Xesco Gomar
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La Diputación de Barcelona se ha sacado de la manga un plan de futuro para la cima de la Mola que tiene tanto claros como oscuros. Y los segundos probablemente pesen más que los primeros, y así se han encargado de evidenciar cerca de un centenar de excursionistas que se han dado cita a 1.104 metros de altura para, con sus botas y bastones de montaña, reclamar la dimisión del presidente del Área de Acción Climática del ente supramunicipal, Xesco Gomar.
Algunos de los cambios que se predispone a acometer en esta, una de las cimas más masificadas de Cataluña por sus asumible orografía y su cercanía a Barcelona y su área metropolitana, se antojan necesarios. Entre ellos, desterrar el uso de combustible fósil y sustituir las obsoletas infraestructuras de generación de energía por fuentes renovables, reducir el consumo de agua y combatir la erosión de un terreno que pisan 177.000 personas cada año. Sin embargo, el plan se lleva por delante un negocio tan histórico como querido, un activo más en la cima de la montaña.
El Restaurante La Mola ha servido sus últimos platos, bocadillos y refrescos este fin de semana. La Diputación ha rechazado la prórroga del contrato de cesión del espacio, gestionado durante 57 años por los hermanos Gimferrer, que han recogido 14.400 firmas para evidenciar la oposición al cierre tras haber dedicado sus vidas al cuidado del espacio y a la alimentación de su gente, incluida la recogida de sus residuos. Pero se han topado con el inmovilismo de Gomar y su equipo, que no han contemplado alternativas para dar continuidad al querido establecimiento.