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No por esperada es menos importante la resolución sobre la Superliga. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha sido contundente a través de una sentencia que se llevaba esperando durante dos años. Con todas las cartas sobre la mesa, el escenario se pone más interesante que nunca y la clave de todo la tendrá el mismo de siempre: el dinero. UEFA tendrá que elevar premios y buscar acercamientos con los clubes indecisos para frenar la creación de la nueva competición, un negocio valorado en 100.000 millones de euros que ya ha prometido cantidades muy elevadas a sus integrantes. Especialmente, a los fundadores. 

El Barça y el Real Madrid, azotados por una situación económica muy precaria, que les complica competir con los clubes-Estado y con los que fueron comprados por magnates multimillonarios, están en busca de aliados para fortalecer la Superliga. Un proyecto que se anunció públicamente en abril de 2021, que enseguida cayó en picado por el rechazo masivo que se produjo desde los sectores más populares del fútbol inglés y que se ha mantenido a flote, aunque al borde de la muerte, a través de Joan Laporta, Florentino Pérez y Andrea Agnelli. La Juventus perdió peso en los últimos meses a raíz de la salida de Agnelli como presidente y está por ver el papel que tendrá. 

Los aliados 

A día de hoy, el escenario que se presenta simboliza una guerra de dos bandos diferenciados donde cada cual tiene sus propios aliados. Por un lado, la Superliga cuenta con el potencial mediático de sus fundadores, Barça y Real Madrid, y con el apoyo de ligas como la italiana y otras menores como la portuguesa y la holandesa. A la espera de ver cómo se pronuncian Juventus y Milan, sí que pueden presumir de haber subido a su barco a clubes como el Oporto, el Benfica, el Nápoles y otros equipos de menos empaque en Turquía, Bélgica o Serbia como el Estrella Roja y el Anderlecht.

Más fuerte se presume, al menos por ahora, el bando conservador, representado por la UEFA y partidario de mantener viva la Champions League. De los 12 fundadores, la mayoría ya no están.

Los partidarios de la Champions 

Los clubes-Estado, representados principalmente por Manchester Ctiy y PSG, obviamente se han posicionado en contra del nuevo modelo, que permitiría recuperar músculo financiero a los clubes históricos, los de toda la vida. Los demás grandes ingleses, como Chelsea, Manchester United y Tottenham, tampoco comulgan con el cambio de reglas, aunque parece que Arsenal y Liverpool se mantienen en posiciones más ambiguas por ahora. También los alemanes más emblemáticos están en contra, como son Bayern Múnich y Borussia Dortmund. Incluso el Atlético de Madrid, así como otros clubes españoles y las competiciones domésticas --Liga, Bundesliga o Premier-- reniegan de la Superliga. 

Ceferin y Ed Woodward en el palco de Old Trafford / Redes

La insistencia de Laporta y Florentino viene dada por un obvio afán económico que puede regar de millones sus mercadas arcas. El negocio global de la Superliga prevé un desembolso inicial por parte de los inversores de 15.000 millones de euros. Los inversores mantendrían el 15% del negocio en su poder, mientras que repartirían el 85% entre los clubes participantes. Lo que significa mucho más dinero del que ofrece la UEFA, que tendrá que rascarse el bolsillo si quiere mantener su competición. 

Mucho dinero en juego 

En el caso concreto de Barça y Real Madrid, estamos hablando de una inyección que podría rondar los 1.000 millones de una tacada. Los 300 millones aproximados previstos para todos los participantes y una prima especial a Barça y Madrid por haber aguantado la competición organizada por la sociedad A22 Sports Management, cuyo CEO es el abogado Bernd Reichart, líder oficial y gran cómplice de Florentino y Laporta. La citada consultora presentó 1,9 millones de beneficios en 2022 y facturó 7,2 millones de euros sin estar todavía en funcionamiento el torneo. 

Joan Laporta y Florentino Pérez, junto a Bernd Reichart, CEO de A22 Sport EFE

El as en la manga que guardan ambos fundadores es el contrato que se firmó en su momento. Los 12 fundadores se comprometieron a pagar una cuantiosa indemnización en caso de abandonar la idea. Unas cifras que, según estimaciones a las que ha accedido Culemanía, rondarían los 700 millones por club incumplidor. Mucho dinero que, obviamente, no querrán pagar y terminará siendo objeto de litigio judicial. La UEFA, posiblemente, tendrá que volcarse para ayudar a asumir parte de esas indemnizaciones en caso de que prosperen, si quiere mantener el negocio. Barça, Madrid y A22 están convencidos de que ganarán en los tribunales. 

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