Alberto San Juan lleva más de un año advirtiendo de que el Macho grita. Ese es el título de una obra que él mismo escribe, dirige y protagoniza y en el que hace un repaso a la historia de España para enlazar lo español, lo macho y el capitalismo.
El actor va a 1492, año de la conquista de América por parte de Colón, como punto clave. Pero también repasa el Don Juan, ejemplo de lo macho y misógino, prosigue con los versos más famosos de Teresa de Ávila y salta a María Zambrano, Rafael Sánchez Ferlosio y María Galindo, entre otros. Dos Españas muy distintas, de la construcción de las esencias españolas y machas a un cuestionamiento de todo ello, servido a través de una especie de comedia musical con banda incluida en el escenario. Ahora, y hasta el 7 de julio, el del Teatre Condal de Barcelona.
Todo lo que se dice sobre las tablas ha pasado. San Juan se ha documentado con ayuda de historiadores para hablar de hechos probados, la interpretación de ellos, confiesa, es personal. Al final del espectáculo, se lo recuerda al público, pero como Inception, las ideas planteadas ya están allí. Es cuestión de darle vueltas.
El planteamiento del intérprete es claro: “el macho grita para acallar las voces” que, como él, tratan de desmontarlo y “de terror”, de terror a que muera este imperio que se mantiene desde hace siglos. “Milei grita de terror”, sostiene. Grita en medio de este periodo zombie, en que los muertos pasean vivientes, enfundados en banderas, mientras los vivos tratan de hacer la suya. Algo difícil cuando hace siglos se ha intentado imponer que el capitalismo, lo cristiano y lo macho es lo correcto. San Juan trata de poner su granito de arena a este cambio. Asegura que él mismo es “machista y capitalista” a su “pesar” y trata de borrar todo ello, aunque le cueste. Esta obra viene a demostrarlo.
- ¿Qué es más peligroso el mundo macho o el periodo zombie actual?
- El mundo zombie es más loco, porque los límites de su potencia criminal se expanden. Por tanto, es un periodo terriblemente difícil que puede acabar con la extinción de la humanidad.
- En la obra lo relaciona ese macho con el capitalismo y el heteropatriarcado que, en sus palabras, tiene “una voluntad de dominación” basada en “una actividad depredadora” y advierte que “los recursos de la vida nunca serán suficientes para una voracidad insaciable”. ¿Se puede controlar esa voracidad?
- Lo que digo es que el sistema que nos gobierna tiene una voracidad insaciable y vivimos en este sistema, en esta sociedad. Cambiarlo exige una radical transformación en la forma de habitar el mundo. Ahora mismo, el principio básico es la máxima rentabilidad económica. Si sustituimos eso por la máxima alegría social o el máximo placer de todas y todos, dejará de ser importante. No luchará cada uno por tener más: más dinero, más prestigio, más posición social. No, cada uno intentará que el de al lado se sienta lo mejor posible. Con el principio básico del cristianismo, que seguramente está en todas las religiones, el amaos los unos a los otros o ama a tu prójimo como a ti mismo, ya basta. Y cuando digo amar, no digo en un sentido romántico, digo en un sentido de ser consciente de la vida que tienes delante y de que lo vivo es sagrado, no se puede pisotear.
- Usted sitúa su origen en 1492, ¿pero puede ser que esta voracidad sea intrínseca al ser humano o eso nos han hecho creer?
- El ser humano puede funcionar de forma egoísta o cooperativa. No es necesariamente más egoísta que solidario, depende de cuál sea el contexto y la situación. Pero cuando la estructura se basa en el egoísmo, en el individualismo y no en el sentimiento de comunidad, funcionamos de esa manera. Pero si viéramos en una sociedad que favoreciese lo colectivo, lo comunitario, nos compartiremos de esa otra. Y yo creo que es más práctico convivir a través de la colaboración que de la competencia. No es tanto una cuestión ideológica. A mí me la sudan bastante las ideologías, te lo juro. A mí lo que me importa es vivir bien. Creo que es más práctico vivir cuidándonos mutuamente que compitiendo.
- En cambio, siempre se le encasilla en una ideología, de izquierda.
- Sí. Pero si tuviera que definirme ideológicamente, te diría que la doctrina política histórica a la que me siento más afín, desde siempre, es el anarquismo, sin duda. Pero que me la sudan todas las Biblias, las religiosas y las laicas. A ver, respeto los sentimientos y las creencias de cada uno, pero que no quiero tener un catálogo de normas, más allá de respetar la vida ajena tanto como la propia.
- Pero ese anarquismo ahora se lo ha apropiado una parte de la derecha, como Milei, que dicen ser anarcocapitalistas. No sé cómo sienta eso.
- Que digan lo que quieran. El sentido en que emplean la palabra libertad gentes como Milei o Ayuso creo que tiene que ver con la libertad del más fuerte, o sea, el que salga ganador en la pelea puede disponer del mundo. Yo no lo veo así. Me parece que es más pesado y más doloroso vivir a través de la ley del más fuerte que vivir a través de la cooperación, la ayuda mutua.
- Se ha llegado aquí después de que en España se viviera el 15M, “un momento de esperanza”, como lo llamó usted en la presentación de la obra. ¿Qué ha pasado con ese momento de posibilidad para que en 10 años se convierta en eso? ¿Se ha hecho algo mal?
- Pasan varias cosas. Una, la energía política democrática, la potencia democrática del 15M no tuvo tiempo de desarrollarse, madurar y descubrir hasta dónde podía llegar, porque pronto surge una alternativa electoral que se convierte en un partido político más, cuya misión es asaltar el poder. Quizá conquistar el poder no es la solución. Hay que buscar la forma, no sé cómo, de atravesar el poder, para conseguir imaginar otra manera de organizarse para convivir. Por otro lado, desde el momento en que la gente acampa en las plazas, se pone en marcha una operación de Estado para extinguir ese movimiento popular democrático que cuestionaba el poder vigente. Esto comienza con la abdicación de Juan Carlos I y la coronación de Felipe VI y abre un proceso del poder para perpetuarse y para extinguir cualquier cuestionamiento. En esto se implica, aparte de la policía, de los partidos políticos, de los medios de comunicación, en diálogo, con los poderes económicos, de la justicia, etc., a toda una serie de resortes de partes del Estado que finalmente consiguen una derrota, yo siempre digo que aparente, del espíritu del 15M y del sí se puede. Y es que, mientras haya opresión, siempre habrá impulso de emancipación, aunque haya momentos en que no sea visible. Y creo que la responsabilidad del ascenso de la ultraderecha es de esas partes del Estado español y de los poderes que no forman parte del Estado oficialmente pero que son poderes reales y que se encuentran en el Ibex 35. Ellos, en ese proceso para derrotar el espíritu democrático del 15M, finalmente, logran, como consecuencia, el ascenso de la ultraderecha y el descrédito de la democracia en España, cosa gravísima.
- Tal y como lo cuenta, ¿se podría decir que es como una pequeña segunda Transición, más light, en la que se han movido un poco las fichas para mantener todo como estaba?
- Yo creo que sí. Tanto la corona como los núcleos duros del poder financiero, económico, de los partidos políticos, del poder judicial, de las grandes, empresas de comunicación y del Ibex 35 tienen una única finalidad: perpetuarse en el poder. Entonces, cuando les sirve la democracia toda va bien, cuando no sirve, pues se reduce un poquito. En definitiva, se puede ampliar o reducir en función de las necesidades del momento. Ahora, es un momento en que parece que hay una disposición de reducir la democracia y aumentar la represión, la propaganda. En cualquier son cuestiones que me exceden. Yo no soy un analista político, soy un ciudadano común.
- Un ciudadano común que se sube al teatro para analizar la historia de España, descifrar de dónde viene la idea de lo macho y de lo español. ¿Lo macho va con lo español?
- No, para nada. España es un lugar hermosísimo, al que yo amo profundamente, pero que para algunos se convierte en una bandera con la que rechazar a otros. Lo malo con la bandera española es que lo utiliza una parte para decir que hay una España verdadera y otra que no. Y en esa España que llaman verdadera no caben los republicanos, no cabe la diversidad sexual, no cabe el feminismo y no cabe, parece ser, la justicia social. Porque curiosamente esa España verdadera, tan monárquica y tan patriota, está vendiendo el país a los fondos de especulación internacionales, está vendiendo la tierra, el agua y el parque inmobiliario… Estás vendiendo todo. Yo no sé en qué consiste ese patriotismo.
- ¿Diría que es un patriotismo que comercializa con España?
- Rebajarle los impuestos a los ricos extranjeros para que vengan a vivir a Madrid, no sé qué tipo de patriotismo es.
- Lo curioso es que funciona e incluso otros se enfundan en otra bandera, en este caso la catalana, para luchar contra esta otra bandera que es la española, ¿no cree?
- Por supuesto. Hay un nacionalismo de derechas catalán. Convergència y Junts siempre se han parecido mucho al PP. Son ambos nacionalistas, de derechas y capitalistas. No es casual que en la época de los recortes más duros, Cataluña fuera, cabeza de lanza y fuera por delante. Por eso hay tanta gente que dice que Junts y el PP se entenderán, que ya están preparando un entendimiento futuro, porque tienen intereses parecidos. Solo que ahora están discutiendo por las áreas de influencia de cada uno.
- En cualquier caso, y para volver a hablar del macho. ¿El macho es fascista?
- Yo diría lo macho. No se trata del hombre en general, sino de la actitud macha, de la actitud de relacionarse con el otro por la vía del dominio y del abuso. En este sentido, lo macho implica el desprecio hacia ciertas formas de vida. Y creer que una vida es prescindible, eso forma parte del fascismo. Lo que Israel hace hoy en Gaza me parece un acto de fascismo, porque cuando consideras que la vida de otros es prescindible, me da igual cómo te llames y en nombre de qué lo hagas, estás siendo, totalitario, criminal.
- ¿El teatro es un lugar para combatir el fascismo? ¿Puede ayudar?
- Esta obra en sí misma no puede conseguir nada, pero puede formar parte del debate público, eso sí. El teatro, la música, el cine y la literatura forman parte del debate público a través del arte. Tiene que ser un hecho artístico, porque si no, no tiene sentido como teatro. Entonces, ¿puede el teatro cambiar el mundo? Por sí solo, en absoluto. Y menos una obra. Pero ni siquiera todas las obras del mundo. Ahora ¿puede el mundo ser cambiado por la concurrencia de muchas formas de intervenir en el mundo y el teatro ser una más entre ellas? Por supuesto que sí.
- Habla de la cooperación desde el teatro con el mundo y de un sistema social basado en la cooperación. Parece difícil, ¿no?
- Todo es difícil. Relacionarse es difícil, pero todo se hace mucho más difícil en una sociedad autoritaria e injusta como es la capitalista.
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