Jordi Torrent es un director y productor catalán que desde hace años trabaja en Nueva York. Allí rueda sus películas y ayuda a levantar otros de cineastas catalanes. Lo hizo con María Ripoll e Isabel Coixet, por ejemplo. Eso le mantuvo alejado de la silla de dirección, pero ahora ha regresado.
Como si fuera un canto a lo que él le pasó, el realizador presenta Third week, una cinta sobre las segundas oportunidades. En este caso, el protagonista no se dedica el cine, es Alvin, un afroamericano recién salido de la cárcel que trata de encontrar una nueva vida alejada del tráfico de drogas. Gus, el líder de una imprenta cooperativa, le da esa confianza y un trabajo, aunque se encontrará los recelos de algunos compañeros como Jonas.
La historia, en cualquier caso, va más allá de la típica historia de superación llena de estereotipos. Sí, hay una tentación de los amigos para que vuelva al consumo, sufre la discriminación, pero Torrent ofrece un halo de esperanza y su cámara crea otra atmósfera. A pesar de que el blanco y negro le dé un toque neorrealista, él ha huido de ello y prefiera hablar de “fabula”. Una fábula con tintes autobiográficos.
“El taller es el taller de mi suegro”, confiesa a Crónica Global. Pero lo que le interesa de él es que también “es un espacio de la segunda oportunidad, el tema de la película”. “En ese taller trabajaban en su día 20 personas, pero tras la economía postindustrial, todos estos talleres han ido desapareciendo por todas partes. Por tanto, es un lugar que está buscando un nuevo espacio en esta nueva situación del mundo postindustrial”, apunta.
A pesar de todo, Alvin parece soñar con una segunda oportunidad, no tanto allí como en Manhattan, la isla frente a Staten Island de la que le separan todo un enorme río y “un barrio dejado, abandonado, olvidado, que necesita una segunda oportunidad, también”. Pero en el fondo “Manhattan es un espejismo, pero muy cercano” y a la vez algo perverso. “Lo que se ve es Wall Street, que representa la gran corporación, las grandes fortunas, otro mundo del que les separa un abismo”.
¿Es allí dónde encontrar una segunda oportunidad o es en este taller de Staten Island? ¿Es posible tener una nueva vida en un taller cooperativo en el epicentro del capitalismo neoliberal? La película fabula con ello, pero Torrent lo tiene claro. "Yo creo que otro mundo es posible, lo que pasa es que nos lo hacen muy difícil, sobre todo nos hacen difícil creerlo. Creo que hay otros sistemas sociales y económicos que no son esta especie de capitalismo cibernético y pasado de rosca que nos están vendiendo como el único futuro posible", asevera.
Y es que el cineasta cree que hay lugar para espacios como el taller de su película, para que funcione el cooperativismo. "Claro que hay posibilidades. De hecho, hay lugares que funcionan de esta manera. Pequeños talleres y pequeños negocios, especialmente granjas. Lo que pasa es que lo hacen difícil y sobre todo, porque nos comen el tarro con que lo que hay es todo posible y el resto imposible y no es verdad", aprecia.
Una prueba de que esto puede ser posible es su vida en Estados Unidos, que le dio una segunda oportunidad a Torrent como cineasta. Aunque, él nunca la fue a buscar asegura. “Yo realmente acabo en Estados Unidos por casualidad y no porque estuviera buscando oportunidades”.
El realizador “no tenía ganas de volver a Barcelona y lo que estaba haciendo en París se había acabado”. Lo que hizo es saltar al vacío y al otro lado del Atlántico dejándose “llevar un poco por las oportunidades que iban saliendo. Pero no porque Barcelona, Cataluña o España no las hubiera podido encontrar, sino porque allí es donde acabé yendo”, sostiene.
Su marcha dio sus frutos. Ha rodado allí una decena de películas y ha producido una veintena más. Entre ellas, se encuentran documentales de realizadores de la talla de Raúl Ruiz y Jonas Mekas o Mi vida sin mí. Y también puso su granito de arena a tirar adelante producciones catalanas como La redempció dels peixos o El domini dels sentits.
De hecho, parece el nexo de unión entre la vanguardia francesa de los 60 y el cine catalán de ahora. Torrent tuvo de profesores a genios de la talla de Rohmer y Jean Rouch y ahora, además de hacer cine, le da paso al cine catalán, aunque reconoce que la nueva ola de Clara Simón, Elena Martín Gimeno y demás, no la sigue tanto. “No lo conozco, profundamente. Sí, es verdad que veo que películas catalanas y en catalán ganan premios y se distribuyen. Es una buena noticia porque significa que hay una nueva generación y un nuevo movimiento que está ocurriendo. Espero que dure y que florezca”, desea.
Lo dice con esperanza, pero también sabiendo lo que cuesta. “Este año en el Festival de Sundance se presentaron más de 18.000 películas y pon que máximo 50 fueron seleccionadas. Yo pienso que es casi más difícil que hace años”, advierte.
Una de estas dificultades es que “hay mucha, mucha producción” porque “el cine digital facilita que se produzca más. El problema no es ese, sino que, en sus propias palabras, “los canales de distribución están realmente controlados por las grandes corporaciones. Y si yo puedo hacer una película y tengo suerte estará en Amazon o en Netflix, pero ¿quién la irá a ver si no la promocionan?”, sostiene. Ese parece el principal pilar del cine. “Es una cuestión de poder mediático y de dinero. Si no hay esa capacidad de promoción, es muy difícil poder sobrevivir y distribuir las películas”.
Torrent, por suerte, ha encontrado la vía. Películas como Third week encontró en un festival como el Americana de Barcelona, una vía para la exhibición. “Los festivales te dan la oportunidad de promover la película. Es una manera para los que no tenemos los medios que tiene Netflix de poder promoverla y enseñarla”, defiende. “Y es importante también porque recibes un feedback. Es una manera de ver cómo reaccionan los públicos a tu película y de quizás poder encontrar distribución”, sentencia.
Dicho y hecho. La acogida en el festival barcelonés fue un éxito. La prueba: Third week llega este 28 de junio a los cines y, dos días antes, el 26 de junio, Torrent presenta la película en los Cines Girona. Ahora su supervivencia en salas está en manos del público.