Andreu Mas-Colell
La cartera, ni tocarla
Hay que ver cómo les molesta a los lazis que el estado le eche mano a la cartera y les sople el patrimonio. Ese asunto sale en todas las quejas de los que ven amenazada su fortuna por su participación en la charlotada independentista de octubre de 2017. Hace poco, una de las amenazadas por el Tribunal de Cuentas aseguraba, dando muestras de una desfachatez muy propia de los suyos, que, si a unos los indultan y a otros los esquilman, la situación no puede definirse precisamente como gloriosa.
Ahora el Tribunal de Cuentas (que es como el cobrador del frac de la política española) se ha fijado en Andreu Mas-Colell (Barcelona, 1944. ¡tiene la misma edad que Françoise Hardy, pero le aprecio mucho menos!) por su participación en el despilfarro procesista. Estamos en plena llorera lazi al respecto, pero que no cuenten con muchos de nosotros para participar en ella. Docente brillante y mediocre consejero de Economía de la Generalitat, el señor Mas-Colell sabía perfectamente lo que hacía cuando se sumaba a los delirios de Artur Mas, y ahora, simplemente, el estado le presenta la factura. ¿Que el palo es tan considerable como una inesperada colleja del Ministerio de Hacienda? Sin duda. ¿Que se ha ganado a pulso la facturita? Yo diría que también. Y que un tipo curtido en universidades norteamericanas y que se supone que es una eminencia en lo suyo debería haber considerado la posibilidad de esta factura demorada antes de sumarse alegremente a las chorradas del Astut (otro al que solo le falta que le embarguen el tupé).
Aprovechando sus contactos y prestigio internacionales, Mas-Colell ha conseguido globalizar las quejas y presentarse como una nueva víctima de un Estado implacable y vengativo, tesis discutible a la que ya se han apuntado algunos de esos curillas de la tercera vía que infestan las páginas de los diarios catalanes. Se ve que lo correcto es olvidarse de todo, ser magnánimo y permitir que todos los enemigos de la democracia, incluidos los que han pasado por Harvard, se salgan de rositas para mostrar esa magnanimidad de la que presumen Pedro Sánchez y los mandamases del PSC (a los que más les valdría pedir disculpas por su actitud pusilánime ante el procesismo, uno de cuyos hitos consistió en no tocar TV3 cuando la aplicación torpe y tardía del artículo 155 a cargo del holgazán moral de Mariano Rajoy).
Sin llegar a venerar la ley del talión, soy un firme partidario de ese lema que asegura que el que la hace la paga. Y si el señor Mas-Colell contribuyó a tirar el dinero de todos los españoles en un plan estúpido y suicida, me parece de recibo que devuelva parte de ese dinero cuyo despilfarro contribuía a autorizar. Sin duda alguna, la cosa representa una notable contrariedad a su edad, pero a veces las cosas se aprenden a lo bestia. Si en su momento hubiese intentado meter un poco de sensatez en el oportunista caletre del Astut, ahora no se vería en estas molestas circunstancias y teniendo que abonar con retraso unos gastos que nunca deberían haberse producido.
Lamento mi falta de empatía hacia el brillante economista teórico, pero estas cosas pasan en el mundo real. O, como dirían en Harvard y en cualquier bar de los Estados Unidos, Shit happens. Y acabo con otra cita de Lou Reed: You can only depend on the worst always happening.