera (Roxy Music)

8 diciembre, 2023 22:27

La Fama, esa dama con alas de águila que los romanos representaban tocando una trompeta doble, anuncia la verdad y la mentira sin diferenciarlas. Igual que la vida. El rastro que deja a su paso es subjetivo y arbitrario: muchos son los convocados por la seductora música de sus metales; escasos son los nombres propios que han logrado alcanzar la cima donde la ubicase el poeta Virgilio, que la equiparó con un monstruo.

En la historia de la música moderna, concepto suficientemente amplio para que –lo mismo que en las novelas– entren especies de toda clase y condición, sus dictados han provocado los triunfos más gloriosos así como los fracasos más incomprensibles. Músicos talentosos pasaron sin demasiada pena ni gloria por escenarios y estudios de grabación por carecer de sus favores; autores e intérpretes banales, en cambio, han gozado de una extrañísima aceptación debido a su azaroso concurso. 

Ramón de España, en la contraportada de la revista 'Ajoblanco'

Ramón de España, en la contraportada de la revista 'Ajoblanco' JUAN RAMÓN YUSTE (AJOBLANCO)

Para la generación del tardofranquismo, una época que se extiende desde finales de los años sesenta del pasado siglo hasta mediados de los setenta, los héroes mitológicos más a mano eran los personajes de los tebeosel cine de los pobres– y los músicos que, si no lo impedía la Señora Censura, lograban llegar, a cuentagotas, a los platos de los antiguos tocadiscos.

A esa insigne estirpe pertenece Ramón de España (1956), uno de los mejores escritores (preferentemente de periódicos) de este país. Ramón es un tipo que la primera vez que fue joven –muchos sospechamos que no va a poder dejar de serlo nunca–, solía aparecer entre las gloriosas firmas de la prensa underground, su particular universidad después de Bellaterra, que escribían sobre música. En realidad, hacía muchas más cosas. Periodismo de infantería.

'Sospechosos habituales'

'Sospechosos habituales' ANAGRAMA

Creaba cómics con sus amigos, escribía revistas –sus ensayos y novelas llegarían más tarde, incluidas las traducciones del francés y el inglés, que son joyas secretas para sus devotos–, se conocía todos los bares de la Barcelona zelestial, imaginaba guiones y tenía la sanísima costumbre, que jamás ha perdido –Deo gratias–, de decir exactamente lo que pensaba y como lo pensaba a quien fuese. Sin anestesia y con una sonrisa sardónica. Así continúa.

Su fisonomía en esos años recordaba a la de un detective de Raymond Chandler: un joven con gafas de pasta oscura, gabardina, corbata y tejanos. Era un fumador fino y tenía un talento natural para la pose estilosa. En la Barcelona desventrada de aquellos tiempos, De España era un diletante que estaba en todos sitios, atento al curso de la vida cultural (habitualmente nocturna).

'Barcelona fantasma'

'Barcelona fantasma' VEGUETA EDICIONES

De sus peregrinaciones por los escenarios míticos de esa ciudad (que ya no existe) ha escrito unas memorias prodigiosas Barcelona fantasma (Vegueta Ediciones)– que, antes de convertirse en libro, ustedes, queridos indígenas, han podido leer en Letra Global, que es el paquebote donde algunos hemos tenido la inmensa fortuna de coincidir con él. Siempre podremos decir (a los nietos que no tendremos) que fuimos sus contemporáneos. 

Ahora nos regala un compendium sobre sus preferencias musicalesLa edad de plástico–, otra serie de esta casa que la editorial Efe Eme, dirigida por Juan Puchades, acaba de publicar en un volumen junto a unas interesantísimas memorias (De la revolución al Roxy), traducidas y prologadas por él, de Phil Manzanera, el guitarrista de su grupo favorito: Roxy Music. Dos libros que, cada uno su manera, son un homenaje a su discoteca particular.

'La edad de plástico'

'La edad de plástico' EFE EME

El primero, con los cien perfiles de su canon, es una antología libérrima y desinhibida de la historia de la música pop, sobre la que ha escrito mucho y bueno desde que se estrenase como autor de libros (fingiendo despedirse de la crítica musical) con En la cresta de la nueva ola (Efe Eme). La obra es un autorretrato por figuras interpuestas: escribe de los músicos y discos que le han emocionado y sacudido el alma, sin imposturas y sin respetar los lugares comunes del oficio. Creando una selección distinta y heterogénea donde destaca su amor por lo arty.

'En la cresta de la nueva ola'

'En la cresta de la nueva ola' EFE EME

Ramón concibe la música pop como una manifestación más del arte contemporáneo. Y es este enfoque singular el que convierte La edad de plástico en una celebración del buen gusto. Las huellas de su sostenida melomanía. Destacan sus preferencias por artistas totales como David Bowie, Bryan Ferry o David Byrne, encarnaciones de su ideal creativo; una cierta fascinación por la electrónica temprana, de tono retrofuturista, y la vanguardia sonora –Eno, The Velvet Underground, Lou Reed, John Cale, Kraftwerk, el primer Ultravox, Laurie Anderson–, la reincidencia (exquisita) por el género de la Americana –Lucinda Williams, Micah P. Hinson– que desmiente sus reparos (confesados) con el country & western (diluidos tras conocer a Hank Williams) y secretas filiaciones ibéricas, desde el fado arrastrado y rotundo de Alfredo Marceneiro a la rumba de Gato Pérez, pasando por Santiago Auserón. 

Roxy Music

Roxy Music

Toda una galería de sonidos y músicas intensamente vividas, muchos discos rayados, brutales descargas de energía y sesiones nocturnas de escucha contadas con humor y el característico flow que define su prosa. Entre sus inmortales, por supuesto, están Buddy Holly y Roxy Music, a los que ya dedicara sendas monografías en la pionera colección de Los Juglares de la editorial Júcar.

Sus plásticos muestran a un oyente culto, un sentimental secreto, deslumbrado por The Kinks –más que por los Beatles o los Stones–, fascinado por Dick Drake, abierto a rarezas psicodélicas como The Incredible String Band, y que se refugia en la música (de Roy Orbison, Chris Isaak o Gainsbourg) como la única medicina, junto a la ironía, capaz de combatir la melancolía y acompañar las noches de gloria. 

'De la revolución al Roxy'

'De la revolución al Roxy' EFE EME

Las memorias de Phil Manzanera, escritas durante la pandemia, y traducidas y prologadas por De España, que aparecen en español antes que en inglés, son una extensión (perfecta) de La edad de plástico. En ellas el guitarrista de Roxy Music, a quien De España conoció a finales de 2017 en Barcelona, cuenta la increíble vida de su familia, su infancia y juventud entre los internados del Reino Unido, la Cuba de neón anterior al castrismo, Hawai y  Venezuela, y sus cinco décadas de carrera como músico y productor, incluidos sus años dorados con Roxy Music, desde aquel día mágico en el que su madre (colombiana) le enseñó –con seis años– los primeros acordes de guitarra y a cantar boleros y sones campesinos. 

Criado entre la flema británica y la vitalidad latinoamericana, Manzanera ha escrito un libro autobiográfico con un relato ágil y plástico, bien documentado y contextualizado, donde nos habla de un mundo (desaparecido) en el que las estrellas del pop, antes de serlo, debían comenzar desde abajo, picando piedra en pubs y clubes, ante auditorios infames, viajando en furgonetas destartaladas por carreteras suicidas, y soñando con acercarse a una cúspide que parecía quedar infinitamente lejos, como un Everest que no todos alcanzarían, pero en cuyo arduo ascenso muchos artistas dejaron su maravilloso rastro en el polvo de las estrellas.