Manfred Weber
O Agamenón o su porquero
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Soy consciente de que hablar bien del alemán Manfred Weber (Niederhatzkofen, 1972) es suficiente en la España de hoy para que cualquier lumbreras te llame facha, dé por hecho que votas al PP o afirme que le estás haciendo el juego a la derecha, pero no lo puedo evitar: su reciente encontronazo con Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo me ha despertado cierta simpatía personal, aunque me conste que, como presidente del Partido Popular Europeo, su principal misión es barrer para casa y poner de vuelta y media a los políticos de izquierdas o que, como Sánchez, se creen de izquierdas cuando no son más que unos oportunistas que piensan exclusivamente en ellos y en lo que más les conviene en cada momento.
Weber le dijo a Sánchez lo que muchos pensamos de él: que es un mentiroso patológico que disfraza de cambios de opinión lo que es pura conveniencia, que no incluyó la amnistía a los golpistas catalanes en su última campaña electoral y que dedica una gran parte de sus esfuerzos a dividir a la sociedad española en beneficio propio. Pese a su habilidad para la oratoria (hueca, pero a menudo resultona), Sánchez contraatacó de la peor manera posible: recurriendo a Hitler, un recurso típico del que se ha quedado sin argumentos que respalden sus maniobras y mangoneos para dar gato por liebre (como su teoría de que la amnistía contribuye al progreso y la convivencia, cuando solo la ha puesto en marcha porque necesitaba los siete votos de un partidillo controlado por un fugitivo de la justicia para mantenerse agarrado al sillón presidencial).
Suele decirse que la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Pero en el PSOE actual, controlado por gente que le debe su cargo a Su Sanchidad, nadie chista ante los desmanes morales del jefe, y ante el silencio cómplice de, digamos, Agamenón, hay que apañarse con la sinceridad de su porquero, cargo que le ha caído al señor Weber, quien sí, es de derechas y parece que, tirando a carca, pero eso no quita para que sus comentarios sobre el infame Sánchez nos parezcan a muchos muy acertados. Pueden llamarnos fachas a todos, incluidos los que nunca hemos votado al PP y sí varias al PSOE (o a su franquicia catalana, el PSC). Pueden acusarnos de hacerle el juego a la derecha (lo hacen siempre que decimos que la actual izquierda española es una desgracia que pacta con periféricos reaccionarios con tal de conservar el poder). Pueden, incluso, recurrir a Hitler (del que, en el fondo, seríamos fans todos los que no tragamos con la manera de ir por la vida del señor Sánchez y lamentamos profundamente el deterioro moral de la izquierda española). Que hagan lo que quieran y que sigan, desde la política o desde la prensa, lamiendo la mano que les alimenta. Pero que se vayan preparando para cuando llegue el hambre y se den cuenta de que su vileza ética solo ha servido para abrirle las puertas a la derechona, que, cuando gane, se va a quedar al mando durante un buen rato.
No hace falta ser del PP para darle la razón al porquero Weber: es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo. Lástima que no lo haga quien más obligado estaría a ello: el colectivo de lamebotas y trepas que controla actualmente un partido (presuntamente) socialista que puede acabar tan mal como su homólogo francés tras la brillante dirección de François Hollande.