Estatua dedicada al dibujante belga de cómics Hergé / TONY DARBYSHIRE (PIXABAY)

Estatua dedicada al dibujante belga de cómics Hergé / TONY DARBYSHIRE (PIXABAY)

Artes

Hergé

17 enero, 2021 00:00

Triunfar desde la tumba

Georges Prosper Remi, en arte Hergé, puede llevar muerto desde los años 80 del pasado siglo, pero su cotización no hace más que crecer. Hace tiempo que por sus páginas e ilustraciones --generalmente para su personaje estrella, el reportero Tintín, del que se han vendido (y se siguen vendiendo) millones de álbumes en todo el mundo-- se pagan cifras considerables en las subastas, pero hace unos días batió su propio récord en París con la venta de una portada para El loto azul (1936) que no llegó a utilizarse en su momento y por la que alguien acaba de apoquinar la friolera de 3.175.400 euros.

Puede que Bélgica sea más conocida por sus ciclistas, sus pedófilos y sus anfitriones de políticos catalanes huidos de la justicia española, así como por sus cervezas y sus chocolates, pero uno cree que lo mejor que ha dado al mundo han sido sus dibujantes de cómics. Hergé (1907 -1983) es el más conocido, pero no hay que olvidar a su amigo y colaborador Edgar Pierre Jacobs, creador de las aventuras de Blake & Mortimer, un científico y un militar británicos que se enfrentaron a peligrosos enemigos (a destacar, el perverso coronel Olrik) hasta la muerte de Jacobs y después, pues la serie se sigue editando en el mundo franco-belga y es traducida puntualmente al español por la editorial Norma (está a punto de salir el último álbum, El grito del Moloch). El número de dibujantes belgas de mérito es tan alto que no habría espacio aquí para citar ni a los diez más notables.

A diferencia de Jacobs, Hergé no permitió que las aventuras de sus personajes siguieran sin él. O, probablemente, fueron su viuda, Fanny, y el segundo marido de ésta, Nick (un inglés con fama de pesetero) los que no dieron el visto bueno ya que, como se ha demostrado en el caso de Blake & Mortimer, hay copistas formidables y excelentes guionistas en el mundo de la historieta en francés que habrían podido continuar alegremente con las andanzas de Tintín, el capitán Haddock, el profesor Tornasol y los detectives Hernández y Fernández. El último libro de Hergé, Tintín y el Arte Alpha, quedó inconcluso, sin superar la fase del abocetado, y no hubo manera de terminarlo. Da la impresión de que Fanny y Nick se han dado cuenta de que son los propietarios de un pozo de petróleo que nunca dejará de manar, así como de que la obligada limitación de la obra del difunto incrementa su cotización.

Al fin y al cabo, puede que hagan bien. Cada vez que me hago con un nuevo álbum de Blake & Mortimer, me llevo una desilusión. Los de Asterix he dejado de comprarlos desde que murió su dibujante, Albert Uderzo, y la verdad es que debería haber dejado de hacerlo cuando palmó su guionista, el gran René Goscinny. En el caso de Tintín --mal que me pese darles la razón a esas dos urracas que son la viuda y su nuevo maridito--, me conformo con mi colección de toda la vida, adquirida la mayor parte en mi infancia y de uno en uno, a base de regalos familiares muy especiales (cuando yo era pequeño, los álbumes de Tintín eran un lujo: costaban la friolera de 90 pesetas, cuando un tebeo de la editorial Bruguera te lo vendían en el quiosco por cinco). Eso sí, le doy la enhorabuena al feliz y desconocido propietario de esa portada de El loto azul que fue rechazada en su momento por el editor Casterman porque encarecía notablemente la impresión.