Mohamed Al-Fayed
El abusador
A Mohamed Al-Fayed (Alejandría, 1929 – Londres, 2023) no lo dejan descansar en su tumba, pero también es verdad que no lo merece. Recientes denuncias de abusos sexuales (más de cuarenta) cometidos a lo largo de más de veinticinco años, mientras era el propietario de los prestigiosos almacenes Harrods, contra montones de empleadas ensucian notablemente una hoja de servicios que nunca estuvo demasiado limpia (en vida, se hablaba de turbios negocios no probados, entre los que figuraba el tráfico de armas). Y el tipejo que está saliendo a la luz no tiene nada que ver con aquel pobre progenitor desconsolado tras la muerte de su hijo Dodi junto a la inefable Lady Di.
Ese es el Mohamed Al-Fayed que casi todos recordamos. El que rechazaba la posibilidad de un accidente mortal de tráfico (tal vez propiciado por la persecución implacable de los paparazi) y veía la mano de la Casa Real británica en el fallecimiento de la feliz pareja. Si no recuerdo mal, Al-Fayed llegó a acusar al MI6 de estar detrás de ese aparente accidente que, según él, era un asesinato y casi un magnicidio doble (¡una princesa, pesada a más no poder, pero princesa y el heredero de un magnate que era también uno de los hombres más ricos del mundo!). Ya puestos, aprovechó para recurrir al victimismo y señalar un supuesto racismo británico gracias al cual se le negaba la nacionalidad, pese a llevar un montón de años en Inglaterra y estar al frente de una de sus principales instituciones comerciales. Pese a su mala fama, mucha gente picó con lo del pobre emigrante basureado por las estiradas autoridades de la pérfida Albión.
Ahora se ha descubierto que el magnate egipcio se tiró más de un cuarto de siglo abusando sexualmente de sus empleadas, a las que llegaba incluso a someter a exámenes ginecológicos para ver cómo andaban de pureza sexual. Si alguna se resistía al manoseo, a la puta calle (con perdón). Y si le amenazaban con explicar la molesta situación, les aseguraba que él mismo se encargaría de que no encontraran trabajo en ninguna parte. O sea, el acreditado sistema Harvey Weinstein, pero a lo grande. Y contando, además, con la colaboración de toda la estructura directiva de Harrods, que nunca movió un dedo al respecto.
Me dirán ustedes que ya no sirve de nada sacar a la luz al genuino Mohamed Al-Fayed, pues lleva años criando malvas. Pero yo creo que a esta clase de gentuza hay que perseguirla hasta la tumba y más allá. A él ya se la sopla todo, pero los que seguimos vivos podemos disfrutar de un retrato suyo que no se parece en nada al del padre desesperado y víctima del racismo británico que nos pretendió endosar a finales del siglo XX.