El artista visual Francesc Torres, Premio Velázquez de Artes Plásticas

El artista visual Francesc Torres, Premio Velázquez de Artes Plásticas Galería Elba Benítez

Examen a los protagonistas

Francesc Torres

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Premio a la coherencia

Francesc Torres (Barcelona, 1948) acaba de ganar el premio Velázquez a las Artes Plásticas que concede el Ministerio de Cultura desde el año 2002 y que puede considerarse el equivalente artístico del premio Cervantes. Como amigo y fan del premiado, me congratulo enormemente, pero también me parecería todo estupendo, aunque no lo conociera de nada, ya que su obra me parecía muy interesante antes de conocerle. De hecho, entramos en contacto gracias a un artículo sobre el arte conceptual catalán que publiqué a principios de los 90 en el diario El País y que su madre, un encanto de señora ya fallecida, recortó para enviárselo a Nueva York, la ciudad en la que vivió más de tres décadas, como hacía con todo lo que se publicaba por aquí sobre su hijo auto exiliado desde finales de los años 60 (primero en París y luego en Manhattan). En dicho artículo, Torres compartía espacio con Carlos Pazos, Antoni Miralda y Antoni Muntadas, artistas muy distintos unos de otros, pero unidos por sus tendencias conceptuales y su relación con Nueva York, más o menos larga, más o menos fecunda, más o menos intensa. De todos ellos, Torres era quien más se había instalado en Nueva York, pues argumentaba, según me comentó un día, que no se trataba de una ciudad a la que ir de visita como el que se va a hacer la mili, sino que te obliga a quedarte y a dejar pasar los años si quieres sacarle todo lo que puede darte.

Marxista convencido (cosa que a veces ha generado fricciones con quien esto firma, un socialdemócrata trasnochado que detesta a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias), Francesc Torres asegura que el arte le salvó de la lucha armada y de un final parecido al de su amigo Salvador Puig Antich. Instalado en la capital mundial del capitalismo, optó desde un principio por el arte político, aunque yo diría que siempre ha sido consciente del peligro que éste corre de convertirse en un eficaz sistema para que el cochino burgués limpie su mala conciencia. El arte político, a fin de cuentas, siempre acaba siendo adquirido por millonarios con complejo de culpa e instituciones y museos. Lo único que puede uno aspirar es a hacer las cosas bien, como ha sido el caso del señor Torres, o hacerlas mal (véase la carrera de Santiago Sierra, sin ir más lejos).

Francesc Torres ha trabajado con la fotografía, el video, las instalaciones y la mezcla de todo eso y más (a destacar su utilización de los coches, de los que es un rendido admirador), incluyendo armas, uniformes y hasta aviones colgados al revés, en forma de cruz (como hizo en una reciente instalación en el MNAC barcelonés). El Velázquez viene acompañado por 100.000 euros y una magna retrospectiva en el Reina Sofía, que servirá, espero, para que conozca a Torres mucha más gente de la que ya lo admira. Para completar mi felicidad, ya sólo falta que el año que viene le caiga el Velázquez a mi viejo amigo Carlos Pazos: empiezo ya a cruzar los dedos para que se produzca tal prodigio.