Emma Vilarasau es una de las grandes damas del teatro catalán. Su currículum la avala. En cambio, se la ve poco en el cine. Por eso, verla brillar en la nueva película del catalán Dani de la Orden, Casa en flames, es todo un lujo. Además, está tan pletórica que ya sólo por eso merece la pena acercarse a las salas.
La catalana interpreta a una madre cuyos hijos (personajes encarnados por Enric Auquer y Maria Rodríguez Soto) sólo la desprecian. La venta de la casa de la abuela se convierte en la excusa perfecta para tenerlos a todos bajo el mismo techo. Van también sus yernos (Macarena García y José Pérez Ocaña) y nietos. Aunque luego se le sumarán su exmarido y padre de sus hijos (Alberto San Juan) y la nueva novia de este (Clara Segura).
Si todos estos nombres ya apabullan, lo que se desata en esa casa queda muy lejos de lo que uno espera de una comedia familiar. Si bien De la Orden le pone mucho humor, el desgarro y las maldades que allí se ejecutan por el individualismo de todos los personajes pueden llegar a generar un nudo en el estómago a más de un espectador.
En este auca, Vilarasau es la madre madrísima, no exenta de un lado oscuro. Un personaje que ella borda de manera excepcional. No hay duda de que los fans de Nissaga de poder (TV3) van a poder ver en esta mujer rasgos de Eulàlia Montsolís.
- Se ha dicho mucho, pero lo cierto es que no se la ha visto mucho en cine. ¿Cuándo recibió la propuesta y qué le hizo aceptar?
- Me convocaron para un casting. Imagino que hace mucho que no hago audiovisual y Dani, que me había visto en el teatro, quería ver un poco cómo iba. Me gustó muchísimo el guion. Pensé, “¡ostras!, pocas veces tienes un personaje así de esta edad, tan poliédrico, tan contradictorio, tan bonito... Y con una historia...”. A ver, que todos son personajes muy mezquinos y muy patéticos, pero intuía que te los tenías que acabar queriendo a todos, porque son como la vida misma. Son personajes a los que la vida les pasa por encima, que no pueden, que no saben hacerlo. Y fue así. Me pasaron un guion, hice el casting, tardaron mucho en contestarme, porque lo hice hace mucho tiempo y aún tenían que atar muchas cosas. Cuando me dijeron que sí, me hizo muchísima ilusión.
- Me sorprende que aún usted, Emma Vilarasau, tenga que hacer castings. No sé si eso le molesta, lo ve normal…
- Lo encuentro lo más normal del mundo. A ver, si me hacen pasar un casting para el teatro, no lo haría. Pero ya hace mucho que no hago audiovisual. Entonces, por muy buena actriz que sea o no, Dani necesitaba verme, y lo encuentro muy normal.
- Pero usted, aunque haya hecho poco cine, sí participó en muchas series.
- Sí, pero hace más de 15 años de la última serie. Es normal, de verdad. Yo lo encuentro bien. No me importa en absoluto.
- Bueno, hablaba de que todos los personajes de la película son mezquinos. El suyo en particular es muy odiado y muy querido, incluso con segundos de diferencia ¿Lo ve así?
- Yo creo que es una mujer que se siente muy abandonada y hará lo que sea, le da igual qué. Se saltará todo, todas las líneas, para poder volver a estar con toda su familia y que la vuelvan a necesitar, que vuelva a significar algo para ellos.
- Esa es una parte de la maternidad que se muestra y de la que se habla poco, ¿no? Ese momento que los hijos se van y qué pasa entonces con las madres.
- No se explican muchas cosas de la maternidad, prácticamente no se explica nada. Y creo que ya va siendo hora. A la mujer, por ser mujer, por ser madre, se le presupone una renuncia absoluta, una generosidad absoluta, un “lo doy todo por ti”. Que está muy bien, pero un gracias no estaría de más. Y, evidentemente, un hijo tiene que construir su vida, y eso lleva mucho tiempo y mucha energía, y hay una época en la que dejas a las madres, incluso las matas un poco, pero pasada esta época, tras el momento de construcción de tu personalidad, un reconocimiento de lo que han hecho por ti, no está de más. Porque no estaba escrito en ningún sitio que tuviera que ser así, pero parece que sí y que esto no tiene ningún valor ¿Por qué? Porque venimos de donde venimos, de una sociedad superpatriarcal, que esta parte del trabajo de la madre nunca se ha valorado, nunca se ha puesto en valor. Por tanto, sí, creo que ya era hora de decir “gracias a todas las mamás, por todo lo que han hecho”.
- ¿Eso justifica ciertas conductas como las que se ven en la película u otras?
- No, evidentemente que no. Pero esto es una película y tiene que tener un elemento dramático. A mí Dani, cuando me dio el papel, me dijo que esta mujer tiene depresión, pero nunca se ha de ver. No se dice nada, pero evidentemente una mujer que hace lo que hace en la segunda escena de la película ha de estar mal.
- Allí uno empieza a sospechar.
- Es bonito porque al leer el guion pensé, ostras, no es una película más. No es una conducta normal. Y me encantó porque esto engancha al espectador. Ella no puede pensar en eso, porque ahora ha de tener a sus hijos. A ver, ha montado un pollo para tenerlos…
- ¿Es necesario llamar la atención de esta manera a veces? En todos los ámbitos y reivindicaciones.
- No lo sé. A veces sí. Pero cuando se dice “yo no te pedí nacer”, también cabe la pregunta ¿pero se puede valorar esto, todo este trabajo? Y no solo el día de la madre enviarme un ramo de flores, que me da igual. ¿Puedo seguir significando algo en tu vida y no olvidarme porque tú te tienes que construir? Porque en esta peli, todo el mundo es así, todos son un “qué hay de lo mío”. Todos son egoístas, poco empáticos, mezquinos, tóxicos...
- ¿Es reflejo de la sociedad o de cómo somos?
- Aquí está un poco llevado al límite, pero Dani quería hacer una peli sobre gente que no sabe quererse. Y qué mejor que una familia, cuyos miembros sí que se quieren, pero lo hacen fatal, no saben hacerlo, no encuentran el momento. Siempre es más importante el problema individual de cada uno. También el de la madre, que tampoco ha cuidado a su madre.
- ¿Sabemos querer?
- Es muy complicado. El amor es difícil. Es difícil el amor de pareja, el de hermanos, el de padres e hijos… Porque ha de existir un equilibrio perfecto entre la empatía hacia el otro, el respetarse a uno mismo. Porque a veces, si tienes mucha empatía y todo es hacia el otro, tú siempre vas en último lugar. Eso no es una buena manera de querer. Y tener cero empatía ser siempre tú el primero, tampoco. El equilibrio es difícil.
- Eso es lo que le pasa a su personaje con su hijo, ¿no? Que le dice que todo lo hace bien y lo apoya en todo…
- Muy mal, porque no se debe hacer. Pero ella es muy egoísta y es su manera de tenerlo enganchado. En estima, cero esta familia (ríe).
- Precisamente, comentaba que incluso su personaje tiene abandonada a su madre. ¿Seguimos olvidando a la gente mayor?
- Si bien la peli no va de esto, en mi opinión personal, y he hecho una obra de teatro hablando de esto (Lali Symon), no lo estamos haciendo muy bien. Lo estamos haciendo más bien mal.
- Y eso que tras la pandemia parecía que se nos despertó una conciencia. Y 'Lali Symon' lo abordaba de forma más directa.
- Sí, cuidado, porque, si la infancia es una edad muy frágil, la vejez es una edad muy, muy frágil. Y la soledad en la vejez creo que es lo peor que puede haber en el mundo. Deberíamos ir al tanto.
- En la película se pasa por todo esto, pero desde el humor. ¿Es fácil pasar tan pronto de un extremo al otro? Además, aquí hay una comicidad…
- Absoluta. Es que no puedes hacer de esto un drama intenso porque es fatal. Cuando haces teatro, eres absolutamente dueña de tu trabajo. No hay intermediarios y es maravilloso. Cuando haces cine, te pones en manos de un director, porque de lo que haces, él después tomará lo que quiera en el montaje o no montará cosas que has hecho o montará cosas que no te han gustado y has hecho. Además, Dani improvisa en los rodajes. Le gusta mucho improvisar. Y claro, a veces dudaba, y tenía que confiar en él. Eso da algo de vértigo. Yo que estoy acostumbrada a tener el control de mi trabajo, aquí es ponerte en manos de alguien.
- ¿Le gustó eso de improvisar?
- En este caso me ha gustado mucho. Me lo he pasado muy bien rodando. He tenido un equipo... Hemos tenido todos la suerte de estar muchas horas juntos, porque las escenas son muy corales. Y con María Rodríguez, Clara Segura, Alberto San Juan, Macarena... Bueno, ha sido brutal.
- Y ahora, ¿le picó el gustillo al cine y va a intentar hacer más?
- Es que esto no se intenta. Esto te cae o no te cae. Además, se escriben muy pocas cosas para mujeres de mi edad. Espero que eso vaya cambiando, porque tenemos cosas que decir y porque todos llegaréis a esta edad y no hay referentes. Tenemos referentes de adolescentes, de 30, de 20, de 40, de 50... A partir de los 60 y pico, la cosa empieza a decaer. Y te juro que son cosas muy bestias de vivir a partir de esta edad. Estaría bien que pudiéramos dejar algo de lo que hemos aprendido. Hemos aprendido a besar con el cine. Todos. Pero ¿tenemos algún referente de la vejez? No lo tenemos, cada uno nos lo inventamos. Pero estaría bien tener algún referente, ¿no?
- Pensando en eso y que ya hizo mano a mano con Sergi Belbel el texto de 'Lali Symon', ¿ha pensado en ponerse a escribir?
- Escribir teatro, no. Lo encuentro difícil. Me gustaría escribir una novela. Tengo una novela... Yo creo que todos tenemos una novela. Y me gustaría escribirla, pero no tengo tiempo. Un día la escribiremos.
- Y es así porque no recuerdo que haya parado desde…
- Paré un año, cuando tenía 32 años. Quise ser madre y disfrutar un año de mi hijo, porque tenía muchas ganas de tener un hijo, y dije, “yo paro y lo disfruto”. Por suerte, Jordi [Bosch, su marido] tenía trabajo y pude parar. Volví cuando tenía 33 y ya no he parado.
- ¿Qué hace que no se canse, después de tanto tiempo?
- La ilusión. Cada personaje es un reto, cada personaje me hace mucha ilusión. Si un día deja de hacérmela, dejaré de trabajar. De momento, estoy preparando otra hora de teatro y tengo dos más allá. Y ya las pienso, las trabajo y las disfruto de mogollón.
- Teniendo en cuenta como está el sector cultural, ¿no le cuesta mantener la ilusión?
- A mí no, porque me gusta mucho el escenario y me gusta mucho mi trabajo. Me lo paso muy bien. Y cuando estás trabajando no estás pensando en cómo está la cultura en este país. Después sales y te pones a llorar de cómo está la cultura en este país. Pero eso no te quita la ilusión, por suerte. Y, además, el teatro tiene una cosa que es el directo, y el público te devuelve toda la energía que dejas allí, o más.
- Se le ilumina la cara cuando habla de teatro. ¿Siempre lo tuvo claro?
- Yo estoy en esto porque tuve mucha suerte, porque soy una persona tímida, si no, no sé si hubiera podido hacer todo lo que hice. Yo hacía teatro con un grupo de teatro en el pueblo y al acabar Bachillerato me apunté al Institut del Teatre. Entonces había sólo tres teatros en Barcelona que funcionaban, no existía TV3, ni cine en catalán, evidentemente. Por tanto, soñar que podías vivir de esto era una idea muy loca. Nada más entrar pensé, “uy, no, me he equivocado” y me fui a hacer magisterio.
- ¿Podemos llamarla profesora?
- Hice primero y volví al Institut. Y justo antes de acabar, Fabià Puigserver necesitaba una chica joven para una obra. Entonces, Lluís Pasqual le dijo “prueba esta chica, que pinta bien”. Y se me quedaron diez años en el Teatre Lliure. Si yo acabo el Institut y tengo que empezar a hacer pruebas, castings, buscarme la vida, no sé si estaría haciendo esto. Tuve mucha suerte de vivir en un momento bonito de Barcelona. Todo estaba por hacer. Veníamos de donde veníamos y todo era posible, como dice el poeta. Ahora no sabría vivir si no hiciera teatro. Creo que me costaría mucho vivir.
- Ahora vuelve, de hecho. La próxima temporada va a hacer una obra que coprotagonizó hace años con Anna Lizaran. No podemos decir nada aún, aunque sabemos cuál es. ¿Qué se puede contar?
- Es una obra que hicimos en el Lliure, fue muy bien, pero no hizo gira. Además, se hizo en el Espai Lliure con un aforo de 120 personas, muy poca gente. Y yo siempre pensé que esta obra se tiene que volver a hacer, pero Anna se fue. Han pasado 19 años y pienso que está bien hacerlo. Primero para recordar a Anna. La obra no será la misma, evidentemente, porque ha pasado el tiempo y no se puede hacer de la misma manera, y porque yo no soy Anna y Marta Marco no es yo. Pero me gustaba la idea de pasar el relevo, porque a veces pienso que en esta profesión, y en todas, olvidamos a los maestros. Hay toda una serie de gente que no sabe quién fue Fabià Puigserver, que pronto no sabrán quién fue Anna Lizaran. Hay alumnos del instituto, y esto me lo ha dicho un profe del Institut, que no saben quién es Josep Maria Flotats. Esto me da una especie de vértigo. No podemos hacer esto. Tú puedes decir, “yo no lo quiero hacer así, yo quiero romper esto, porque soy joven y lo quiero hacer de otra manera, y no me interesáis”, pero no puedes no conocerlos. Para romper algo, tienes que conocer de dónde vienes. No puede ser que no sepas de dónde vienes, porque si no, primero, repetirás errores que no hacía falta repetir porque ya los hicieron y, después, te chocas contra algo que no sabes qué es. No puede ser. Entonces esta obra la hacemos con la idea de pasar el relevo. Anna me lo pasa a mío, yo se lo paso a Marta y entra una chica joven a hacer el suyo. Me parecía bonito representar esto.
- Habla de forma muy personal. ¿La dirigirá?
- No, la dirige el mismo que la dirigió Josep Maria Mestres. Aparte de que esta obra es un regalo para el público, hay más gente en el equipo técnico que repite y pasa el relevo también. Evidentemente, la obra no la haremos igual, pero algo aprendimos, todos. Aprendemos de los maestros y algo nos queda.
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