Tercer fin de año consecutivo con Joan Laporta en la presidencia del FC Barcelona. En diciembre de 2021 dábamos la bienvenida a Xavi Hernández, que no pudo clasificar al equipo para la Champions League. En diciembre de 2022 volvimos a lamentar la eliminación en fase de grupos de la competición europea. En diciembre de 2023, los culés celebran que por fin han vuelto a octavos de la Champions como primeros de grupo, pero todavía hay dudas en torno al nivel de juego.
De todo lo que prometió Laporta cuando ganó las elecciones, ha cumplido algunas cosas, pero la mayoría no: ni renovó a Leo Messi, ni ha resuelto los problemas económicos del club, ni ha convertido al Barça en uno de los equipos más competitivos de Europa. Pero ha conseguido que se vuelva a ganar la Liga, ha cerrado patrocinios de primer nivel con Spotify y Ambilight TV de Philips y ha puesto en marcha las obras del nuevo Camp Nou. Trasladada temporalmente a Montjuïc, la previsión es que la afición regrese al nuevo estadio en menos de un año. Parece una utopía, pero en Barcelona se dice que no hay nada imposible para Joan Laporta.
Acostumbrado a vivir al día y a tomar decisiones sobre la bocina, Laporta y Deco celebran ahora la llegada de Vitor Roque --posible gracias a una tragedia como la lesión de Gavi--, mientras esperan 40 millones de euros que permitan abordar el fichaje de Aleix García o de otro mediocentro. Antes, debe recuperar el aval de 12 millones de euros que puso en agosto junto al tesorero.
2024 se presenta como el año decisivo para juzgar la obra de Laporta. La excusa de "la nefasta herencia recibida" ya no cuela y si no logra cerrar la temporada con beneficios, la viabilidad del Barça quedará seriamente comprometida. La sombra de la Sociedad Anónima amenaza a un club en horas bajas, con muchos tiburones al acecho que anhelan la entrada de dinero árabe para devolver la competitividad a un equipo que se refugia en las jóvenes perlas de la cantera.
A un club que ve como se deshace el proyecto de Grimau en el Barça de basket tras los polémicos despidos de Jasikevicius, Mirotic y Higgins hace medio año y que se aguanta por su enorme marca y por el valor incalculable de un Barça Femenino que también empieza a dar signos de descomposición. La herencia buena que no se recuerda.
La Superliga es el otro gran reto al que se aferra Laporta, asociado con Florentino Pérez, para cambiar el signo del fútbol en aras de agrandar el negocio. Un proyecto común que, de momento, resiste los intentos de división orquestados desde la Liga tras la explosión de un caso Negreira que se podría solucionar durante este nuevo año y que volverá a poner a prueba la fuerza del barcelonismo.
Noticias relacionadas
- La guerra de UEFA contra Superliga, una cuestión de mucho dinero
- Xavi se subleva contra el poder de los 'amigos' de Laporta
- Mountain & Co, el socio del Barça para la salida a bolsa que hace aguas
- Tiembla Laporta: más jugadoras del Barça Femenino abren las puertas a EEUU
- “Siguen amenazando”, la guerra de UEFA y Superliga se pone al rojo vivo
- Xavi se ha comido los turrones pero no está a salvo: 8 deseados para el banquillo culé