Óscar Puente
La voz de su amo
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Hasta ahora, la figura política del bocachancla grosero parecía una exclusiva de la derecha y de los partidos independentistas. De ahí solían proceder las salidas de pata de banco de Isabel Díaz Ayuso o Gabriel Rufián. A la izquierda se le suponía un poco más de sensatez, mesura y elegancia. Pero eso pasaba con la izquierda de antes, no con esta birria que ahora se hace llamar izquierda en España y que avergüenza a muchos de los que nos hemos pasado la vida votando a los socialistas. A efectos clasificadores, podríamos decir que lo que hoy se entiende por izquierda en nuestro país se divide en dos grandes bloques: la Izquierda Sanchista (¡todo el poder para el Gran Líder!) y la Nueva Izquierda Imbécil que tan bien representaba Podemos hasta que perdió la batalla contra Sumar, que hoy día contiene a casi toda la NII.
La grosería típica de la derechona se contagió rápidamente a Podemos (contribuyendo a su desintegración, que sigue su curso); no tanto a Sumar, donde Yolanda Díaz trata de guardar las formas, aunque le de igual sonreírle al rey que a Puigdemont (y aunque todos sepamos que Yoli Sonrisas es un personaje inventado por Yoli Puñales, como pudo comprobar en sus carnes el mismísimo Pablo Iglesias). Y luego le tocó al PSOE, bajo la brillante dirección de Pedro Sánchez, quien se trajo de Valladolid a un señor llamado Óscar Puente que como dóberman no tiene precio y siempre pone cara de estar dispuesto a zurrarle la badana a cualquiera que le lleve la contraria (afortunadamente, de momento se limita a las salidas de tono verbales). Perteneciente a la primera hornada de fans del Gran Líder, Puente llegó (con ciertas dificultades y pactos, digamos, discutibles) a ser alcalde de su ciudad entre el 2015 y el 2023, hasta que su jefe decidió que le convenía tenerlo más cerca, pues pocos había más dispuestos a mostrarle una obediencia perruna y a morder a todo aquel que dijera inconveniencias sobre el nuevo rumbo del PSOE. Así llegó Puente a ministro de Transportes, donde ya está empezando a enchufar a sus amigotes.
No se le puede negar, eso sí, que, en su caso, la cara es el espejo del alma. Díaz Ayuso suelta unas burradas tremendas, pero luce un rostro como de virgen de vidriera gótica que no hace juego con lo que le sale por la boquita. Rufián es, simplemente, lo que parece: un gañán. Pero en Puente todo encaja: lo que dice y como actúa con una cara de bestia que no puede con ella. El multitasking, indudablemente, lo domina. Además de ladrar y morder, es capaz de defender lo indefendible siempre que se trate de mostrar su fidelidad sin fisuras al Gran Líder. ¿Qué Sánchez le debe favores a Bildu? Pues se le da a Bildu la alcaldía de Pamplona y santas pascuas, que ahí está el inefable Puente para afirmar, con todo su papo (que no es poco) que Bildu es un partido progresista y democrático. ¿Qué sus amigos de la capucha asesinaban socialistas a mansalva hace años y ellos siguen sin condenar el terrorismo de ETA? ¡Pelillos a la mar! Lo que está haciendo el PSOE, según Puente, es integrar en el sistema democrático a los de Otegi, que si dejaron de matar es porque fueron derrotados por la policía y porque ya no los salía a cuenta. Puestos a ciscarse en el PSOE de siempre, hay que hacerlo de la forma más desacomplejada posible. Y para eso siempre puedes contar con sujetos como Óscar Puente, nacidos para obedecer y medrar.
La NII no puede evitar ser cómo es: sus integrantes no dan más de sí. Pero el PSOE ha elegido voluntariamente cargarse la socialdemocracia para mantener en su lugar a un arribista con alma de tiranuelo que puede acabar cargándose el partido o conduciéndolo a la irrelevancia. Una coyuntura ideal para los Puente de este mundo, de los que solo nos desharemos cuando caiga el Gran Líder, que caerá, aunque no sin antes haber arrastrado a la izquierda española por el fango y haberle puesto una alfombra roja a la derechona para los años por venir.