Una imagen de 'Ansia' / DAVID ARRIBAS

Una imagen de 'Ansia' / DAVID ARRIBAS

Artes

Escenas de familia 'punk'

El fotógrafo David Arribas reúne en ‘Ansia. La cruda expresión de la venganza’ un viaje documental por la vida íntima y cotidiana de los devotos de la contracultura ‘punk’ en España

7 junio, 2022 22:00

Sin apenas trabajos documentales que, por alternativos que fuesen, registraran la normalidad, incluso inesperadamente convencional, de sus vidas, el imaginario visual español aún identifica la imagen del punk con la de un minusválido que durante una manifestación en Madrid en enero del 87 le atizaba a un letrero del Banco de España con una muleta. Para buena parte de los ciudadanos de este país, aquél tipo –Jon Manteca, El Cojo Manteca, que falleció en 1996– es el símbolo icónico del punk en España. Es decir: el signo de algo que únicamente agrede, violenta y destroza. Una simplificación que empezaba por la del propio personaje.

Viniendo de ahí, Ansia: la cruda expresión de la venganza, el nuevo trabajo de David Arribas (Madrid, 1978), un informático que esconde a un fotógrafo documental intensamente vocacional que descarga sobre sus largos proyectos personales la pasión de la que no puede vivir profesionalmente, nos propone un cambio de paradigma visual del universo punk español que países como Inglaterra afrontaron hace muchos años. España, no.

Punk, del fotógrafi Savador Costa / REVISTA 'STAR'

Punk, del fotógrafi Savador Costa / REVISTA 'STAR'

Lo que resulta doblemente anómalo y paradójico, teniendo en cuenta que uno de los primeros libros –quizá el primero– que propagó la imagen del nuevo movimiento rabiosamente contracultural en el mundo fue Punk, una razzia de tres noches de vértigo que el fotógrafo Salvador Costa, formado con Oriol Maspons, incursionó cámara en mano en el Londres del 77 retratando la excitante, sorprendente y novísima escena musical de los Johnny Rotten, los Jam, los Stranglers and Cía. Ese libro que daba cuenta de un punk virginal, casi non nato, lo publicó en Barcelona el editor de la legendaria revista Star, santo y seña impresa de la vanguardia rockera de su época. Costaba 220 pesetas. Hoy, en algunas páginas de coleccionista te pueden pedir 600 euros por un librito que se ha convertido en un relicario para devotos del punk.

Parecía un buen comienzo para la relación entre la fotografía española y los tipos de cresta erizada y tachuelas en las chupas. Pero, salvo en reportajes aislados en el País Vasco y Navarra, no lo fue. La vida interior, doméstica, cotidiana, de los punkies españoles no se documentó. No, al menos, profesionalmente. De modo que Ansia, sofocado ya el huracán de aquella revolución, aporta ahora una mirada sosegada y descansada que se entromete en las vidas diarias de los personajes presentados con una inesperada normalidad que apabulla. Quizá con la normalidad de un movimiento que, aunque mantenga tenso el músculo de la rebeldía, ha perdido el rabioso punch social de sus orígenes. Porque Ansia va más allá de registrar el tópico estereotipado de la furia desatada en la placenta agitada de sus conciertos. Algo recoge de eso. Del mismo modo que asiste con naturalidad a los instantes de esnife de drogas. También lo vemos. Sin embargo, no son esas escenas asociadas al entorno de la radicalidad punk las más interesantes del libro.

Lo más interesante es que David Arribas, criado en escenarios punk desde su adolescencia y él mismo, en mayor o menor medida según las etapas de su vida, miembro de la tribu, retrata escenas familiares de parejas y personajes que normalizan el trasfondo de su aparente radicalidad icónica. “Son punkies; no extraterrestres”, bromea Arribas. Escenas como las de un grupo de ellos relajados en un bar en actitud recogida; absorto y angelical otro fotografiado ante una lápida del cementerio en el que buscaba la tumba de su hermano muerto con la figura de una virgen cincelada en el mármol emergiendo justo detrás de su cabeza volteada y borrosa y sus ojos cerrados como dulcemente absorto en otro mundo.

Ansia / DAVID ARRIBAS

Ansia / DAVID ARRIBAS

O la de otra cresta surcando el centro de la calva de un hombre sentado en su puesto de trabajo ante el público o la de un padre –suponemos– del que solo vemos su pantalón corto de camuflaje militarra que le da la mano a una niña mofletuda que lleva una camiseta con el eslogan punk, son imágenes que capturan una cotidianidad entrañable que David Arribas mira con empatía a través de su cámara. “Caminando con los punks encontré muchos enemigos, los sigo encontrando, pero, siendo sinceros, sobre todo encontré lo contrario. Encontré resistencia, solidaridad, creatividad, alrededor de un mundo secreto y clandestino donde descubrimos otra familia que, sin ser de sangre, sí que habíamos elegido”, escribe Álvaro F., del Colectivo Contrahistoria: “Jamás conocí gente con tantos sueños rotos”.

Quizá el estilo visual de Arribas –blanco y negro contrastado, negros sólidos como la noche espesa, turbiedad, alternancia de nitidez con falta de foco– arrastren la melancólica impresión de un cierto fracaso colectivo. El desajuste temporal entre estas expresiones resistentes y el tiempo de esplendor de lo punki. Podría ser. O quizá no. Quizá somos nosotros los que hemos llegado visualmente tarde a una normalidad que siempre estuvo ahí pero nadie quiso ver. Arribas sí, porque es un fotógrafo atraído por lo extremo, lo tabú y lo periférico.

Ansia / DAVID ARRIBAS

Ansia / DAVID ARRIBAS

Los temas de sus anteriores proyectos lo delatan: el suicidio –que le rozó, porque lo practicó un vecino–; la violencia contra los animales –le estalló en su propia cara: un galgo le saltó desde la ventanilla del coche de enfrente, Arribas se preguntó por qué haría eso ese galgo y el resultado de sus pesquisas es un trabajo fotográfico duro y áspero sobre los animales– y, finalmente, la anorexia, que golpeó a un familiar cercano.Temas próximos, directos, al alcance de su cámara, tal como cuenta Arribas que le aconsejaron en el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín (Teruel) que dirige Gervasio Sánchez, donde este trabajo sobre los punks obtuvo una beca en 2014.

Desde entonces, Arribas entromete su cámara en los espacios domésticos de los punkis que aceptaron abrirse en canal ante su objetivo. El trabajo alterna las escenas musicales –la música suele ser la puerta de entrada al punk– que vibran con su rapto de delirios broncos o psicotrópicos en unas imágenes crudas y deliberadamentre espontáneas e imperfectas, con otras de un raro lirismo urbano bien poético, como una  bota que pisa solitaria iluminada en medio de la oscuridad buscando su extraviada pareja; los retratos informes, por tan trepidados o desenfocados, de tipos aullando en la noche; una pareja besándose sobre el descansillo de una escalera mientras él sostiene aguerrido un bate de béisbol en una mano, metáfora de un amor social que está dispuesto a defender a leñazos su idiosincrasia de vaqueros de pitillo bien ceñidos y pulseras o correas horadadas por pinchos y tachuelas; un buen repertorio de pechos, manos y brazos tatuados y customizados a mansalva.

Ansia / DAVID ARRIBAS

Ansia / DAVID ARRIBAS

Y más escenas: matrimonios corrientes y molientes que cortan la tarta de su boda y otras imágenes dispersas –amén la colección de chupas, gorras y accesorios distintivos de cualquier ropero punki que se precie: esa clase de objetos identitarios que no pueden faltar en un gran reportaje– junto a muchas altamente simbólicas como dos pies de mujer fotografiados desde arriba de pantorrilla para abajo posados contra la loseta. Uno calza una sandalia convencional trenzada hasta el tobillo y otro ha entrado en una bota con punta de acero. Parece la imagen de una crisálida en transición de un estado a otro: viajando desde la normalidad hasta la transformación en la crudeza proletaria de una tribu urbana. Puede que sea eso, pero también es un momento de transición hacia la comodidad –la bota le resultaba más cómoda que la sandalia con tacón– de una mujer en el día de su boda.

Ansia / DAVID ARRIBAS

Ansia / DAVID ARRIBAS

“Esas imágenes tienen cierta incertidumbre. No sabes si te gustan o no. Pero no puedes dejar de mirarlas”, dice Arribas de unas fotografías que concibió “para que incomoden”. Quizá lo hagan ante ojos ingenuos e inocentes. Sobre otros lo que hacen es justamente lo contrario: explican, conmueven, normalizan las vidas de sus figurantes, aunque este trabajo –currado a contracorriente y ajeno a las modas y publicado por crowfunding- constituya un puñetazo de realidad bronca y negra arrojada sobre la mesa de una fotografía española encantada de conocerse en unos fotolibros ensimismados y más llenos de retórica visual que de imágenes potentes.