Son varios los pueblos de Cataluña que son conocidos por sus castillos casi a pie de playa. Desde Tossa a Tamarit y hasta la misma Barcelona se cuentan por docenas estas fortificaciones que en su día servían para la defensa del territorio. En cambio, hay una edificación histórica que desconcierta.
A las afueras del Cap de Creus se erige un majestuoso monasterio que, en apariencia, puede parecer un castillo, cuando en realidad es un templo de culto. ¿Para confundir? Puede ser, pero cuesta mucho descifrarlo porque su origen todavía es un misterio a día de hoy.
Monasterio-castillo
El monasterio de Sant Pere de Rodes fue erigido sobre los siglos IX y X. De esas fechas son los primeros documentos que hacen referencia a este espacio religioso. Es allí donde se puede intuir algo de su forma.
Este increíble monumento fue construido sobre las ruinas de un castillo del siglo VI, que servía para proteger los pequeños asentamientos de Sant Pere y de Santa Creu, del que todavía hoy se conservan los restos. Tal vez con la intención de recuperar algo de aquel pasado se decidió mantener estas formas que recuerdan a las de una fortaleza. Claro que ese es otro misterio.
Más allá del rezo
Sobre el siglo IX ya aparecen los primeros escritos que hablan de la existencia de una comunidad monástica en esta zona boscosa. Una agrupación que fue creciendo con el paso del tiempo y adquiriendo vital importancia un siglo después.
El monasterio del Cap de Creu se convirtió en polo de sabiduría, economía y espiritualidad. Mercaderes y peregrinos se juntaban alrededor de este templo para comerciar, obtener conocimiento y encontrar la paz que buscaban a través de la fe. Durante los siglos XIV y XV, Se organizaban mercados y ferias que d hicieron vivir a la aldea una época de gran esplendor.
Qué ver
La importancia no dejó de crecer. Desde el siglo XI al XIV fue el principal centro espiritual del condado de Empúries, uno de los motivos por los que se revistió de majestuosidad y esplendor a este conjunto monacal de grandes dimensiones.
Si al principio Sant Pere de Rodes estaba formado por varios edificios dispersos, poco a poco fue cobrando forma, hasta tomar la dimensión actual. En sus miles de metros cuadrados se alojan la iglesia, el campanario, el claustro, las sacristías, el palacio del Abad y los departamentos donde vivía la comunidad religiosa.
Qué hay
De estilo románico, el monasterio está construido en terrazas para adaptarse al terreno montañoso de la zona. Al fin y al cabo, el Cap de Creus no dejan de ser el inicio de la cordillera de los Pirineos y, al lado del Mediterráneo forma numerosos acantilados que mueren en el mar.
Como la mayoría de los monasterios, todas las dependencias se organizan en torno al claustro y la iglesia, levantada entre los siglos X y XI. Es sobre todo en estas dos construcciones originales donde más se puede apreciar la arquitectura románica, especialmente en sus columnas y los capiteles que las coronan. Precisamente, este tipo califal de tradición corintia y entrelazamientos están considerados entre las mejores piezas escultóricas del siglo XI.
Características arquitectónicas
Otro de los detalles arquitectónicos que destacan en este monasterio es el pórtico en la que se pueden apreciar las diferentes escenas de la vida de Cristo esculpidas en mármol blanco, diseño del Maestro de Cabestany. A pesar de que quedan escasos fragmentos originales, los se conservan son una clara muestra de extraordinaria calidad de la época.
Por último, destacar dos elementos más. La torre de defensa, aquella que le da el aspecto de castillo y que parece recuperar su origen. Original del siglo X, fue reformada en el siglo XIV. Y el campanario, de finales del siglo XI ofrece unas increíbles vistas sobre los 2 claustros superpuestos y la Costa Brava.
Vistas y defensa
Y es que, sin duda, desde el monasterio se puede disfrutar de una de las mejores vistas del Cap de Creus y todo su entorno natural protegido, además del horizonte que ofrece el Mediterráneo. Por eso fue tan disputado.
Uno de los saqueos más importantes que sufrió la orden monástica sucedió en el siglo XVII el ejército frases y los bandoleros lo destrozaron para apropiarselo. La situación se repitió a lo largo de los años, hasta que, hartos de enfrentarse a ellos, la comunidad benedictina abandonó las dependencias en 1793 para mudarse a Vila-sacra.
Del abandono a la visita
Tras el abandono, el monasterio quedó a merced de saqueadores. De allí que apenas se conservan elementos de las fachadas y sólo algunas de las pinturas que allí habían. Y es que el Estado tardó en ver su valor. Ya en 1930 lo declaró Monumento Histórico Artístico Nacional en 1930.
Tras la decisión del Gobierno, cinco años más tarde la Generalitat se hizo cargo de las primeras restauraciones, aunque la Guerra Civil las interrumpió. No fue hasta 1960 que nadie se preocupó de él. Ya llegada la democracia, en 1993 fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional y se puede visitar.