Pau Relat
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La presidencia de Pau Relat en Fira de Barcelona ha destapado una serie de actuaciones que ponen en duda no solo su capacidad de liderazgo, sino también su sentido ético.
El último episodio relacionado con la contratación de Oriol Sagrera, quien hasta hace poco negociaba desde la Generalitat el traspaso del Circuito de Cataluña a la Fira, refleja una preocupante falta de transparencia. Sagrera, que participó en las negociaciones desde el Govern de ERC, ha sido recompensado con el puesto clave al frente de la filial creada por la misma Fira.
Independientemente de las posibles justificaciones legales, la operación emite un claro malestar ético que resulta difícil de ignorar. El empresariado de la ciudad, que no es ajeno a este tipo de movimientos, empieza a mirar con recelo la gestión de Relat, especialmente ahora que su reelección está sobre la mesa.
A esto se suma la creciente percepción de que Pau Relat se ha especializado en el arte de cambiar de bando según las circunstancias políticas lo requieran.
De nacionalista convencido y próximo a las filas soberanistas en los tiempos del procés, a defensor tácito del pragmatismo que ahora encarna el PSC de Salvador Illa, Relat ha sabido adaptarse con notable agilidad a cada nuevo escenario. Esta flexibilidad, sin embargo, no ha pasado desapercibida.
Junts, el partido que lo aupó a la presidencia de la Fira, no ha tardado en acusarlo de traición. Ven en él a un aliado que, tras servir a sus intereses en un momento clave, ahora parece más cercano a la moderación socialista, algo que no perdonan. Desde las filas del independentismo no quieren su continuidad y están movilizando todas las fuerzas posibles para evitar su reelección.
La situación deja en una posición incómoda al gobierno de Salvador Illa, que ha hecho de la estabilidad y la previsibilidad sus señas de identidad.
La Fira de Barcelona es una institución clave en la economía catalana y la gestión que Relat ha hecho del Circuito de Cataluña no puede ser vista con indiferencia. Si Illa opta por mantener el silencio y no tomar una postura clara, corre el riesgo de ver erosionada su credibilidad frente a un empresariado que espera algo más que ambigüedad en este tipo de situaciones.
La presidencia de Fira de Barcelona y su futuro son asuntos demasiado importantes como para ser dejados a la improvisación, especialmente cuando figuras como Relat, con su historial de lealtades cambiantes, siguen bajo escrutinio.