Barcelona no deja de sorprender a nadie. Hasta sus mismos vecinos de toda la vida desconocen rincones que están plagados de historias, edificios que hablan desde sus paredes pero la que la rutina hace que pasen completamente desapercibidos.
Uno de los puntos más cargados de historia es el famoso casco viejo. Conocido también como Barrio Gótico, esta parte de la ciudad es el núcleo original. Primero pasaron por allí los romanos y, desde entonces, desde este epicentro la ciudad ha ido creciendo hasta convertirse en la metrópolis que es hoy.
De romanos, prostitución y religión
Si de los romanos quedan templos, la necrópolis y hasta la muralla, de la época medieval quedan también parte de los muros de protección y una decena de edificios que todavía se mantienen en pie. Reformados eso sí.
Esas reformas muchas veces han pasado el borrador de la historia y eliminado cierta fisonomía de la ciudad, otras, en cambio, han querido preservar el legado que en ellas había. Es el caso de las caras que indicaban la ubicación de los prostíbulos, pero también el de un escudo que hablan de un pasado entre piadoso y oscuro.
El misterio de la Plaza del Pi
En el número 1 de la famosa Plaza del Pi, allí donde está la iglesia del mismo nombre, un relieve medio borrado en la fachada llama la atención. Un escudo de lo más tétrico, formado por cinco llagas de sangre. Y si no se ve es porque no se presta atención, ya que se hay tres: dos sobre la puerta de acceso y un tercero advierte en la esquina de la plaza con la calle Cardenal Casanyes.
Este emblema es casi una advertencia. Es el escudo de la Real Archicofradía de la Purísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, más conocida como “la casa de la Sangre”, que tuvo aquí su sede. Sí, el nombre da miedo, pero en realidad fue una institución caritativa fundada en Barcelona a principios del siglo XV.
La casa de la sangre: el origen
Las primeras referencias documentales (siglos XV-XVI) sitúan la cofradía en la capilla del Peu de la Creu, posteriormente adherida al convento dominico de los Ángeles (MACBA), donde parece que se estableció inicialmente. Desde el año 1547 se instituyó canónicamente en capilla propia, en la basílica parroquial de Santa María del Pi, concretamente, en este inmueble construido en 1542 y reformado en 1613 y, posteriormente, en 1789.
Estas fechas aparecen junto a los escudos que dan la bienvenida al visitante. Pero hay un par de elementos a destacar: el portal renacentista con su escudo sostenido por dos ángeles y la última planta con su galería de pequeños arcos de medio punto.
Quiénes son
Pero más allá de la historia de la construcción, lo que más destaca son las personas que allí lo habitaron, los hermanos de la archicofradía de la Purísima Sangre. A pesar de este amenazante nombre, no tenía nada que ver con ritos satánicos ni hermandades para amantes de lo oculto, tipo Iker Jiménez. Su propósito era otra.
La función de esta congregación era prestar auxilio espiritual a los condenados a muerte y darles consuelo en sus últimas horas. Y es que en este edificio se congregaban sus miembros y preparaban las procesiones que acompañaban a los reos durante las ejecuciones. En sus dependencias se guardaban los hábitos y las capuchas de los penitentes, los estandartes, velones y otros objetos litúrgicos.
Qué había
Esta hermandad era tan conocida que dio nombre incluso a una expresión. Explica Joan Amades que esta costumbre es el origen del dicho popular catalán "treure el Sant Crist gran", que se aplica para indicar que se trata de un hecho extraordinario y realmente importante.
La entidad guardaba dos imágenes del Santo Cristo, una pequeña y otra grande. Cuando asistía a la ejecución de un solo condenado, sacaba la imagen pequeña, y cuando la ley ejecutaba a tres a la vez, sacaba la grande.
Qué ver ahora
Afortunadamente, la pena de muerte hace años que no existe. La orden ha pasado a la historia y sólo quedan sus recuerdos y algunos de sus vestigios, como estos escudos que se pueden apreciar cuando uno camina por el Gótico.
Esto mismo hace que este edificio ya no tenga ese uso religioso. A pesar de todo, no está claro en qué momento el edificio dejó de alojar la archicofradía para convertirse en lo que era hasta hace poco, una tienda.
Qué hay
Esos curiosos escudos, hasta mayo de 2007, da bienvenida a todo aquel que entraba a la estampería de arte Artigues. Pero muchos no se daban ni cuenta. Y eso que el edificio lleva casi un siglo ahí.
Cuando el restaurador Rafael Virgili, abuelo materno del último arrendatario, la alquiló allá por 1920, ya era una estampería de arte. Según Lluis Permanyer, la documentación original de la estampería desapareció, y la única huella fundacional que queda es la que figura en la viga de madera que enmarca la puerta principal, donde está grabada la fecha de 1789.
Sin rastro religioso
Pero que nadie se acerque a buscar estampas. Allí ya no hay ni capuchas, ni hábitos, ni cristos grandes ni pequeños, ni estampas. Desde hace unos años, los bajos del edificio están ocupados por una alpargatería artesanal.
Este nuevo uso de los bajos del edificio hace que estos escudos pasen todavía más inadvertidos ante los miles sino millones de transeúntes que pasean por allí e incluso de compradores de esta zapatería. Pero si uno mira con atención todavía va a ver ese recuerdo del pasado: el escudo de la archicofradía de la Purísima Sangre.