Ramón Fontserè (Els Joglars): "Tenemos seguidores en Cataluña, pocos pero exquisitos"
El actor y director de la compañía se mete en el papel de Juan Carlos I, al que ve como un personaje shakespeariano que, "en el exilio, está luchando contra su soledad"
15 febrero, 2024 19:01Noticias relacionadas
Els Joglars vuelven a la carga. Lo hacen, una vez, con un espectáculo que ataca directamente al poder, una figura viva sobre la que se ha dicho muchas cosas, especialmente en los últimos años. Se trata del emérito Juan Carlos I, o como reza el título de la obra El rey que fue.
Sobre el escenario, el actor y director de la empresa, Ramón Fontserè, encarna a la figura de don Juan Carlos al que le da un toque de sinvergüenza, pillo y amante de las mujeres. También pesa sobre él la tristeza tras perder un hermano y por estar fuera de su país.
Reencuentro real
Entre bambalinas, se respira el regreso del fundador de esta compañía catalana, Albert Boadella, que firma con el nuevo director de Els Joglars, esta obra socarrona, que ataca a los más fuertes. Un objetivo que siempre han tenido claro y que se ha convertido en marca de la casa. Le pese a quién le pese. Incluido a ellos.
A pesar de ser denostados por los partidos nacionalistas catalanes, que los expulsaron de los teatros públicos catalanes por meterse con la figura de Jordi Pujol, ellos siguen trabajando desde Cataluña. Claro que aseguran que su popularidad ya no es la que era por estas tierras y estrenan más fuera que dentro de la comunidad autónoma. Eso sí cuando regresan, tienen a su público fiel. Esperan venir a Barcelona y otras localidades con El rey que fue, pero de momento toca su estreno el 28 de febrero en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.
- ¿Cómo ha sido ese reencuentro con Boadella?
- Pues fantástico. Son de esas cosas de la vida en que uno encuentra un tema y Albert aceptó dirigirlo. Y ha sido miel sobre hojuelas. A mí, personalmente, me ha permitido actuar, que es lo que más me gusta. Y trabajar, jugar con Albert es algo increíble. Ha sido un montaje muy bueno en todos los sentidos, porque Albert, a pesar de que tiene 80 años, está en plena forma y ha sido un montaje delicioso en este sentido y en el aspecto artístico, en el de convivencia, en el de poder hacer esta especie de utopía que es poder encerrarte o concentrarte durante cuatro meses en un sitio maravilloso como es el Collsacabra (Girona), en un sitio como la Cúpula, un lugar de ensayo muy especial y muy singular. Es un sitio en medio del bosque. Y allí empezamos un espectáculo desde cero y hemos demostrado otra vez que se puede hacer así.
- Els Joglars se han metido con muchas figuras históricas a lo largo de su trayectoria, pero ¿da más miedo al tratarse del exjefe de Estado?
- (ríe) No. Tenemos una tradición. Desde hace 62 años hemos reflejado y retratado a los elementos que ostentan el poder en sus variadas potestades, desde Jordi Pujol, claro, pero también José María Aznar, Felipe González, incluso con un dictador, con Franco. El emérito entra dentro de esta tradición de la casa. En cualquier caso, la figura del emérito es muy teatral. Lo dice Albert, y a mí me parece igual, en esos tiempos, si hubiera existido un Shakespeare, un Moliere, un Valle Inclán o un Lope, hubieran usado el material de este hombre. Su vida es un material muy bueno para el teatro.
- Pero ustedes, arrancan en la actualidad. En una fiesta celebrada en un yate.
- Nosotros presentamos al emérito en el momento actual y lo situamos en un espacio natural en él, que es un barco, que como todo el mundo sabe es su afición. Pero no en Sanxenxo, sino en el Golfo Pérsico. Allí podemos ver la figura de este hombre en el crepúsculo, vemos cómo actúa, sus cualidades, sus defectos, incluso como se defiende y justifica sus comportamientos. Quizás es una visión humanística de este hombre. Es un intento de acercar el público a la figura de ese hombre que muchas veces pues solo lo vemos por la televisión en los actos protocolarios y oficiales. Pero ¿cómo es en su vida cotidiana, en su condición humana? Y vemos como se relaciona con los otros personajes que están a bordo de esta goleta.
- ¿Sale el momento de corrupción, sus problemas con la ley y demás?
- Todos estos elementos incómodos no los obviamos, pero finalmente siempre aflora lo que somos, la condición humana de este hombre. Es un retrato como el de un pintor, con sus luces y sus sombras. Es cierto que quizás él es el exponente de una monarquía de la que él es el último eslabón. Ahora la monarquía ya es otra cosa, los monarcas actuales no se consideran unos reyes absolutos, sino que son muy diferentes respecto a los privilegios y la impunidad. Todo ha cambiado mucho y quizá aún se considera como el último rey absoluto de Europa. Y eso ya ha cambiado claro.
- ¿Sí, ha cambiado tanto?
- Las monarquías actuales ya son otra cosa, es otra manera de gobernar, ya son más serios, más responsables. Quizá una de las cosas que perdió es su frivolidad.
- Esa frivolidad, ¿incluye las mujeres y las fiestas?
- ¡Coño, es que es humano! Y lo hace humano. Tampoco es un hombre frío, por eso. Pero claro, si tú eres rey y tienes allí cantidad de vasallas allí haciéndote la corte, tienes que ser casi un cartujo para no saltar. Esta gente, desde que nacen ya están condenados, no tienen escapatoria. Luis XIV es un claro ejemplo, fue coronado rey de Francia a los 5 años. Desde que naces ya estás marcado y eso es muy importante. La educación que recibes, todos los elogios, todos los privilegios que tienes a tu alrededor, tiene que marcar tu vida privada.
- ¿Quiere decir que puede ser un privilegio, pero también una condena?
- ¡Claro, también es una condena! No es fácil este oficio, por esta serie de condiciones. Tiene unas contrapartidas muy grandes también.
- Hablaba de las luces y las sombras, también dicen que mezcla lo humorístico y lo trágico. ¿Qué partes de la vida de don Juan Carlos serían esa?
- Yo creo que el Rey, por las situaciones que él crea y por las que ha vivido, tiene un punto de chocarrería. Él es un hombre que le gusta el cachondeo y le gusta estar rodeado de gente que le haga el cachondeo. Esto es una cosa conocida. La parte trágica es su vida. Desde que nace tiene por tutor un dictador, mata a su hermano por accidente. Él entrega el poder absoluto desde el dictador a la democracia y sufre el 23-F. Luego tiene todo esto de las mujeres, el dinero, el exilio y la soledad. Finalmente, está allí luchando con la soledad. Es para reflexionar. ¿Cómo ha pasado esto, no? Él que hubiera podido ser el mejor rey de España, de todos los Borbones, que ha vivido el periodo de más progreso y estabilidad de la historia de este país, y ha acabado como Isabel II o Alfonso XIII. Su vida es una vida de contrastes. Una vida entre lo humorístico, lo esperpéntico, lo trágico, lo funesto, lo divertido.
- ¿Es difícil a la hora de interpretarlo precisamente por eso?
- Es cuestión de muchos ensayos, de observar y darle credibilidad. Del primer día de ensayo al primer día de estreno, cuánto más tiempo pasa, le vas dando más profundidad. El tiempo es muy importante en el arte, para llegar a un cierto dominio de que estás construyendo o lo que... O lo que estás representando.
- ¿Hay suficiente tiempo para esto a día de hoy?
- ¡Financieramente es una ruina! Pero es una condición que nosotros tenemos muy arraigadas. Nuestro sistema es anti mercado totalmente. Es anti comercial. Pero es la manera que nosotros tenemos de trabajar, creemos de una manera firme en esto y demostramos que se puede hacer, si estás dispuesto a tener unos límites. Nos pasamos cuatro meses trabajando en La Cúpula y, si hay suerte, vas a cobrar, a veces poco y a veces nada. Por ahora, siempre se llega a estrenar y a hacer gira.
- ¿Y están los tiempos como para meterse con el poder? ¿Cuánto les ha costado y le sigue costando?
- Bueno, desde el Ubu hemos tenido problemas con el nacionalismo catalán. Se nos han cerrado las puertas en Cataluña, sólo vamos a teatros privados cuando vamos a Barcelona. Tenemos seguidores en Cataluña, pocos pero exquisitos. Pero bueno, cuando hay puertas que se cierran, hay otras que se abren, y eso no nos espanta. Nos da más coraje y energía para construir las obras.
- ¿Y no hay ya un momento de reconciliación con el público catalán? ¿Cree que la cosa está más calmada, como dicen?
- Yo creo que estamos aún peor. El problema es que el gobierno central ha necesitado sus votos y ha hecho una transacción de estos siete votos, para mantenerse en el poder.
- ¿Lo considera peligroso, como dicen algunos?
- Bueno, pues, a mí me gustaría que hubiera una cierta convivencia, una libertad, una igualdad, una solidaridad entre todos. Eso es lo que me gustaría. No me gustan estos narcisismos identitarios no llevan a nada, al contrario. Estos narcisismos llevan a la decadencia, al mal rollo. Es un chapapote, que afecta a las relaciones entre amigos, entre familias, un mal rollo, vaya. Y creo que continúa. Espero que no dure 100 años y se pueda revertir.
- Tal vez ahora que se meten con el rey, ¿se pueden reconciliar con ese público perdido?
- De momento no hay nada, vamos a ver cómo acaba. ¿Reconciliación? En Barcelona, las veces que he actuado, ha sido muy bonito y reconfortante, porque ha venido gente que nos venía a ver y es como reencontrarte con viejos amigos. Pero yo creo que el 90% u 85% del público en Cataluña es independentista. Pero nos gusta que esta gente exquisita pueda vernos en los espectáculos y nosotros representar para ellos. Hay que ser optimistas, si ahora tenemos 2.000, pues tendremos 5.000 u 8.000, vete a saber.
- ¿El teatro ha perdido mucho de esa sátira que ustedes siempre hacen?
- ¡Claro, con los tabús que ahora hay! Ahora sólo se legislan tabús, y la corrección política incluso afecta al público. A veces, en este espectáculo, El rey que fue, se nota que el público a veces no ríe con más amplitud por miedo a la corrección política, por miedo a este bombardeo de esta época narcisista. Ahora todo lo tienes que vigilar porque salta uno y salta el otro, por cualquier motivo, En los años 80s y 90s, la gente reclamaba espectáculos más salvajes, más asilvestrados. Había un cachondeo fantástico, liberador, higiénico y no pasaba absolutamente nada. Ahora está todo más constreñido, si no se tocan unos temas o se tocan ciertos tabús o aspectos intocables ya eres reaccionario o facha. ¡Pues ya está, apaga y vámonos! Yo creo que se tendría que ir al teatro con absoluta libertad. Nosotros mismos hemos ido en contra de nuestro público a veces, para hacer una reflexión y para poner la otra cara.
- ¿Lo políticamente correcto, entonces, reprime?
- Sí, porque es como una lluvia fina que va penetrando. Muchas veces a nivel familiar o de amigos vas siempre con el freno de mano. Y a veces cuando los mandas a freír espárragos por lo que dices o porque no dices lo quieren, luego se molestan. A veces los que han sido reprimidos son los que más reprenden, los más duros, los más reaccionarios. Y lo hacen en nombre de una supuesta progresía o piensan que moralmente son más superiores. No sé, es un concepto de vida que no entiendo. Con el poco tiempo que estamos aquí, con lo bien que nos lo podríamos pasar, ahora hay estos tabúes, este puritanismo.
- ¿Si se enfadan es señal que se hace bien?
- Lo más jodido es pasar indiferente. Mala señal si la obra causa indiferencia. Estos personajes del poder han reaccionado de una manera muy feroz contra nosotros, al verse reflejados. Pero esta es la misión ética o moral del teatro.