¿Fiscal del Estado o del Gobierno?
Álvaro García Ortiz (Lumbrales, Salamanca, 1967) ocupa el cargo de Fiscal General del Estado, que no sé muy bien en qué consiste, pero algo me dice que no debe ser lo mismo que ejercer de Fiscal General del Gobierno (de turno). O igual sí, teniendo en cuenta que al fiscal en cuestión lo coloca el jefe del Gobierno y, al parecer, espera de él una fidelidad perruna. En el caso del actual presidente, Pedro Sánchez, la fidelidad perruna es algo que se espera y se desea de toda la gente que le debe el cargo. Gente que ya no se molesta ni en disimular que le debe la vida al jefe (también conocido como El Puto Amo, El Genio que habla Inglés o Mr. Handsome) y a la que no hace falta ni identificar con nombres y apellidos, pues todos los tenemos muy presentes y se pasan la vida en televisión defendiendo y hablando maravillas de su patrón y benefactor (pista: suelen disfrutar del cargo de ministro).
Que un ministro se pase la vida adulando al presidente del Gobierno es triste, pero hasta cierto punto comprensible, pues su vida podría ser mucho peor en el mundo real, fuera de un despacho oficial. Lo que ya no es tan comprensible es que un Fiscal General del Estado actúe de manera parecida a la del ministrillo de turno. Por mucho que le debas el cargo al presidente del Gobierno, yo creo que te debes al Estado y no al Gobierno, y por eso no estás obligado, como hace el señor García Ortiz con inusitada frecuencia, a darle la razón en todo al presi y aplaudir todas sus iniciativas. Sánchez se ha distinguido por hacer siempre lo que más le convenía para mantenerse atornillado al sillón, lo cual le ha causado ciertos problemas con el Poder Judicial (véanse los casos de los indultos y amnistías a los golpistas catalanes, o la reducción de penas a los serial killers vascos para asegurarse el apoyo de Bildu). Ante esos problemas, no ha dudado en utilizar al fiscal general del Gobierno (perdón, del Estado) como ariete contra los jueces fachas que insisten en boicotear sus medidas pogresistas. Función a la que el señor García Ortiz se ha prestado con un entusiasmo digno de mejor causa.
Puestos a hacerles la puñeta a los farcihtas que le tienen manía a Mr. Handsome, García Ortiz se lanzó a desvelar secretos relacionados con el novio de Isabel Díaz Ayuso, quien puede que sea un mangante, pero no es función del Fiscal General del Estado revelarlo a la opinión pública, por muchos puntos que ganes con el responsable de que ocupes el cargo que ocupas. Que Pedro Sánchez quiera ciscarse en Montesquieu y acabar con la división de poderes es feo, pero no sorprende en alguien con sus tendencias autocráticas, alguien que se ve capaz de gobernar sin el legislativo y de machacar a jueces y periodistas que no le bailen el agua. Lo que realmente sorprende es que un miembro del Poder Judicial, como el señor García Ortiz, parezca dispuesto a cambiar de bando con tal de medrar en su carrera.
Que es lo que a algunos nos parece que está ocurriendo, sin necesidad de ser del PP. Puede que lo mejor fuese eliminar la figura del Fiscal General del Estado, pues para que un cargo tan rimbombante acabe en manos de un obediente siervo del presidente de turno, tal vez no merece la pena mantenerlo vigente.